Mi viejo, Cayetano Víctor Hugo da Vila, era uno de los demandantes, declarantes y victima en la ´mega causa´ de La Perla.
La Perla fue un centro de detención y extermino de personas, en predios del III Cuerpo de Ejército, que comenzó a operar en el año 1974 bajo la dirección del “Comando Libertadores de América”, una organización paramilitar liderada por Luciano Benjamín Menéndez. Porque la “lucha contra la subversión” –el exterminio del activismo obrero y estudiantil– comenzó durante el gobierno de Perón-Perón, lo cual incluyó golpes de Estado provinciales, propiciados por el mismo Perón, contra los gobiernos afines a la izquierda peronista. Fue lo que ocurrió en Córdoba, contra el gobierno de Obregón Cano-Atilio López, de la izquierda peronista. Se lo conoció como el Navarrazo, por el nombre del jefe de la policía provincial, Antonio Navarro.
Córdoba siempre fue una ciudad industrial, la ´Detroit argentina´. La huella que el movimiento obrero le imprimió a la cultura de “la Docta” se palpita en cada cuartetazo, el buen humor y en millones de expresiones de solidaridad; pero, sobre todo, en ese fantasma que recorre la memoria colectiva del pueblo trabajador que es el Cordobazo. Esto también significó que Córdoba fuera una de las provincias que más sufrió el encarnizamiento de los represores, antes y después del golpe, porque el objetivo estratégico era la exterminación física de una vanguardia obrera que controlaba las fábricas y talleres.
Muy pocas veces he hablado del presidio de mi padre por ser militante político de las FAL, organización a la que estuvo ligado Alberto Piccinini, secretario general de la UOM Villa Constitución. Era delegado gremial de ATE en la fábrica militar de aviones de Córdoba. El jamás utilizó su condición de ex detenido-desaparecido para arrogarse algún tipo de autoridad política. Por el contrario, aborrecía a quienes si lo hacían.
Recuerdo que despotricaba contra algunos organismos de derechos humanos por lavarle la cara a tal o cual personaje. En cambio, siempre destacó el rol “vital” de la organización “Familiares de detenidos-desaparecidos por razones políticas”. “Ellos metían y sacaban gente del país”, me dijo en algún momento mi viejo. Se refería a que ayudaban a ingresar a compañeros perseguidos en países vecinos y a salir a los compañeros que estaban muy comprometidos en Argentina.
Me resulta inevitable hablar de mi padre para sacar referirme al fallo condenatorio contra Menéndez y demás represores y escribir así, en primera persona. Creo que es la primera vez que lo hago en casi 20 años de militancia.
Durante uno de los alzamientos militares de los 80´, me quedó grabado a fuego un recuerdo de mi viejo, a pesar de que yo era un niño. Mi madre se apuraba para ir a la reunión de un ateneo radical “para defender la democracia” y mi viejo le dijo con mucha firmeza: “no te olvides de quién pedía exterminar a la guerrilla fabril”. Más tarde comprendí que mi padre se refería a que todos los partidos políticos del régimen habían colaborado políticamente con la represión, como Balbín reclamando mano dura para el sindicalismo combativo que no habían logrado detener, a pesar de la vuelta de Perón, del Brujo López Rega y de la Triple A.
Estas condenas llegan con casi 40 años de demora. Y no incluyen a todos los responsables. Los jueces no condenaron a los funcionarios que “prestaron” el radicalismo y peronismo. No condenaron a los grupos económicos que impulsaron la dictadura ni a quienes se beneficiaron con ella, como los Macri, Fortabat, Pescarmona.
Este fallo no nos devuelve a los compañeros caídos, ni la vida en vida que perdió mi viejo. ¡Pero cómo no sonreír cuando mi hermano me escribe que Menéndez recibía su 14° condena perpetua!
Mi padre no estuvo físicamente presente en la lectura de la condena de Menéndez, pero sí lo estuvo a través de nosotros, sus hijos y sobrinos, que abrazamos la causa de la revolución socialista y la lucha contra la injusticia, que defendemos las preguntas de qué, cómo y por qué contra la embrutecedora idea de aceptar los hechos consumados y los dogmas.
Está presente en la acción militante de quienes ponemos el cuerpo para defender las ideas bajo las banderas de la clase obrera.
Y mi viejo también estuvo presente, de alguna forma, a través de la militancia del Partido Obrero, en el cual nunca militó, pero en cuyas columnas marchaba firmemente cada 24 de Marzo, desde el año 1998 hasta su fallecimiento.
La perpetua a los milicos nos das ánimo, nos da un momento de alegría. Pero vos sabes, viejo, que lo nuestro va en serio, que luchamos por verdadera justicia, la que se definirá en la arena de la lucha de clases. Vamos a hacerle pagar a todos los que lucraron y se enriquecieron a costa de la sangre de los compañeros.
Como decía el cantito del Cordobazo, “¡luchamos por un gobierno obrero, obrero y popular!”.
Victor Da Vila
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