domingo, 16 de octubre de 2016

El consenso conservador de Francisco, Macri y el kirchnerismo



Tres avances gubernamentales en una semana. La nueva Carta Abierta y el llamado a un Frente en clave massista. Las calles contra los femicidios. A la izquierda está Atlanta.

El Gobierno nacional puede considerar la semana que pasó como una cadena de pequeños grandes éxitos. A su modo, ese encadenamiento, permite encontrar un cierto equilibrio político en el corto plazo. Equilibrio que ansía extender por meses.
El primero tuvo lugar sin el protagonismo de Macri. El gran gestor fue el ministro Triaca. Casi sin disparar una salva, logró que la CGT renunciara -una vez más- a una medida de fuerza.
Consiguió además que la tan pregonada unidad de la CGT sufra ya sus primeras fisuras. Por el momento, quiebres no hay. Pero el hecho de que hayan transcurrido nada más que dos meses de la reunificación, algo dice de los problemas que trae aparejada tanta cercanía al poder político.
El segundo triunfo de Macri ocurrió en la tarde de ese mismo día, a más de 400 kilómetros de distancia. En una híper militarizada ciudad de Mar del Plata recibió el aplauso de la creme del empresariado.
Los hombres y mujeres que encarnan el poder del gran capital ratificaron su bendición para la carrera abierta hacia 2017. Es la gobernabilidad de Cambiemos la que está en juego. Los reproches por la falta de avances en el ajuste fiscal funcionan como un mecanismo de extorsión, un aviso de que estarán ahí, esperando, ansiando el inicio de una política más ofensiva sobre las condiciones de vida del pueblo trabajador.
Fue allí, en el Coloquio de Idea, donde la ministra Carolina Stanley -en algo que debe haber parecido una blasfemia-, dijo que la teoría del derrame “ya demostró que no incluye”. Afirmación de “leso populismo” si las hay.
En esa confesión se concentran los límites políticos del macrismo para imponer un plan de ajuste más abiertamente a favor del empresariado. La ilusión de una Argentina competitiva debe seguir, por ahora, en agenda.
Allí hay que buscar las razones del aval del “mercado” a la espera de las elecciones de 2017. El apoyo al plan “populista” de Macri significa garantizar las condiciones de su gobernabilidad esperando un mejor momento para pasar del plan de guerra contra el trabajo a la guerra misma.
El tercer triunfo oficialista ocurrió ayer en Roma, cuando Macri fue recibido por el papa Francisco. No sobró la simpatía por parte del pontífice. Pero la imagen dejó una estela de mayor aceptación que aquella que recorriera el mundo en febrero pasado. El papado romano se sumó, formalmente, a la operación que garantiza la llegada de Macri a 2017. Ya antes había actuado de oficio, por medio de la Iglesia argentina, persuadiendo –sin mayores esfuerzos- a la conducción de la CGT de priorizar el diálogo en lugar de la “confrontación”.

Consenso conservador

Los triunfos políticos del oficialismo parecen parir una suerte de momento de equilibro para su gestión. La paradoja estriba, sin embargo, en que las consecuencias del ajuste en curso no dejan de recrearse. Como una suerte de calesita eterna, cada día se dan a conocer nuevos números que marcan los contornos recesivos de la economía nacional.
Ese consenso conservador en torno al camino hacia 2017 se extiende a todas las alas del gran capital. De allí que el discurso catastrófico de parte del kirchnerismo no encuentre sujeto social pertinente. A pesar de los matices, el conjunto de la clase dominante apuesta por el plan de la CEOcracia.
Hay que nadar en las condiciones estructurales del capitalismo argentino para encontrar las razones. El peso sustancial del gran capital imperialista impone los límites a la disidencia posible de cualquier ala de la burguesía mercado-internista.

Moderación se escribe con K

Hace una semana, Diego Genoud entrevistaba a Juan Manuel Abal Medina. “Cristina no está en esa posición en la que uno ve a muchos, tan cómoda, la del anti-todo” afirmaba ex jefe de Gabinete kirchnerista. Razones no le faltaban.

