Los dichos de Cordera fueron muy ofensivos para la mujer y la sociedad. Es lógico reaccionar frente a eso. Del mismo modo habría que hacerlo con las expresiones y acciones de Aranguren y del genocida Menéndez.
Esta vez el cantante que se hizo muy conocido con la Bersuit explotó en los medios; no por algún tema suyo ni por versionar otro hit como el de “devolvé la bolsa” que no era propio pero lo parecía. Gustavo Cordera hizo lamentables declaraciones ante alumnos de periodismo en un taller de TEA, donde justificó las violaciones de mujeres porque las juzgó como histéricas. Y se lamentó de no poder tener sexo, dicho elegantemente, con chicas de 16 años que estarían encantadas de hacerlo.
Cuando tamañas barbaridades se colaron en las redes sociales, su primera reacción fue culpar al alumno que las había filtrado, poniendo al mensajero como el responsable. Luego reiteró el conocido “sacaron de contexto mis palabras”. Y así hasta que pidió unas disculpas que casi nadie estaba dispuesto a dar.
Fue saludable la ola de repudios desatada tras ese papelón, que lamentablemente también ensució al mundo del rock. Allí abundan conceptos machistas aunque sin llegar a ese nivel apologista de violencia y violación.
No estuvo mal que Mendoza y Córdoba levantaran recitales de Cordera y que algunas radios resolvieron no pasar sus temas. “La letra con sangre entra”, diría Sarmiento. Pueden ser sanciones que ayuden a reflexionar al rockero travestido de cuasi violador.
Lo fundamental no son esas sanciones sino el debate social y cultural, incluyendo acciones judiciales como anunciaron organismos ligados a los derechos de las mujeres. Lo esencial, le parece al cronista, es que el Estado y la sociedad retomen este y otros temas en los planes de estudio de las escuelas públicas y privadas desde el primer grado. Se trata de una lucha cultural contra fenómenos arraigados que durará muchísimos años. Por eso mismo hay que empezarla cuanto antes, o en todo caso, mejorarla sensiblemente.
Educación sería el remedio para esa enfermedad o desviación. Y en lo que hace a las sanciones, lo mejor sería una probation con Cordera trabajando gratis en entidades de mujeres, adolescentes, maduras y ancianas, durante dos o tres años. No hay que cortarle su carrera musical ni tratarlo como a un genocida porque no lo es, aunque en estos días lo haya disimulado bastante bien.
Fueron 30.000.
Lo importante es que la sociedad tenga una visión política madura y amplia como para juzgar con la misma vara a situaciones que son graves, más que los dichos del Pelado.
Por ejemplo, las declaraciones de Mauricio Macri al portal norteamericano BuzzFeed donde dijo no saber si los desaparecidos durante la dictadura fueron 9.000 o 30.000. Luego se refirió a ese período nefasto de la historia como la de una “guerra sucia”.
Ese enfoque levantó flor de polémica, sobre todo con los organismos de DD HH. Desde Madres de Plaza de Mayo en sus dos vertientes (Asociación de Hebe de Bonafini y Línea Fundadora de Nora Cortiñas) hasta Adolfo Pérez Esquivel del Serpaj, pasando por Abuelas y Estela de Carlotto, lo cuestionaron a fondo.
Esos crímenes fueron cometidos durante la dictadura militar cívica y los apologistas de ese terrorismo de Estado quisieron ningunearlos, negando los hechos o disminuyendo el número de desaparecidos. Y en segundo lugar, esos sectores complacientes con aquel régimen, polemizaron con los organismos y demás sectores democráticos afirmando que los sucesos se habían enmarcado en una supuesta guerra. Y en toda guerra, se sabe, se cometen “excesos y errores”, diría Videla.
Macri retomó ese discurso favorable al Proceso, poniendo en duda el número de detenidos-desaparecidos, que la historia democrática estimó en 30.000. No es ni fue nunca una cifra exacta sino estimada, del mismo modo como se calcula que los nazis exterminaron a 5 millones de judíos, cifra aceptada internacionalmente sin tener exactitud. A nadie, fuera de los nazis, que todavía existen, se le ocurriría negar esa cifra estimada ni pedir nombre por nombre para recién sumar y chequear el resultado preciso.
Objetivamente que impugnar o desconocer la cuenta de las 30.000 víctimas es hacerle un favor al terrorismo de Estado. Y ese mal paso dio el presidente en aquella entrevista.
