Hace tres años la Legislatura neuquina, en escandalosa votación, daba por finalizado el proceso de concesión de su primer cluster masivo en la explotación de hidrocarburos no convencionales. El periplo de meses de negociaciones, fue aprobado a libro cerrado y rubricó el acuerdo entre la emergente empresa mixta YPF y la norteamericana Chevron.
Desde que Neuquén construyó sus designios al calor de la producción energética, vivimos permanentes cambios de estados económicos que se corresponden a estados anímicos de la clase política dominante local. La dependencia que genera una economía de enclave petrolera, brinda una hegemonía altanera al Movimiento Popular Neuquino (MPN), que se pone en tensión ante las variables económicas propias de la actividad hidrocarburífera. De esta manera pasamos del oficial, “Neuquén, país, país”(1), la “Neuquén saudita”, la tierra prometida en donde el mundo posó sus ojos, “manantiales de vida”(2); a la provincia del esfuerzo, de la falta de diversificación económica, de la dependencia petrolera como una maldición obligada y el Estado como un pesado lastre donde unos patriotas regionales se esfuerzan para sostenerlo.
Esta manía con la que se maneja el poder por parte del MPN, desde hace más de medio siglo, ha generado condiciones dignas de un gran laboratorio de crisis recurrentes donde cientistas sociales podrían hacerse un picnic. La extracción hegemónica de los hidrocarburos, sumados a la producción eléctrica y de agua pesada en menor escala, son el corazón de la dinámica económica. El sobrevivir a un precio del barril bajo, es para esta burguesía comerciante, apropiadora de la renta petrolera, uno de los obstáculos a sortear a fines de garantizar su futuro como conducción política dominante.
En el caso del gobierno nacional que impulsó el cambio de políticas en materia energética, lo hizo con un doble movimiento que contó con la utilización de un capital simbólico acumulado de tendencia desarrollista, en donde el extractivismo con distribución tenía asidero y aceptación. En el caso de la supuesta “recuperación” de YPF se hizo, además, basándose en la vieja identidad ypefiana. Y a su vez se realizó a través de una transnacionalización y transferencia a cambio de renta futura a algunas de las multinacionales más poderosas del mundo. En eso se basó la paradoja extractiva del kirchnerismo: entrega de los recursos al poder concentrado imperial en nombre de la identidad nacional y popular en función de apropiarse de renta inmediata para asegurar el supuesto “desarrollo con inclusión”
Es en este contexto local en donde el proyecto imperial del fracking se inserta, llevando a Neuquén a convertirse en poco tiempo en la zona más perforada por fuera de las fronteras de los Estados Unidos. Tal proceso de acumulación de capital actual, consta de un aumento sostenido de transferencia a las empresas petroleras a fines de sortear la inversión inicial y los vaivenes del precio del petróleo.
Tras la caída mundial del precio barril, la contratendencia del gobierno kirchnerista fue de aumentos sostenidos, generando una transferencia del bolsillo del trabajador a las arcas de las empresas que extraen en boca de pozo, garantizando que el hidrocarburos fluyan y los estados productores se hagan de la renta provenientes de las regalías. Este peligroso círculo virtuoso de la burguesía post desarrollista extractiva se encontró con la torpeza neoliberal de Cambiemos, quienes tras el traspaso de gobierno generaron un tarifazo. Hacer con el gas el camino que el kirchnerismo hizo con los combustibles fue la decisión que generó un shock tarifario que terminó judicializado, con fallo en contra por parte de la Corte y un aire de improvisación en el consciente colectivo nacional que debilita mucho a quienes prometían “el mejor equipo de la historia”.
Todo indica que esta pesada herencia, transformada en “sinceramiento” tarifario, destinado a las arcas de la cadena de valor energético, no solo es un improvisación macrista, sino más bien una continuidad del camino emprendido allá por el 2012, cuando Miguel Galuccio, se encargó de abrir la puerta de Vaca Muerta ante los ojos del mundo en distintas rondas de negocios. Ser un país productor y encontrarse entre los más caros del mundo en los valores finales de combustibles, es la consecuencia obligada de un osado proyecto neoliberal inserto en contexto geopolítico mundial en reconfiguración. Tomar a la energía como un derecho, desmercantilizar y democratizar su acceso es una tarea que puede materializarse si se desanda el costoso camino de la locura del fracking.
Una sociedad que rompe con el relato
El camino a Vaca Muerta requería de grandes inversores y las distintas ronda de negocios traían como resultante inmediata la billetera de un socio incómodo, la mundialmente cuestionada Chevron. Tras la condena en Ecuador por la contaminación de la Amazonía, la causa contra la petrolera norteamericana se transformó en un cuestión de Estado para el gobierno de Rafael Correa, aliado del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además, en términos de producción, la política de desinversión de Chevron en su yacimiento emblema, El Trapial, en Neuquén, fue muy similar a la expropiada Repsol.
El pacto con Chevron es todo un hito de la historia actual que incluye reglas ocultas, subsidios y transferencias a las empresas petroleras, y un desconocido número de empresas off shore. Incluso un polémico decreto realizado a la medida de las demandas de Chevron fue finalmente transformado en ley para garantizar el desarrollo de Vaca Muerta.
Al momento de la firma se la mostró como la socia necesaria e ideal por su experiencia operativa en el mundo shale norteamericano, el tiempo mostró que fue un inversor con muchos beneficios y pocos riesgos. Si bien el contrato firmado aún se encuentra oculto, las condiciones que han sido públicas a través de las presentaciones de las empresas a la Comisión de Valores de Estados Unidos dan cuenta de garantías y condiciones no vistas hasta el momento en el mundo hidrocarburífero nacional.
Este desembarco contó con un rechazo inmediato en las calles neuquinas que tuvo como respuesta una fuerte represión el día que la legislatura respaldó el acuerdo entre la provincia e YPF, creando las condiciones para la operatoria de la sociedad YPF-Chevron. Además se sumó la quema de casas de la comunidad mapuche Campo Maripe, ubicadas dentro del área concesionada.
A tres años de este puntapié inicial en el juego de tronos del fracking, el gobierno nacional cambió, el provincial manifiesta su dependencia en el control de hegemonía atada al desarrollo de los no convencionales y los intendentes buscan compensar su falta de recursos con fuentes de financiación petrolera. Mientras tanto, partidos políticos, organizaciones sociales, el obispado neuquino, docentes, organizaciones feministas, sindicatos y asambleas comienzan a poner en tensión al cuento del fracking como único camino posible de desarrollo.
1) Así reza el himno provincial adoptado como oficial desde los años 90.
(2) De esta manera pretendió llamar el gobernador Jorge Sapag a Vaca Muerta, en plena teleconferencia la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner le desestimó la propuesta y en su lugar dijo que tendrían que llamarlo “Vaca Viva”.
Martín Álvarez Mullaly
Investigador del Observatorio Petrolero Sur (OPSur). Miembro de Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES).
Fuente: La Izquierda Diario
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