miércoles, 26 de octubre de 2016

El último Batlle



Jorge Batlle fue quien encabezó un giro anti-estatista (o “neoliberal”) dentro del Partido Colorado y el Batllismo. Su padre en la década del ‘50, y su abuelo en las primeras décadas del siglo XX, condujeron distintas experiencias de tipo nacionalista –aplicando políticas proteccionistas y estatizantes.
José Batlle y Ordoñez fue el que puso en pie las principales empresas públicas. Frente al raquitismo de la burguesía industrial, Batlle disputaba la renta nacional al capital financiero a través de las empresas estatales. Era un período en que Inglaterra iba cediendo su dominio a los EE.UU. en la zona –y en el plano internacional. La crisis del ‘29 le puso fin a este ciclo político, lo que se expresó en el golpe de Estado del “batllista” Gabriel Terra (1933). Luis Batlle Berres (sobrino del anterior presidente, y padre de Jorge) encabezó el llamado “neo-batllismo” en la segunda posguerra. Debió enfrentar la oposición de sus primos –hijos del antiguo líder colorado, y directores del diario El Día fundado por Batlle y Ordoñez. Esta nueva tentativa de industrialización con las muletas estatales condujo a un nuevo fracaso a fines de la década de 1950.
Tras la muerte de Batlle Berres, su hijo Jorge encabezó a la “lista 15” de su padre. Había sido la lista más “progresista” dentro del partido Colorado. Jorge Batlle condujo un viraje muy marcado en favor del capital financiero internacional.
En 1966 fue electo el general Gestido (colorado) que chocó contra el FMI. Jorge Batlle –fuera del gobierno— jugaba a favor de un acuerdo con el Fondo Monetario. Era un período de aguda crisis económica y bancaria. Gestido finalmente capitulará frente al FMI, y luego de su muerte será sustituido por su vice Pacheco Areco. Jorge Batlle integrará el gobierno derechista de Pacheco, que enfrentará brutalmente las luchas obreras y estudiantiles, en un contexto en que la burguesía uruguaya vio en riesgo su dominación ante la agudización de la lucha de clases. En esa época se asesinó a estudiantes en manifestaciones, se militarizó a los bancarios y los trabajadores de la energía (UTE) –encarcelando a sus dirigentes– y se gobernó sistemáticamente bajo “medidas prontas de seguridad” (Estado de sitio, suspensión de las garantías constitucionales). La lista 15 estuvo todo el tiempo aliada a Pacheco, que además arrasaba con la autonomía de la educación –Sanguinetti, en ese entonces ministro por la lista 15, fue el creador de la reaccionaria ley de enseñanza.
En esos años, Batlle fue denunciado de diversos ilícitos económicos. En particular se lo acusó de la famosa “infidencia”, que consistió en aprovecharse de una inminente devaluación del peso (del 100%) que conoció por integrar el gobierno.
Con la elección de Bordaberry en 1971, la lista 15 mantuvo presencia en el gabinete de un gobierno que militarizaba cada vez más al régimen político –votación de la Ley de Seguridad y del Estado de Guerra Interno, que atacaban al movimiento obrero y a la izquierda de conjunto, con el pretexto de combatir la “subversión” tupamara. Las disputas internas en el seno de las FF.AA. condujeron a que en 1972 Jorge Batlle fuera detenido ilegalmente en un cuartel, para ser investigado de “ilícitos ecónomicos” por una fracción del ejército, al mismo tiempo que la lista 15 mantenía ministros en el gabinente. Las tratativas entre fracciones militares y el MLN-Tupamaros había conducido a una tregua e incluso a una connivencia en fracciones de ambos bandos. Ante la detención de Batlle, los ministros de la 15 (como Sanguinetti) se retiran del gobierno. Batlle será liberado poco después, y tras diversas crisis entre el ejército y el presidente Bordabery el proceso culminará en un acuerdo que condujo al golpe de junio de 1973. La lista 15 se declaró en contra del golpe y Batlle será proscripto durante la dictadura militar. La realidad es que la burguesía se había alineado masivamente con el golpismo, dado que el régimen de los partidos “tradicionales” ya no daba garantías a su dominación. La dictadura militar permitió una caída del 50% del salario real, gracias a la prohibición de los sindicatos (decenas de miles de sindicalistas y militantes de izquierda pasaron por las brutales cárceles de la dictadura).
