jueves, 17 de agosto de 2017
Primer round para el gobierno, vienen dos meses calientes
En las primeras horas del lunes, el capital financiero saludaba la victoria electoral del macrismo con una suba de la Bolsa y de los títulos públicos, y una valorización del peso. Las dimensiones de estas subas se encuentran lejos de ser espectaculares, pero señalan una prórroga de la confianza de la burguesía hacia el programa de guerra de clase que se empeña en desarrollar el gobierno nacional. O sea que anuncian nuevas medidas de ataque a los trabajadores, incluso por vía de decretos.
Polos
Los límites políticos y las contradicciones de los resultados, tomados en su conjunto, son claros: el oficialismo obtiene a nivel nacional solamente la tercera parte de los votos, pero consigue resultados políticos importantes en Capital, Córdoba y Mendoza, y por supuesto en San Luis y Santa Cruz. Ese tercio está acompañado por las victorias de ‘macropejotistas’ como Urtubey en Salta; Morales en Jujuy; la de los socios del macrismo en la Mesopotamia; en La Pampa (en Neuquén fue apuntalado por el MPN); y araña un primer lugar, cierto que módico, en Santa Fe. Aunque varios comentaristas ubican los votos de Massa en el campo opositor, desde el punto de vista de la política de conjunto de estos dos últimos años la caracterización más adecuada es de filo oficialista.
La victoria, incluso con estas características, refuerza la capacidad del macrismo para imponer adhesiones ‘opositoras’ en el Congreso y ejercer un gobierno por decreto. Es lo que ha hecho en los últimos meses, sea para ampliar los gastos del Tesoro y para continuar con el endeudamiento sin determinar adónde van asignados, sea para bloquear leyes aprobadas, o la discrecionalidad con que maneja el Banco Central. Incluso para expulsar a Venezuela, sin aval parlamentario, del Mercosur.
La tendencia de las Paso, incluso a través de resultados discrepantes en varias provincias, se ponen aún más de manifiesto en las elecciones bonaerenses. El macrismo logró eludir la derrota que le asignaban numerosas encuestas, incluidas las de bancos internacionales (ni qué hablar del bufón Artemio López). Ha sido aplastado, sin embargo, en los polvorines sociales como La Matanza, Quilmes, y en general en la tercera sección electoral. Las urnas han mostrado una polarización social impresionante entre las clases medias y altas, de un lado, y los obreros y sectores empobrecidos, del otro. El voto que consiguió el macrismo entre las clases medias es, de todos modos, inestable, porque está atado a una paciencia social que fluctúa y que se agota. Los voceros del oficialismo se han cuidado de no interpretar los resultados bonaerenses como un anticipo de una victoria en octubre. Pero ya han puesto en marcha los dispositivos para desarrollar una campaña muy caliente.
Clases en lucha
Las crisis políticas de arriba, como las que atraviesa Argentina desde que comenzara el agotamiento del kirchnerismo, no eliminan la capacidad de acción de las clases dominantes – atizan, por el contrario, su instinto y capacidad de acción. Es lo que ha ocurrido en estos dos años de macrismo, que unificó a la burguesía nativa y provocó una cruzada de apoyo del capital internacional y sus gobiernos y Estados. A Menem le llevó dos años estabilizar su gobierno, incluso por un tiempo limitado – hasta el inició de la crisis del ‘tequila’, a finales de 1994.
Colocados en un contexto más amplio, es decir internacional, los comicios de ayer han puesto de manifiesto que los trabajadores han asimilado en forma defectuosa el derrumbe de los gobiernos ‘nacionales y populares’ en América Latina, desde Venezuela, como es evidente, pero también Brasil, Uruguay, Paraguay y hasta Bolivia y, con vueltas y firuletes, Ecuador. Una parte del pueblo se ha resignado a tolerar una salida financiada con deuda internacional, la otra a seguir, sin perspectiva, el viejo relato en decadencia.