El giro “a izquierda” del Gobierno nacional es simétrico al giro hacia la derecha (sin comillas) del kirchnerismo. Estos vaivenes de la política tuvieron su punto de partida en un lluvioso mediodía de abril, en la puerta de Comodoro Py. Allí, ante miles de personas, Cristina Fernández llamó a conformar un Frente Ciudadano que, semanas después, mutaría en la construcción de una “nueva mayoría”. La conceptualización, a pesar de los cambios, supone el llamado a todos aquellos que fueron tildados de “traidores”. El espectro llega hasta Sergio Massa, paladín del discurso punitivista y garante de la gobernabilidad provincial de María Eugenia Vidal.
En ese mismo proyecto se embarca ahora la intelligentzia kirchnerista. Fue hace poco más de una semana que publicó la deslucida y empalagosa Carta Abierta 22. En ella, la abundancia de giros literarios es directamente proporcional a la multiplicidad de olvidos y omisiones.
La Carta propone, luego de repetir los tópicos comunes contra la política macrista, lo que presenta como una “respuesta novedosa” ante la “retrogradación que ha sufrido el país”. A continuación viene la “idea”: “ante esta nueva situación de expropiación de derechos y contenidos esenciales de la existencia colectiva, la idea central es la constitución de un Frente (…) cuyo nombre surgirá de las luchas sociales y de los acuerdos políticos de todos los que se nieguen a ser cómplices de la destrucción de las fuentes de vitalidad histórica de un país”.
El llamado olvida que, legalmente, todavía existe algo que se llama “Frente” para la Victoria. Ese armado solía presentarse como expresión de unidad entre movimientos sociales, el poder territorial peronista y el de los caciques sindicales, todo bajo la férula de proyecto “nacional y popular”, conducido por Cristina.
En la Carta, como si la historia hubiera empezado ayer, los dirigentes sindicales son blanco de una “demoledora” crítica intelectual, que reprocha las “timideces de las actuales conducciones de los gremios de una CGT que diluyen su tradicional prudencia en una encriptada mudez”.
Deberían recordar –si quisieran- que las actuales conducciones fueron bendecidas por las anteriores. Con la excepción del marginal Luis Barrionuevo, todos los demás fueron parte, por años, del “proyecto nac&pop”. Pero la memoria política, por momentos, parece no ser un fuerte de esta intelectualidad.
El kirchnerismo, desde el púlpito de CFK en el homenaje a Yrigoyen, o desde las nuevas elaboraciones de Carta Abierta, no hace más que sumarse al consenso conservador de centro que alienta el camino del 2017. De la “resistencia con aguante” no queda más que un tenue recuerdo.

A la izquierda está Atlanta

El escenario político nacional no está surcado solo por el consenso electoral de tintes conservadores. En el espacio vacante de la política burguesa ocupa su lugar la llamada sociedad civil. Lo hace por derecha y por izquierda.
Por derecha, con los recurrentes movimientos y reclamos pidiendo por “más seguridad”. Señalemos que el reclamo focaliza la demanda hacia el mismo Estado que está detrás de múltiples negociados ilegales. Agreguemos que la consecuencia más visible es la creciente prepotencia de las fuerzas represivas, sobre todo contra la juventud pobre.
Por izquierda, emerge un movimiento contra la violencia de género y los femicidios, como ya se vio -hace justo una semana- en las calles de Rosario, en el marco del XXXI° Encuentro Nacional de Mujeres. Ayer, más de 3.000 personas marcharon en Mar del Plata exigiendo justicia frente al brutal femicidio de la joven Lucía Pérez. Este martes, habrá nuevas movilizaciones y paros en determinados lugares de trabajo, bajo el mismo urgente reclamo.
La desidia estatal frente a los femicidios abre el escenario (lo impone hay que decir) para la organización y la pelea contra ese flagelo.
No es esta la única agenda de lucha abierta. El reclamo contra la violencia policial y la prepotencia de las fuerzas represivas se suma como tarea urgente. Allí están los hechos de tortura cometidos contra dos jóvenes integrantes de La Garganta Poderosa hace pocas semanas para ponerlo en evidencia. Digamos, dicho sea de paso, que las Policías -y fuerzas como la Prefectura- que hoy torturan o asesinan son las mismas que tuvo bajo sus órdenes el llamado “modelo nacional y popular”. Ahora solo se sienten un poco más liberadas. Pero en lo esencial, son parte de la “herencia recibida”.
El listado de las afrentas que sufren las amplias masas de la población trabajadora, las mujeres y la juventud podría extenderse, casi de manera interminable, ocupando aún más caracteres. Su enumeración es solo el primer paso de toda pelea. El consenso conservador construido por el conjunto del arco político burgués cumple la función de obturar la extensión de la lucha contra las mismas.
En pocas semanas el Frente de Izquierda realizará un acto nacional en el estadio de Atlanta. Se trata de una convocatoria histórica, que tiene lugar luego de varias décadas. Convocatoria que no hace más que evidenciar el crecimiento sostenido en el terreno nacional de la influencia de la izquierda. No de cualquier izquierda, sino aquella que postula una política de independencia de la clase obrera.
Allí, entre decenas de miles de luchadores y luchadoras de todo el país, se harán presentes estas demandas y reclamos. Allí encontrarán también la voz que las amplifica y extiende. El acto deberá ser entonces –y lo será- la tribuna de esas peleas que el consenso conservador de Macri, Francisco y el kirchnerismo hacen lo posible por borrar de la escena nacional.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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