En un punto fundamental, macristas y kirchneristas han compartido el relato: Argentina redujo la deuda externa a un digito del PBI en la ‘década’ – una hazaña financiera planetaria.
Argentina habría quedado excluida así de la crisis mundial, algo que comparte hasta el reputado The Economist. Ortodoxos y heterodoxos coinciden en esta opinión. En definitiva, los K habrían resuelto una hipoteca histórica que agobió a Argentina durante cuatro décadas.
Pero… Según informa Clarín hoy (9.12), un vencimiento de deuda del Tesoro con el Banco Central, en enero próximo, por u$s 9.800 millones, que no formaría parte de aquella minúscula deuda externa, sería cancelada con un Bonar 24 por el financista Prat Gay. El Banco Central vendería la mitad de este título – u$s 5 mil millones – y conservaría la otra mitad como garantía.
Como un movimiento contable, una deuda calificada de “inter-estado” se convertiría en deuda externa, lo cual haría saltar por los aires el ‘milagro’ argentino. Quedaría demostrado que el ‘desendeudamiento’ no fue más que un cambio de manos de la deuda externa, que retorna ahora a su fuente original. El asunto es que el vencimiento de enero es apenas la primera cuota: el total se encuentra entre los u$s 72 y 105 mil millones. Pucha.
Lo que ocurrirá con la deuda del Tesoro con el Banco Central se repetirá con la Anses – que tiene en alforjas unos u$s 35 mil millones. Como el Senado aprobó el mismo miércoles 9 el 15% de la recaudación de Anses a las provincias, la elite macrista también venderá los bonos en poder del organismo a acreedores privados – en cuotas. Queda demostrado en la práctica que la deuda externa de Argentina que dejan los K alcanzaría al 50% del PBI – lejos del solo dígito. Pero como el PBI de u$s 600 mil millones se reducirá un 30% como consecuencia de la devaluación del peso, la relación de la deuda superará el 60%. Añadamos que el gobierno MM pretende pagar con bonos las deuda sin registrar – por importaciones, giros de utilidades e intereses, con los fondos buitres y hasta las del mercado de futuros, unos bonitos 70 palos verdes.
La suma de estas operaciones no entraña ningún financiamiento internacional, pues se trata solamente, en un caso, de dar liquidez a deudas del Tesoro que ya existían y, en otros, a registrar deudas ya contraídas. Para obtener financiación extranjera habrá que emitir deuda por encima de todo esto. Nada de todo esto agrega la incorporación de un activo productivo para Argentina. Lo que anuncia oficiosamente el macrismo lo habían prometido Macri-Pinedo y Scioli-Bein en la campaña electoral.
Tenemos entonces un cuadro de bancarrota, o sea sin condiciones para contraer deuda nueva. Argentina no ofrece garantías de repago; primero hay que crear esas garantías, por ejemplo a través de la devaluación del peso, el ajuste de los gastos sociales, la reducción de salarios, la pérdida de conquistas laborales – o sea la recreación de las condiciones para recuperar niveles de ganancia medios o extraordinarios. La misma edición de Clarín anuncia las concesiones políticas: por ejemplo, “la reanudación de la cooperación con la DEA, el FBI y la CIA” para “apoyar las gestiones del nuevo gobierno para obtener ayuda en el Banco Mundial o en un club de bancos privados” (Daniel Santoro).
Argentina ingresa al equipo de países que reclaman un rescate del capital financiero internacional y sus estados, y a un período de mayores convulsiones sociales y políticas.
Jorge Altamira
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