Es como si hubiera impugnado que los niños apropiados por los represores fueron entre 400 y 500. Tampoco esa es una cuenta perfecta; no podría haberla por la ilegalidad y el terrorismo de Estado imperante, por los partos clandestinos, las mujeres que estaban embarazadas y no lo sabían sus familiares al momento de ser secuestradas, etc. Lo cierto es que Abuelas ya lleva recuperadas 120 identidades y les faltan aún varios centenares, una tarea en la que Macri no ha colaborado en lo más mínimo. Por caso, podría haber aleccionado a los militares en la reciente cena de camaradería de las FFAA para que reclamaran a los ya retirados dar información para hallar a las personas que aún buscan las Abuelas.
No lo hizo. En lugar de eso les planteó que debían prepararse para participar de la lucha contra el narcotráfico, un asunto que tienen vedado por ley.
Y todavía peor fue el enfoque macrista ante BuzzFeed respecto a la caracterización de lo sucedido con el golpe de 1976. Hubo una “guerra sucia”, dijo. No fue guerra sucia ni limpia, le contestó Carlotto, fue terrorismo de Estado.
El falaz concepto presidencial estaba planteando de otro modo “la teoría de los dos demonios”. Que fue tan sucia la violencia de los militares como la de los guerrilleros o subversivos. En los juicios por delitos de lesa humanidad y en las marchas por los derechos humanos, por caso los 24 de marzo, ha quedado bien claro que hubo un solo demonio. Macri y el PRO no lo comparten. Por eso no se los vio nunca en ningún juicio ni en ninguna plaza de la Memoria, Verdad y Justicia. Han tenido inasistencia perfecta.
Otros repudios necesarios.
En la semana hubo otras serias ofensas a la sociedad y a la democracia con las que no repiquetearon tanto los medios, sobre todo los hegemónicos.
Por caso, no se puede pasar por alto las últimas palabras del ex general Luciano B. Menéndez en el juicio por la megacausa La Perla que tendrá sentencia el 25 de agosto en Córdoba. El militar puede tener allí su condena número 19, cuando ya atesora 16 cadenas perpetuas y otras dos por penas inferiores.
Menéndez quiso hacer su descargo respecto a la apropiación del nieto de Sonia Torres, de Abuelas Córdoba, y de la quiebra de la empresa Mackentor. De eso no fue responsable, dijo, pero del resto sí se hizo cargo, orgulloso, con la interpretación de que aquí se había librado la guerra internacional contra el marxismo. Y que la represión no fue ilegal porque fue autorizada por los presidentes constitucionales Isabel Martínez e Ítalo Luder.
La represión comenzó con esos mandatarios y con la Triple A, pero con ellos hubo 1.500 víctimas del campo popular. El grueso de los desaparecidos y asesinados vino con la dictadura militar-cívica, que derrocó a la presidenta constitucional, cerró el Congreso, prohibió los partidos políticos, intervino sindicatos, impuso la censura y cometió tantos delitos de lesa humanidad. Esa parte del inventario no apareció en el relato del genocida del Tercer Cuerpo.
El repudio social debiera alcanzar tanto a Macri con su refrito de la “guerra sucia” como al fascista general de la “guerra legal contra el marxismo”, supuestamente gracias a la cual se vive en democracia. Falso. La dictadura fue derrotada en parte por la resistencia de Madres, Abuelas y Familiares; por las protestas de trabajadores ante el plan económico de Martínez de Hoz; por los reclamos bien que postergados de los partidos políticos; y en buena medida por el colapso del régimen militar tras el fracaso de Malvinas.
Parece increíble que después de 33 años de vuelta a la democracia haya que estar discutiendo estos temas. Semejante obstinación en deformar la historia tiene que ver con que no han sido derrotados los factores de poder que hicieron posible aquella dictadura. Los continuadores de Martínez de Hoz como parte del elenco estable de los monopolios nacionales y extranjeros han conservado todo su inmenso poder económico y financiero. Y lo usan para seguir expandiendo sus negocios, ahora con políticos como Macri del mismo modo como antes emplearon a generales, almirantes y brigadieres.
Un ministro como Juan J. Aranguren, ex CEO de Shell, que dicta desde Energía un brutal tarifazo para que lo paguen los más pobres, es coherente con aquel gabinete de “Joe” que venía de presidir Acindar. Energía y su falta de audiencia pública para decidir tarifas es compatible con ese tiempo de autoritarismo militar. Sus ordenanzas para que las petroleras, gasíferas y eléctricas ganen fortunas, van en línea con aquel capitalismo de monopolios de 1976. Si hasta se parecen en la terrible apertura de la economía para la importación masiva de productos, que fue récord y ahora puede batir esa marca.
Desde el punto de vista de sus palabras, lo de Cordera fue muy grave, alentando violaciones y eventuales femicidios. Atento al daño social producido, lo de Aranguren es un atentado a la gente y la vida. Hitler mataba en cámaras de gas, Menéndez en La Perla y el ex de Shell va multiplicando pobres con la tarifa.
Emilio Marín
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