jueves, 11 de agosto de 2016
El futuro de Cambiemos: entre turbulencias mundiales y desequilibrios domésticos
De manera irreversible Argentina terminará el año con una caída de al menos 2 % del PIB. Las perspectivas de reactivación están condicionadas por la economía mundial y latinoamericana.
Semanas atrás el Fondo Monetario Internacional bajó las perspectivas de crecimiento mundial por el Brexit. Incluso, no descartó que el panorama pueda empeorar aun más. Incertidumbre es la palabra repetida con insistencia en los documentos del organismo para graficar el momento actual.
La producción mundial languidece bajo la impronta de un bajísimo crecimiento en los países centrales. Luego de años de desacople, las economías llamadas emergentes están sincronizando su performance a lo que ocurre en las potencias, en una dinámica donde todos tienden a un crecimiento anémico o directamente al estancamiento.
Claro que hay desigualdades y varios países mantienen el crecimiento. Es el caso de China. Pero el gigante asiático crece a tasas cada vez más bajas (a un nivel apenas superior al 6 %, del cual no hay registro en más de veinte años) que no le permiten seguir siendo la locomotora que arrastre al resto de las economías de menor tamaño.
Luego del Brexit, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) también revisó a la baja los pronósticos para toda la región, que prácticamente permanecerá estancada este año (se contraerá 0,8 %), cayendo un escalón más en relación descenso sufrido en 2015.
En América del Sur la situación es aún peor que en el resto de Latinoamérica, en particular por la caída del gigante brasileño, pero también por Venezuela. El país vecino es el principal socio comercial de Argentina. El destino de la economía argentina está atado a lo que pase al otro lado de la frontera donde las encrucijadas económicas y políticas no son pocas.
A este mundo en crisis es al que Cambiemos pretende integrar a Argentina, como si no estuviera ya ligada por mil lazos al mercado mundial.
Sin reacción
La economía argentina terminará el año con una caída de por lo menos 2 %. En la recesión local, aunque pesan fuerte las implicancias de las medidas de ajuste adoptadas por el gobierno que condujeron a la caída de la actividad, también influye la retracción del comercio mundial y de los precios de las materias primas luego de alcanzar récords años atrás.
Por eso la devaluación, además de límites estructurales profundos que refieren a la baja competitividad y productividad, no termina de reactivar el comercio exterior.
El Balance Cambiario del Banco Central (BCRA) muestra un déficit de cuenta corriente de U$S 8.578 millones en el primer semestre del año.
Si bien se registra un superávit comercial (exportaciones menos importaciones) por cerca de U$S 6.000 millones, el mismo está en descenso y no alcanza a cubrir la enorme sangría del intercambio turístico, los fletes internacionales, servicios profesionales, pero principalmente el pago de intereses que superaron los U$S 9.000, mayormente correspondientes a deuda externa.
En los primeros seis meses del año, las empresas remitieron ganancias a otros países por casi U$S 1.500 millones mientras la inversión directa en el nuestro alcanzó U$S 1.304 millones. En decir, se llevan más dólares que los que ingresan.
La inversión llamada de cartera, que entra para aprovechar en el corto plazo la “bicicleta financiera” fogoneada por el BCRA, aporta montos que se aproximan a la inversión directa. Es una muestra más de la “confianza” en las perspectivas económicas de largo plazo.
Además de los pagos de intereses de la deuda externa, otro flujo importante de divisas hacia fuera del sistema económico local se da por la formación de activos externos (algo así como una medida de la fuga de capitales) que extrajo U$S 6.000 millones en sólo seis meses.
Con la cancelación en efectivo a los fondos buitres aceptando casi todos los términos reclamados por los especuladores y el juez Thomas Griesa el macrismo dejó constancia de que seguirán siendo "pagadores seriales", esa tradición creada por el kirchnerismo.
Ese pago conquistó el corazón del capital financiero internacional que ya otorgó crédito por más de U$S 30 mil millones los primeros meses de Cambiemos. Es dinero entra por una ventanilla y se va por la otra en los pagos de la propia deuda y en fuga de capitales.
