Con algunos días de demora, llegaron las nuevas directrices del modelo económico PRO.
No caben dudas que los cambios son profundos ya que dejan atrás al proyecto político kirchnerista sustentado en la alianza entre trabajadores, organizaciones sociales y empresas pyme abastecedoras del mercado interno, hacia otro conducido por un Estado al servicio del sector agroexportador, las empresas concentradas en AEA (cámara que asocia a las grandes corporaciones) y la banca.
Para corroborar quienes serán los ganadores y perdedores del nuevo modelo, sólo hay que describir las medidas anunciadas esta semana: una megadevaluación del 40%, eliminación de retenciones a la exportación de productos primaros e industriales, quita de subsidios a los servicios públicos –esperan bajarlos a la mitad en 2016- y un aumento de la tasa de interés que para LEBAC alcanza al 38%.
En un país que exporta alimentos como Argentina, una fuerte suba del precio internacional de estos productos medidos en pesos, se traslada al mercado interno por una sencilla razón: si antes se vendía una botella de aceite de maíz a un dólar ($10) al mercado local y ahora, la misma botella, la puedo vender a $15 en Europa y además no resigno rentabilidad porque me eliminaron las retenciones, el precio en Argentina también será de $15, a menos que ese empresario quiera perder plata. Billetera mata aplauso y alegría en Pergamino.
Por otro lado, los anuncios de vuelta al endeudamiento externo en sumas cercanas a los U$S 15 o 25 mil millones para poder dejar en manos del mercado la cotización del dólar, sumado al incremento de las tasas de interés en pesos, ha puesto de parabienes a los bancos, cuyas acciones empezaban a valorizarse tanto aquí como en Wall Street.
Sacando del galpón la vieja bicicleta financiera, cuando se establezca un dólar estable, se podrán ingresar divisas libremente, cambiarlas a pesos, comprar activos financieros y luego volver al verde con una ganancia del 38% en dólares cuando en el mundo esa rentabilidad no llega al 5 por ciento.
Otro de los sectores que aplauden las medidas han sido los exportadores de insumos difundidos como Techint o Aluar, cuya producción se dirige en grandes proporciones al mercado internacional, y en el local son fuertes formadores de precios, lo que implica el mismo mecanismo descripto para nuestro productor de aceite: trasladan la devaluación del peso y la quita de retenciones al interior de la cadena metalmecánica local, incrementando fuertemente los precios de autos, línea blanca, materiales para la construcción, etc. También las grandes firmas energéticas se envalentonan con tarifas que tenderán al precio internacional. Además ya avisaron que podrán repatriar sin restricciones a sus casas matrices o vía todo tipo de triquiñuelas –los CEOS son especialistas– sus utilidades y dividendos.
En el otro rincón, pierden los trabajadores, los jubilados, los que perciben asignaciones como la AUH, pensiones y demás ingresos no salariales. A ellos se suman las empresas pyme que reciben el impacto de los mayores costos de sus insumos importados o nacionales y que a su vez se verán acorralados por la apertura de las importaciones.
Mayor competencia internacional, mayores costos y caída de sus ventas debido a que sus clientes locales verán enflaquecer su poder adquisitivo, anuncian el fin de modelo de crecimiento impulsado por el mercado interno, el empleo y salarios altos.
Para el matutino El Cronista, hoy y siempre alineado al neoliberalismo, "la corrección cambiaria tiene un impacto heterogéneo y reorientará los incentivos e inversiones a las actividades exportadoras. Ganadores serán los bancos, el agro, la minería y el turismo receptivo. Y entre los perdedores se contarán la industria textil, calzado, muebles, y asalariados".
Las retenciones no son sólo un instrumento fiscal sino, fundamentalmente, una herramienta para desacoplar precios internos e internacionales y además sirven para emparejar en algo las competitividades relativas entre el campo y la industria.
Estas medidas abren la puerta a la vuelta del modelo agroexportador –ahora llamado supermercado del mundo en lugar del granero del mundo- y a la reprimarización de toda nuestra economía, ya que habrá más incentivo para invertir en el campo que en la industria. Para muestra de la transferencia al sector agrario basta un botón, que seguro se importará. La eliminación de las retenciones al trigo, maíz, girasol, sorgo, cebada, carnes y productos industriales y la reducción al 30% a la soja, le costara al Estado Nacional unos $ 31.900 millones anuales a valores de 2015. Actualmente las retenciones son el quinto impuesto de mayor recaudación nacional, con cerca de $ 76 mil millones anuales estimados para 2015.
El complejo sojero aporta un rutilante 68% del total recaudado en concepto de retenciones, los demás primarios un 22%, mientras que el total de los productos industriales, apenas el 10 por ciento.
Este importante agujero fiscal, calculado a un dólar de $ 10, podría elevarse aún más para el año 2016, ya que para un promedio anual –que pareciera bajo– de $ 15, el Estado dejaría de recaudar $ 36.500 millones por la eliminación de las retenciones industriales y productos agropecuarios y unos $ 11 mil millones adicionales por la reducción de 5 puntos al complejo sojero.
Es decir, la pérdida total ascendería a $47.500 millones. Para poner en contexto el desfinanciamiento del erario público, con la transferencia de ingresos que el Estado le concede al sector exportador, se podría incrementar un 50% la AUH ($ 36 mil millones), asegurar el tan ansiado 82% móvil para los jubilados que ganan el haber mínimo y hasta sumar un bono para fin de años a jubilados, nada mal en tiempos de aceleración inflacionaria como los que corren.
Un cálculo alternativo del regalito que Macri colgó en el arbolito de las patronales agropecuarias lo realizó el colega Marcelo Zlotogwiazda. Considerando que el complejo sojero exporta U$S 20 mil millones por año, la rebaja de 5 puntos en las retenciones junto con un aumento del 40% en el dólar, el ingreso adicional que recibirán será mayor a los $ 60 mil millones anuales a valores de hoy.
A eso se agrega el ingreso extra para el resto de los productos agropecuarios distintos al complejo sojero. De todas las medidas, no hay ninguna que intente compensar la segura caída de los salarios e ingresos reales, que pasaron a ser un costo más y no la principal fuente de crecimiento. En esto, también cambiamos.
Alejandro Robba
Tiempo Argentino
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