El vocero kirchnerista, Luis Bruschtein, no tiene la menor incomodidad en contar, en Página 12 (14.8), que “en el entorno kirchnerista se afirma que, cuando se incorpore, Cristina Kirchner no romperá el bloque de senadores”, es decir que formará yunta con quienes votaron todas las leyes del macrismo. La polarización social en el distrito bonaerense no tiene correlato, entonces, con la expresión política a la que entregó el voto y que anuncia que intentará insertarse como auxiliar del sostenimiento del régimen político entreguista. Bruschtein no lo ve de esta manera, pero se va por las ramas, y no tanto: “lo más probable”, titubea, “es que después de la elección de octubre se produzca un proceso de renovación de autoridades para que la nueva estructura (se refiere al bloque del pejotismo) sea más coherente con la situación que afrontará el peronismo en los dos últimos años del gobierno de Macri”. En resumen, ningún programa de lucha, pura ajetreo parlamentario, afán de resucitar cadáveres insepultos.
Si el ánimo ‘cristinista’ es este, el que reina en la CGT es fácil de imaginar: se dispone a ingresar en un inmovilismo sin vergüenza, mientras procura que el macrismo le conserve los privilegios. Al movimiento obrero clasista se le plantea el desafío de organizar un plan de defensa contra la ofensiva que las patronales no dejarán de aprovechar, apoyadas desde el Estado.
Los desafíos
El FIT se volvió a convertir en la opción excluyente, con alguna excepción, de los trabajadores en el campo de la izquierda. Podría mejorar para las generales de octubre, a partir del vacío que dejan corrientes que no superaron las Paso. Es necesario insistir que enfrenta una etapa de transición, una de cuyas características es la enorme confusión de las masas acerca de los alcances del agotamiento del ‘progresismo’ y del nacionalismo pequeño burgués, y por lo tanto de las conclusiones que se imponen. El FIT ha obtenido algunos resultados excelentes, en primer lugar en Jujuy, donde seguramente ha canalizado una parte de los votos que obtuvo la agrupación de Milagro Sala en 2015, y también en Santa Cruz, donde quedó como tercera fuerza, lo cual da una expresión política propia a la insurgencia popular en la provincia. Varios observadores destacan la “resistencia” del FIT a lo que caracterizan como un ‘oleaje’ macrista.
Otros tres resultados importantes han sido Mendoza, Neuquén y Salta, en el marco de parámetros obtenidos en elecciones anteriores. En Mendoza se plantea la pelea difícil para volver a ganar una diputación nacional. En Salta, el Partido de la Victoria, un aliado crónico de Urtubey, logró ponerse adelante del FIT, con una campaña ‘cristinista’. Tenemos una gran pelea en Salta de cara a las generales. Una elección muy buena realizó el FIT en Chubut, porque hacía un debut electoral, en el marco de conflictos y luchas en Aluar y petroleros, la lucha mapuche y el enorme deterioro urbano de Comodoro Rivadavia. Los partidos del FIT harán, en los próximos días, un balance detallado y más preciso, del conjunto de la participación en las Paso, incluido factores fundamentales como el nivel de movilización militante, organización del apoyo popular y número de fiscales. La lucha electoral, además de los votos, y a veces más que los votos, importa por la movilización que se ha logrado de la vanguardia de los trabajadores.
Octubre
En cuatro distritos – Capital, provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe – queda una batalla ardua hacia las generales. Desde 2013, ha estado la expectativa de conseguir una representación al Congreso nacional en Caba y Córdoba, y aumentar la de Buenos Aires. En estos escenarios, el FIT enfrenta una pelea de fondo. En Córdoba, el FIT retrocedió medio punto respecto a las primarias de 2015; el frente Mas-Mst, a su vez, logró atravesar las Paso en el distrito. Un ‘cristinista’, Pablo Carro, salió tercero, aunque retrocediendo en el porcentual de votos.
Los dos meses a octubre se perfilan como singularmente críticos en varios sentidos – de un lado, por los altibajos de la situación económica y los ataques sociales y laborales del gobierno, del otro, por el diseño que desarrollarán las fuerzas políticas en presencia. Las Paso no han definido ninguna de las cuestiones políticas fundamentales, pero es lo que la gran burguesía y el gobierno intentarán definir de aquí en más. Se asistirá, seguramente, a una lucha política despiadada, incluida la guerra sucia, y a una reducción de las promesas retóricas. Asistiremos a una readecuación de las campañas. Tenemos por delante dos semanas de intensa elaboración política de parte del Frente de Izquierda y los Trabajadores.
Jorge Altamira
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