Nuevamente se agitan los fantasmas de la reforma laboral, uno más de los eslabones necesarios para redondear ejes de la agenda estratégica del neoliberalismo conducido por el ingeniero Mauricio Macri. Con éste nuevo impulso es preciso delimitar la racionalidad política que la promueve, para despejar dudas respecto a que sea una medida asilada. A modo de presentación diré que esta reforma en ciernes representa una necesidad estructural de toda una política que busca imponer la primacía del capital sobre el mundo del trabajo.
Podría situar de forma esquemática a la reforma laboral como un instrumento complementario para favorecer la recomposición de la tasa de ganancia del capital, léase de las clases dominantes, es decir, recuperar una porción de dinero que habían perdido a manos del incremento de salarios de los trabajadores. Digo complementario, porque el instrumento genérico para realizar esta acción ha sido el proceso inflacionario que permitió re direccionar recursos desde el bolsillo del trabajador hacia los grupos concentrados de la economía, destacando la diferencia respecto del proceso inflacionario anterior, donde su causa central podría ubicarse en la puja distributiva con paritarias que equiparaban y en muchos casos superaban los índices inflacionario. Dicho esto, asigno una segunda tarea a la reforma que impulsa el ejecutivo: la reconfiguración de la matriz productiva del país, alejándose de un proceso de reindustrialización para dar paso a la ratificación de la agro-industrial y sustituir el perfil industrial por uno de servicios, tal cual manifestase la vice presidenta Gabriela Michetti. Como veremos, estos ha de consumarse acompasado con otros instrumentos como el apoyo a los sectores productivos rentables y la sugerencia de reconversión de aquellos que no lo son. Sobre la base de este boceto, la reforma laboral suma el impulso de la modificación del esquema sindical de convenios colectivos por actividad por uno que cierre convenios por empresa, apostando a licuar cualquier resistencia sindical.
La cabecera de playa que importa la editorial del diario La Nación promocionando la necesidad de la reforma laboral en sentido amplio, es un empujón comunicacional del cual el gobierno no puede privarse para arremeter con la reedición de una flexibilización laboral que pone en tela de juicio parte sustancial de la normativa que protege al trabajador. Dice La Nación actuando como vocero del gobierno: “La forma de incentivar y facilitar la demanda de trabajo es flexibilizar y facilitar la contratación”, en abierta referencia a la incorporación de nuevos contratos basuras, extender el objeto del contrato de trabajo apelando a la polifuncionalidad del trabajador y la extensión del período de prueba en otros temas. Otra exigencia infaltable está referida al reclamo de institucionalizar la reducción de las contribuciones patronales, los aportes. Esto es un ítem que no solo se vincula a la reducción de gastos por parte del empleador, sino que necesariamente importa un desfinanciamiento directo del sistema previsional, con lo cual uno puede vislumbrar otra iniciativa latente detrás, la reaparición de la AFJP, precisamente cuando estas nuevas políticas fuercen un escenario de déficit del sistema previsional. Esta táctica aceitada por la derecha a través de la cual se induce a la quiebra de aquello que se quiere desguazar no es novedosa.
Nada queda librado a la improvisación en estos temas, sino que remiten a lo mismo. En esa traza debe interpretarse la cortina de humo discursivo emanada del diario de los Mitre, según la cual se dinamiza la creación de empleo cuanto más fácil y económico sea esto; afirmación notoriamente falaz, basta mirar la reforma laboral del menemato y la crisis en el empleo que generaron medidas similares. Por el contrario, ese combo sólo genera empleo de menor calidad y salarios a la baja. Dicho de forma básica, solo importa un costo menor del insumo trabajo para los empleadores. Resulta muy fácil establecer una conexión entre esta iniciativa y la ley impulsada por Cambiemos y secundada por el Frente Renovador del diputado Sergio Massa enfocada en el empleo joven, en el contexto de la negativa de sancionar la doble indemnización por despido. En ambos casos la política de reducción de aportes está presente.
Decíamos que la triada central de la reforma que se viene apela a menores cargas sociales para contratar barato, flexibilización para despedir fácil y la eliminación de la indemnización para despedir sin costos; en este último caso impulsado la creación de un fondo con aportes del trabajador y contribuciones del empleador, forzando la ignominia de que sea el mismo trabajador quien deba efectuar aportes para su propia indemnización. Pero el horizonte buscado por Macri respecto del mundo del trabajo no se detiene allí, sino que contempla una seria de políticas convergentes con las enumeradas, entre las cuales el tema sindical y la reconversión industrial son estratégicas, veamos.
Exige la tribuna de opinión de la derecha que “Se debería asignar preferencia a los acuerdos laborales de nivel menor”. Esto implica reemplazar las negociaciones que hoy llevan a cabo los sindicatos por actividad (metalúrgicos, camioneros, etc.) por meros acuerdos por empresa, diluyendo la fortaleza sindical. Este eje que podría considerarse descabellado esta hilado con una visión que las carteras de trabajo e industria nacional propugna, la división entre empresas de alta rentabilidad y las que no lo son, de tal forma que segmentan entre competitivas, tal el caso de las que se dedican a alimentos, las de mediana competitividad, como las automotrices, y las no rentables como electrodomésticos o textiles, las cuales deberán reconvertirse/disolverse, para lo cual la pérdida de poder sindical es imprescindible. Esto ya se encuentra en marcha y puede verse a través de la puesta en ejecución de otras políticas como la de favorecer la importación de bienes de consumo (en los primeros seis meses del año se incrementó la importación un 10%) entre los que se encuentran se contabiliza fuertes incrementos de importaciones de textiles, calzados, línea blanca y alimentos.
Frente a este escenario el movimiento obrero organizado no puede esconder la cabeza, no solo porque debilitara al movimiento en sí, pese a que algunos sindicatos se fortalecerán, sino porque es liberar una semilla que en el mediano plazo pondrá en aprietos la legitimidad de la conducciones obreras que no sean capaces de enfrentar la crisis del trabajo que se avecina. Con estas tensiones y contradicciones de fondo, el camino de la unidad de acción se impone. Los compañeros de la economía social, es decir el 30% de trabajadores informales, tampoco pueden creer que se esté frente a una batalla que les es ajena ya que existe una conexión directa entre el nivel de empleo registrado, la baja del consumo y sus propias posibilidades de subsistencia. De tal modo que ambos sectores deben confluir para confrontar con esta nueva embestida, pero también para participar de la construcción de la salida política que la unidad de acción haga parir.
Mariano Massaro.
Miembro fundador Grupo Walsh.
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