Se trata de un pasa manos en beneficio del capital financiero internacional que en el camino va dejando una hipoteca gigantesca que paga el pueblo trabajador con el ajuste presente y futuro.
Contrariando su propia ideología económica el gobierno enfrenta un déficit fiscal creciente. Este año se agravó, entre otros movimientos, por la quita y baja de retenciones al agronegocio, el pago de intereses de la deuda (que duplican la suba interanual del resto de las partidas presupuestarias) y por la recesión que achica la recaudación en términos reales.
Los analistas locales e internacionales miran con lupa el problema fiscal. Lo advirtió uno de los principales bancos internacionales de inversión hace unas semanas. Saben que no se solucionará este año y muy difícilmente el próximo por las necesidades electorales.
Por lo tanto, el gobierno no logrará en lo inmediato una baja sustancial del costo de endeudamiento, que es uno de los objetivos centrales que persiguió con la entrega a los buitres.
La economía del primer semestre atravesó el túnel del terror. No está claro que vaya a salir de allí en el segundo. La apuesta del gobierno es a impulsar una serie de iniciativas que actúen como control de daños para aminorar el malestar social e intentar una reactivación hacia el año que viene: reparación “histórica” a jubilados, obras públicas, blanqueo, entre otras.
Si a escala internacional el capital encuentra cada vez más escollos para colocar rentablemente sus ganancias en la esfera productiva (de allí la predominancia financiera de los últimos años), la situación no es mucho mejor en estas tierras, a excepción de las inversiones en el sector agroexportador.
Hablar de la lluvia de inversiones extranjeras probablemente caiga pronto en desuso. Por eso, de manera cada vez más clara, la posible salida del túnel reposará en lo que el gobierno pueda hacer en obra pública y desarrollo de infraestructuras.
Una paradoja para el gobierno de Cambiemos que apostó todo a la sutil "mano invisible" del mercado y terminará entregado a la rústica mano del Estado de la que comieron los Lázaro Báez junto con los amigos y familiares de presidente, Nicolás Caputo y Ángelo Calcaterra.
Con los escándalos de corrupción que se ventilan en el show mediático cotidiano la obra pública es una suerte de “juguete rabioso” con el cual el macrismo todavía no sabe bien que hacer retrasando su reactivación.
El camino no está despejado. La posibilidad de llevar adelante un plan de obras públicas que mínimamente empuje algo la economía depende de lo que el gobierno logre recaudar con el blanqueo.
La expectativa económica entro en un impasse a la espera de lo que harán los que fugaron capitales y evadieron impuestos. La mente de los que orquestan el aprovechamiento del blanqueo no está puesta en la reactivación económica, sino en las ventajas que pueden sacar con los beneficios que ofrece el perdón fiscal.
Con el déficit fiscal en niveles elevados, el volumen de blanqueo debería ser muy grande para que alcance, además de para financiar las cuentas públicas, para generar un sobrante para volcar a la reactivación.
Habrá una primera muestra de la voluntad de los evasores en los primeros días de septiembre con la suscripción de uno de los bonos ofrecidos. Para una expresión más definitiva habrá que esperar recién a fines de diciembre que es el tope de tiempo antes que se encarezca el blanqueo.
Si se confirman las estimaciones oficiales, el gobierno ganará un poco de aire. El resultado final es incierto aun, pero un ingreso moderado de capitales dejaría la suerte política de Cambiemos a la buena voluntad de los prestamos de la banca internacional que reclama cada vez más ajuste para hacer sustentable el retorno de su capital.
Para eso cuenta con la valorada ayuda de la burocracia sindical y la oposición patronal que en pos de la gobernabilidad votó el pago a los buitres y el blanqueo de capitales. Son servicios inestimables, pero que cuestan caro, agravando el déficit público como los fondos que irán a las provincias y a las obras sociales sindicales.
La fiesta del ajuste recae enteramente sobre el pueblo trabajador con la inflación y la recesión.
Pablo Anino
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