domingo, 21 de agosto de 2016

Horacio Salgán (1916-2016)



Ha muerto Horacio Salgán siendo centenario. Su vida, así, transcurrió en la casi totalidad de la historia del tango, que fue –sin duda– el territorio donde desenvolvió su arte. Es curioso que esa historia del tango podríamos completarla con la del compositor y pianista Rosendo Mendizabal, muerto en 1913, tres años antes del nacimiento de Salgán, ambos notorios hijos afroargentinos, comunidad muchas veces ignorada en la génesis de nuestra música popular.
Su familia había sido golpeada por la crisis del ‘30 y de muy pibe tuvo que salir a laburar. Pero su peculiaridad consistió en que ya a los 14 años tenía una sólida formación musical y sus primeros trabajos estuvieron relacionados con la ejecución instrumental. Esto signaría su vida, que terminó siendo una enorme contribución a la cultura popular.
A los 20 años lo contrató Roberto Firpo como pianista de su orquesta y Miguel Caló le dio la importante responsabilidad de que hiciera los arreglos musicales para la Orquesta de las Estrellas que tenía en el piano al genial Osmar Maderna. En 1944 se sintió maduro para armar su primera orquesta con un cantante entonces desconocido: Edmundo Rivero.
Su personalidad artística fue inicialmente incomprendida y perdió su contrato con la radio y la grabadora. Sonaba distinto y sus detractores decían que sonaba “raro”; a su vez, Rivero no entraba en la convención de los cantantes atenorados. En esa época comenzó a dedicarse a la composición y salió a la luz “Del 1 al 5”, que alude a los días de cobro. También “Don Agustín Bardi”, en homenaje al gran músico; “Entre tango y tango”; “La llamo silbando”; “A plazo fijo” y su obra talismán “A fuego lento”.
En 1950 se encontró con el otro gran vanguardista, Astor Piazzolla, y juntos grabaron un disco en el que por primera vez quedó para la historia su “A fuego lento”, que luego fuera incorporado al repertorio de las más importantes orquestas.
En 1957 conoció al guitarrista Ubaldo De Lio con el que harían una dupla que duró hasta su última presentación en 2010. En el ‘60 armaron el Quinteto Real con Enrique Francini en el violín, Pedro Laurenz en bandoneón y Rafael Ferro en contrabajo y los dos amigos en piano y guitarra. Esta formación terminó por ser legendaria. Su integración fue variando con el tiempo, pasando el violín a manos de Antonio Agri y el bandoneón a Leopoldo Federico y posteriormente a Néstor Marconi. El quinteto tocó en el Lincoln Center (1972) y en el Colón (1973) como expresión de su consagración y reconocimiento público.
En el ‘76 estrenó el “Oratorio Carlos Gardel”, con letra del poeta Horacio Ferrer, que significó una nueva mirada sobre la música popular donde el tango se juntó con la zamba y la milonga campera, como en los buenos tiempos en que el zorzal criollo se decía “cantor nacional” evitando fronteras entre la música urbana y rural. Por esa época se dio el gusto de grabar con su primer cantor, Edmundo Rivero, antes resistido y ahora consagrado y con el gran Roberto Goyeneche, entonces en su apogeo.
Su última actuación fue en el 2010 con motivo del Centenario, pero quedará en la memoria de las nuevas generaciones que accedieron al tango, sus memorables tenidas en el Club del Vino, reducto final –en su momento– de lo mejor de la música popular.

Enrique Morcillo

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