Batlle fue opositor a la dictadura, y siguió proscripto incluso en las elecciones de 1984, por lo que el pacto del Club Naval –firmado por colorados y frenteamplistas con los mandos militares– condujo al gobierno de Sanguinetti (aún de la lista 15 en esa época). En este período se producirá un distanciamiento entre el líder de la 15 –impulsor furibundo de las privatizaciones y la completa entrega al capital financiero– y el sanguinettismo que ponía ciertas limitaciones a este proceso, en representación de la burguesía industrial, que temía desaparecer con el planteo radicalmente “neoliberal” de Batlle.
Jorge Batlle y Luis Lacalle Herrera fueron los abanderados uruguayos de la liquidación de las empresas públicas –al estilo de Menem en la Argentina– aunque no pudieron completar su programa político. En 1992, bajo la presidencia de Lacalle (aliado a Batlle), un frente de hecho entre el Frente Amplio y el sanguinettismo le puso un freno al planteo privatizador “radical”, derrotándolos en un referéndum. Los opositores defendían un camino de privatizaciones “parciales”, manteniendo por ejemplo el monopolio estatal en la telefonía básica y otras áreas “estratégicas”. De hecho, en 1995 Sanguinetti volverá a la presidencia y aprobará una reforma de la seguridad social que establece un régimen “mixto” –semi estatal y semi privado.
Batlle, tras varias décadas y cinco intentos fallidos, llegará a la presidencia en 1999 –tras vencer en un balotaje a Tabaré Vázquez– precisamente cuando se desataba una nueva crisis económica. La devaluación brasileña en 1998, y la quiebra de la “convertibilidad” argentina en 2001, fueron dos expresiones de esa crisis, que tuvo su momento más agudo en Uruguay en la corrida bancaria de 2002. En apenas unos meses, el 55% de los depósitos bancarios se retiró de los bancos, provocando la quiebra de varios bancos, y un “corralito” parcial. No se trataba de una crisis apenas “importada”. La plaza financiera montevideana estaba asociada hacía tiempo a los capitales argentinos, que lavaban dinero y evadían impuestos utilizando los bancos uruguayos. Este entrelazamiento había sido promovido por los gobiernos blancos y colorados, en los cuales la Asociación de Bancos tenía una gran influencia.
El momento más recordado de su gobierno fue cuando lloró ante cámaras en la Casa Rosada, luego de pedir perdón a Duhalde por declarar que “los argentinos son todos unos ladrones del primero hasta el último”.
Batlle logró remontar la situación con el auxilio de un préstamo enviado por el propio Bush (el FMI era reacio a este rescate). A nivel internacional, en 2002 comenzó una relativa reactivación, lo cual también ayudará a la “salida” a esta crisis. El que no saldrá de la misma, sin embargo, fue el Partido Colorado. En las elecciones de 2004 triunfó el Frente Amplio, y los colorados quedaron en tercer lugar. Y la caída se ha profundizado con posterioridad. En la actualidad, ronda el 8% de la intención de voto, según las encuestas. Batlle queda así asociado al hundimiento de un partido que llegó a estar asociado al propio Estado uruguayo –en 1958, cuando su padre fue derrotado en las elecciones por el Partido Nacional, los colorados llevaban 94 años de gobierno ininterrumpido.
El dirigente del Frente Amplio Danilo Astori, vicepresidente en 2005 y ministro de Economía desde 2010, ha elogiado públicamente la “salida uruguaya” impulsada por Batlle, que implicó –rechazando el ‘default’ que impulsaba el FMI– “un camino que garantizara ser un deudor serio”. Marcando la continuidad con aquella política, Astori llegó a afirmar que “si Uruguay está teniendo buenos resultados económicos, en gran parte se debe al camino que se eligió” (la diaria, 2/9/11). La realidad es que la deuda externa, que tanto Batlle como Vázquez y Mujica honraron, sigue siendo una hipoteca monumental sobre la economía nacional.
Jorge Batlle no es sólo el último de una estirpe, como dice la prensa. También es la expresión del fracaso del nacionalismo y el estatismo que expresó en Uruguay el batllismo, es decir, de las tentativas de la burguesía nacional para industrializar a nuestros países con el subsidio y el apoyo del Estado. Jorge Batlle tempranamente le dio la espalda a ese planteamiento, e intentó llevar a fondo la orientación opuesta (apertura económica total, acuerdos comerciales con el imperialismo, privatización de las empresas públicas y de las jubilaciones). La vía “neoliberal” fracasó en forma tanto o más estrepitosa. América Latina tiene salida únicamente a través de una reorganización social, expropiando al latifundio, nacionalizando la tierra y los recursos naturales, estableciendo una federación de repúblicas obreras y campesinas.

Rafael Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario