jueves, 3 de agosto de 2017

Ortega Peña: abogado asesinado por la Triple A



Una de las mentes más brillantes de su época, polemista, intelectual, abogado de presos políticos y de obreros en lucha. Era diputado nacional en ejercicio cuando fue asesinado por la triple A.

Rodolfo Ortega Peña nació el 12 de Septiembre de 1935 en el seno de una familia acomodada y antiperonista. Se recibió de abogado a los 20 años de edad, mientras estudiaba filosofía y ciencias económicas. Junto al fallecido Eduardo Luis Duhalde, fue director de la revista “Militancia” y un apasionado historiador revisionista. Una de las mentes más brillantes de su época, polemista, intelectual, abogado de presos políticos y de obreros en lucha. Era diputado nacional cercano a la izquierda peronista cuando el 31 de Julio de 1974 fue asesinado por la Triple A.
“El pelado”, como cariñosamente lo apodaban sus compañeros, despertó a la vida política con el golpe gorila de 1955, la autodenominada “revolución libertadora”, rebautizada por el movimiento obrero como “la fusiladora” fogueada por la oligarquía y el imperialismo norteamericano. El gobierno de facto de Aramburu –Rojas proscribió al peronismo, anuló la constitución de 1949, cerró el Congreso y desató una feroz represión contra la organización sindical y política de la clase obrera, identificada mayoritariamente con el peronismo. Tras un breve paso por el frondicismo y por la Federación Juvenil Comunista, abrazó al peronismo por izquierda bajo la influencia de William Cooke, quien consideraba al peronismo como “el hecho maldito del país burgués”. Con la idea de que el sector combatiente debía ser la dirección del movimiento revolucionario, el peronismo de izquierda se empeñó en desconocer el hecho de que la burguesía tenía efectivamente el control del estado y que el rol histórico del peronismo fue ponerle un chaleco de fuerza al movimiento obrero para seguir manteniendo la dominación del capital, a través del control de los sindicatos.
Cercano al Peronismo de Base y a las Fuerzas Armadas Peronistas, en 1973 asume como diputado bajo el lema “la sangre derramada no será negociada”, que hacía referencia a la fuga de los presos políticos del penal de Rawson, en 1972, Ortega Peña junto a otros abogados se habían hecho presente en el penal para conocer la situación de los que aún estaban detenidos, sin poder detener los fusilamientos de lo que se conoció como la masacre de Trelew.
En su labor como abogado de la Federación Grafica Bonaerense, y a partir de 1973 cuando ocupa una banca integrando la lista del FreJuLi, adoptó una posición solidaria hacia las luchas de la clase obrera, siendo uno de los principales denunciantes del accionar fascista de la banda ultra derechista Triple A que empezaba a operar contra la izquierda de todos los espectros.
El 31 de julio de 1974, el día de su asesinato, su entorno más cercano le había recomendado que redujera su exposición pública y reforzara su seguridad, a lo que respondió: “la muerte no duele”. Para esta época, lejos había quedado la etapa de la resistencia peronista. El Cordobazo, en 1969, había abierto un proceso revolucionario que destacó una combativa vanguardia obrera y juvenil que desafiaba la dominación del capital en la Argentina, proceso que se repetía a nivel internacional.
Para 1973, tras el regreso de Perón al país, este proceso de radicalización de los trabajadores y estudiantes desató una lucha encarnizada al interior del propio movimiento: el ala izquierda del peronismo con base en la juventud obrera, esperaba su vuelta con la esperanza de que el viejo líder los condujera a conquistar la patria socialista. En cambio recibirán una serie de golpes: la masacre de Ezeiza, y la expulsión de Montoneros de la plaza de mayo tratándolos de “estúpidos e imberbes”, estos hechos dejaban en evidencia que Perón volvía para contener a la clase obrera y evitar la revolución social.
La magnitud del enfrentamiento con la derecha peronista comandada por la burocracia sindical, que junto a las fuerzas de seguridad integraron la Triple A, sólo puede comprenderse en el marco de una aguda lucha de clases: en marzo de 1974, los obreros de Acindar, se declaran en huelga dando lugar al Villazo. La burocracia de la UOM, con Lorenzo Miguel a la cabeza, en defensa con uñas y dientes del anti obrero “pacto social” de Perón envía rompehuelgas. Los obreros, derrotan las provocaciones y la represión organizando la autodefensa de la ciudad, con barricadas y tanques de solvente.
Quedaba claro entonces que ni con Juan Domingo Perón en el poder se podía contener al movimiento obrero que, organizado desde las bases, desafiaba a la propia conducción de las 62 organizaciones.
Unos meses antes del asesinato de Ortega Peña, el General había tenido una reunión televisada con los diputados de la Juventud Peronista, que estaban en contra de una reforma del Código Penal, que bajo la excusa de frenar a la guerrilla, dejaba un vacío legal que podía ser utilizado para declarar acto de terrorismo a las crecientes huelgas o cualquier conflicto social. Perón los amenazó: “en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato”.
Tras la masacre de Pacheco, Ortega Peña afirmó: “estos asesinatos tienen nombre y apellido: Juan Domingo Perón”, frase que sería su sentencia de muerte. Dos meses más tarde, sería emboscado en la intersección de Carlos Pellegrini y Arenales por un comando de la Triple A, en un operativo dirigido por el subcomisario de la PFA Rodolfo Almirón, recibiendo más de veinte balazos (ocho de ellos en la cabeza) que terminarían con su vida. Su esposa, Elena Villagra, quien lo acompañaba, sería gravemente herida.
El asesinato de Ortega Peña, sacudió al país entero. Su velorio, realizado en la Federación Gráfica Bonaerense, fue un desfile incesante de miles de personas. La caravana que acompañó sus restos al cementerio de la Chacharita sería brutalmente reprimida, con un saldo de más de 380 detenidos entre los que se encontraban obreros gráficos, y militantes de la mayoría de las organizaciones de izquierda desde el Peronismo de Base hasta el PST y el ERP. Con el detalle macabro de que la represión fue ejecutada por el Comisario General Alberto Villar, superior de Rodolfo Almirón, quien también integró la cúpula de la Triple A.
Ortega Peña grafica la tragedia de aquellos sectores a la izquierda del peronismo que confundieron la potencialidad como sujeto revolucionario de la clase obrera con el movimiento burgués que a todo paso intentó contenerla o desviarla. La tragedia de la generación de los 70’ y las valiosas lecciones de la historia, se condensan en los miles que, como Ortega Peña, soñaron con una sociedad liberada de la explotación capitalista, y apostaron su vida a ello. Hoy, cuando se pregona la meritocracia y el progreso individual como ideología, bien vale la reivindicación de su figura, como la crítica a su estrategia política.

Diana Morales
Estudiante de abogacía UNPAZ

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