domingo, 30 de octubre de 2016

El Vaticano y los archivos de la dictadura



Una apertura limitada para una política de reconciliación.

Los mismos medios que anunciaron con bombos y platillos la apertura, por parte del Vaticano, de los archivos que posee sobre la dictadura militar, bajaron el tono para no levantar grandes expectativas (Clarín, 25/10).
En primer lugar, porque el acceso a los archivos será restringido “a las víctimas, sus familiares y los superiores de los damnificados eclesiásticos. No así los periodistas, historiadores e investigadores en general”. Tampoco, cabe agregar, a los organismos de derechos humanos. El diario agrega que “no parece a priori que los archivos contengan grandes revelaciones que, por lo pronto, permitan conocer el destino de desaparecidos” (ídem). Se trata en su mayoría, según indican distintas fuentes, de cartas enviadas por los familiares de desaparecidos a la Iglesia, para que intercedan en su favor.

Una luz cegadora

La Iglesia jugó un rol orgánico en la represión de la dictadura, ya no solo como cómplice sino como parte integrante. Existen numerosos testimonios que dan cuenta de su involucramiento en la apropiación de hijos de desaparecidos y asesinados, de la persecución a los curas villeros por parte de la jerarquía eclesiástica y del conocimiento de esta de los campos de concentración.
La revelación de fondo de este entramado, que esta “apertura” no garantiza ni por asomo, tendría un gran valor para la lucha contra la impunidad. Por el contrario, con esta acción, la Iglesia busca redimirse de su colaboración sistemática con el genocidio.
Para el titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), José María Arancedo, “complicidad es una palabra fuerte”, aunque reconoce que la Iglesia “no hizo todo lo que pudo y, eso es cierto, y pedimos perdón”, pero que “con el estrecho margen que tenía (…) hubo intervenciones concretas de la Iglesia por mucha gente y eso se ve en las cartas” (Página 12, 25/10)
La CEA caracterizó la iniciativa como “un servicio a la patria, para la reconciliación de los argentinos” (ídem). La expresión “reconciliación a través de la verdad”, acuñada por el obispo jubilado Jorge Casaretto, hace referencia a una tentativa de impunidad para los militares de la dictadura. Casaretto, hombre de confianza de Bergoglio, preside una comisión especial para reducir las penas de los genocidas condenados, y ha afirmado sin rubor que “tanta justicia va en contraposición a la verdad” (Página 12, 6/9/15).
En la perspectiva de la “reconciliación”, el gobierno yanqui también desclasificó sus propios archivos del genocidio. “Estamos decididos a hacer nuestra parte, mientras la Argentina continúa sanando y avanzando como una nación unidad”, afirmaron sus voceros (La Nación, 18/3). El imperialismo y el Vaticano fueron grandes soportes de la dictadura genocida. Sus manifestaciones se inscriben en la operación de “blindaje” sobre el macrismo. El gobierno apunta a involucrar a los militares en la represión interna –una misión iniciada por el gobierno de CFK con la designación de César Milani a la cabeza del Ejército y la participación de los militares en la “lucha contra el narcotráfico” y en tareas de asistencia social– y quiere “reconciliarlos” con la opinión pública.
Sigue planteado el reclamo de una apertura irrestricta de los archivos del Estado y la Iglesia, en oposición a las políticas de impunidad, ajuste y represión.

Tomás Eps (@tomaseps)

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