viernes, 18 de agosto de 2017
Santiago Maldonado, los mapuches y los dueños de la tierra
La demonización de los miembros de la comunidad mapuche reprimida en Chubut tiene un objetivo preciso: ocultar los poderosos intereses de un paraíso terrateniente.
Las agitadas declaraciones de los más altos funcionarios del gobierno de Cambiemos y sus medios afines ante la escandalosa desaparición de Santiago Maldonado, configuran un combo tan alarmante como bizarro. Según este colérico relato, la comunidad mapuche que fue reprimida en Chubut tiene una ideología anarquista, cuenta con financiamiento de grupos ingleses, posee aliados kurdos, sus miembros están adiestrados por las FARC colombianas y fueron adoctrinados por grupos terroristas chilenos. También han declarado la guerra armada al Estado argentino, pretenden imponer aquí y ahora el secesionismo de la nación mapuche y son incendiarios seriales, cuyo único objetivo es la destrucción total y absoluta de lo que se cruce en su camino. Una narrativa siniestra a la medida de la construcción perfecta de un eje del mal enclavado en la Patagonia.
Facundo Jones Huala, referente de la comunidad, detenido ilegalmente en la ciudad de Esquel y con pedido de extradición por parte de las autoridades chilenas, sintetizó sus objetivos en un reportaje para La Izquierda Diario: “Nosotros cuando planteamos la idea de la liberación nacional mapuche y de la reconstrucción de nuestro mundo, no estamos planteando la construcción de un Estado mapuche. Nunca planteamos eso, sencillamente porque el Estado es una concepción occidental. Nosotros no queremos eso. Nosotros queremos vivir como mapuches, dentro de nuestras tierras. Nación y Estado son dos conceptos diferentes. Y si hay que construir algo diferente a este Estado, eso lo tiene que hacer la sociedad y todos los pueblos que habitan este suelo, que no somos sólo los mapuches. Mientras tanto, pedimos que al menos dentro del territorio mapuche se nos respete nuestra forma de vida y nuestras normativas”.
Queda en evidencia que la distancia entre la realidad de los reclamos y objetivos de la comunidad y el relato estatal-mediático puede llegar a ser abismal. Eso que llaman “posverdad”, es en realidad un perfeccionamiento de un viejo método que se basa en abrumar con una montaña de mentiras que buscan ocultar los intereses que realmente están detrás de escena.
La demonización de toda forma de movilización o protesta es una norma en el discurso de Cambiemos. Tiene un objetivo general: fortalecer el aparato punitivo de un gobierno de ajuste que sólo cierra con represión; pero también un objetivo particular ante este hecho: encubrir a los verdaderos “ocupas” del paraíso terrateniente en el que se ha convertido una gran parte de la Patagonia argentina.
Uno de ellos es la empresa Benetton, el imperio textil italiano que compró en 1991 unas 900.000 hectáreas en las que crían alrededor de 280.000 ovejas que producen 1.300.000 kilos de lana por año. También posee 16.000 vacas, 8.500 hectáreas plantadas con soja, 24.600 hectáreas de pino ponderosa, entre otras explotaciones. Más del 98% de las tierras están en tres provincias sureñas: Santa Cruz, Río Negro y Chubut. Todas las hectáreas suman una extensión similar a la provincia del Chaco. Podrían fundar el Estado subnacional número 24: la provincia Benetton.
La larga historia de entrega y saqueo de esas tierras está documentada en muchos trabajos, pero es muy ilustrativo el libro del investigador rionegrino Ramón Minieri “Ese ajeno sur”, donde cuenta el itinerario de la Compañía de Tierras del Sud Argentino (más conocida como “La Compañía”). El Estado donó literalmente los territorios entre los 1885 y 1896. Se trataba, en esa época, de lotes de 80.000 hectáreas cada uno, otorgados individualmente a ciudadanos ingleses residentes, en su mayoría, en Londres, que administraban sus negocios en el país mediante representantes (testaferros).
El dato "de color" fue aportado el historiador Sergio Wischñevsky, quien recordó que gran parte de esas "subastas" las realizó Adolfo Bullrich, dueño de la casa de remates Adolfo Bullrich y Cía., cuyo edificio funcionaba en el lugar donde hoy está el centro comercial Patio Bullrich. Los Bullrich actuales son choznos de Don Adolfo, sexto grado de consanguinidad en la línea directa descendente, pero las mismas convicciones e intereses.
La concentración latifundista se realizó sobre la base de esos métodos de acumulación originaria y con el avance sobre la población indígena mediante el exterminio y una larga guerra de baja intensidad que continúa hasta nuestros días. Los sucesivos gobiernos legalizaron y legitimaron esa ocupación y la defendieron con las armas en la mano cuando fue necesario. No hubo grandes diferencias entre liberales-conservadores y nacional-populares ante el poder de los terratenientes ingleses o, ahora, italianos.
No se habla con la misma intensidad rabiosa con la que se refieren a la comunidad mapuche, de “esos extranjeros que con métodos violentos (terrorismo de Estado incluido), estafas, ocupaciones ilegales, engaños, mentiras, maniobras, expoliación y saqueo”, se quedaron gran parte de la Patagonia.
Como certeramente afirma Minieri, hay que desarmar los mitos interesados. Tanto aquel que habla la “Patagonia desértica, ruda o maldita que no ayuda a comprender que su tierra es un recurso apreciable, tanto por su situación en el mapa del mundo como por sus disponibilidades”; como el igualmente desorientador mito simétrico y contrario: “el de la Patagonia riquísima e inexplotada”. Porque “interesa despejar estas falsas imágenes para descubrir la verdad de esta tercera parte de la Argentina donde existen riquezas, donde esas riquezas han sido y son explotadas, y donde esa explotación no beneficia al pueblo ni a la Nación.”
Fernando Rosso
La Izquierda Diario
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