lunes, 24 de octubre de 2016
Miércoles en negro: una rebelión popular
Argentina acaba de atravesar por una experiencia de alcance histórico. Apenas horas después del cierre del cierre del XXXI Encuentro Nacional de Mujeres, en la ciudad de Rosario, decenas de miles de mujeres protagonizaron un hecho inédito –una huelga femenina– para marchar luego a Plaza de Mayo, el centro del poder político y de la jerarquía clerical. Lo mismo ocurrió en los centros políticos de las provincias. El detonante fue un femicidio más: el crimen, de características atroces, de una joven marplatense – Lucía Pérez. Mar del Plata ha sido el territorio de los asesinatos de mujeres que ejercían la prostitución, por parte de bandas de narcotraficantes y policías. La violencia contra la mujer produjo una interpelación de masas al poder político. En tanto que la Comisión Organizadora de los Encuentros rechazaba, una vez más, la adopción de un plan de lucha por la satisfacción de las reivindicaciones que se votaban en los talleres y asambleas, la realidad impuso aquella aspiración -una acción de lucha, que conmovió, sin la menor traza de duda, a todo el país. La expresión mayoritaria a favor de que el Encuentro del próximo año tuviera lugar en la Ciudad de Buenos Aires (una meta siempre relegada) obtuvo una ratificación sin atenuantes. Ser o no ser: interpelar al poder y cuestionar al poder político (gobierno y Estado) o llevar el movimiento a un callejón sin salida. No menos fundamental es lo siguiente: la huelga y la movilización de las mujeres dio expresión a la necesidad de los trabajadores de una lucha de conjunto alternativa contra la política confiscatoria del macrismo, que el conjunto de la oposición política tradicional y la burocracia sindical se niega a impulsar, en función de intereses comunes con esa política.
Esta rebelión popular tiene lugar cuando Macri y el Papa parecen haber llegado a un acuerdo político de alcances estratégicos. Existe un reconocimiento abierto de que el pacto ha servido para desarmar la posibilidad de un paro nacional de la CGT. Gustavo Vera, el vocero más autorizado del Vaticano en asuntos de Argentina, aseguró que Francisco se ha comprometido en trabajar contra una rebelión social. El régimen político armado por el macrismo con la oposición parlamentaria patronal y la burocracia ha incorporado, de este modo, a un nuevo actor. Esta salida a la crisis del macrismo con el Vaticano ha abierto, sin embargo, una crisis adentro del macrismo, según admiten las versiones de prensa. A partir de asesor de Macri, Durán Barba, el acuerdo con el Vaticano es visto como una suerte de cooptación clerical, una suerte de ‘círculo rojo’ (peronista-clerical-burocracia), que neutralizaría las posibilidades del macrismo de desarrollarse como una fuerza ‘liberal’, que derrote en las elecciones a los distintos clanes del peronismo. En las discusiones preparatorias del miércoles en negro, las organizaciones clericales que se habían manifestado en San Cayetano se opusieron a marchar a Plaza de Mayo para evitar el repudio al clero en el paso por la Catedral. Luego del último paso (familiar) de Macri por el Vaticano, Francisco ha ganado una posición de arbitraje político que pretendía mantener con una victoria de Scioli (y, antes, con una de Julián Domínguez contra Hannibal, en las Paso pejotistas). No hace falta decir que este pacto con el Vaticano es una amenaza contra el movimiento de la mujer.
En medio de estos acontecimientos, el gobierno de la provincia de Buenos Aires puso en vigencia el protocolo para el atendimiento de los abortos no punibles. No está claro si fue una iniciativa de la gobernadora o de su ministra de Salud, pero sí que Scioli y CFK lo tuvieron cajoneado bajo sus gestiones, y que esto habría seguido con un nuevo gobierno pejotista. En cualquier caso, la regularización del tema aborto no punible advierte de la disidencia que el pacto Macri-Vaticano podría estar provocando en el macrismo. El repudio al protocolo bonaerense, por parte del clero ‘franciscano’, ha sido inmediato –en la misma semana del miércoles histórico. El clero quiere poner a parir a la mujer violada –un caso flagrante de violencia (doble) contra la mujer. Es claro que lo ocurrido el miércoles es una rebelión contra el conjunto de un sistema político. No se debe confundir el acercamiento de las mujeres católicas practicantes al movimiento de la mujer y el apoyo a las reivindicaciones de este movimiento, con cualquier compromiso con el clero. El clero no solamente es enemigo del derecho al aborto, de la prevención de embarazos y de la educación sexual desprejuiciada de construcciones religiosas, también defiende la esclavitud doméstica de la mujer, en nombre de la ‘célula familiar’. La Iglesia es un ámbito privilegiado de la pedofilia, una violencia extrema contra las niñas y los niños. Sin la socialización de las tareas domésticas y de crianza, la mujer seguirá sujeta a una posición de subordinación, cualesquiera sean las conquistas que obtenga en el plano de la igualdad jurídica. Esa socialización significa un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar; igual salario por igual trabajo; jardines gratuitos en las empresas, lugares de estudio y municipios; derecho al aborto gratuito en el sistema público de salud (supone recuperar la atención de salud por parte del Estado); representantes electas y revocables de la mujer en las organizaciones del Estado encargadas de la atención a la mujer. Incidentalmente, el rechazo del clero al protocolo bonaerense de atención a los abortos no punibles no tuvo un correlato opositor de la Iglesia respecto a la ley del ‘cupo femenino’ en el parlamento –una prueba de la inocuidad de este ‘cupo’ en lo que hace al desarrollo de los derechos políticos y sociales de la mujer.
La huelga protagonizada por la mujer polaca, en las últimas semanas, contra las mayores restricciones al ejercicio de un limitadísimo derecho al aborto, parece haber inspirado el miércoles en negro. Pero es precisamente en Polonia donde queda claramente de manifiesto el rol del clero en el sometimiento de la mujer.
Jorge Altamira
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