sábado, 12 de diciembre de 2015

La farsa del “diálogo nacional” y el ajuste por decreto



Scioli, Massa, Stolbizer y Rodríguez Saá avalaron el llamado de Macri a la “unidad”. Mañana verá a los gobernadores. El bonapartismo cambia de color: un Congreso sin sesiones extraordinarias y un gobierno a puro decreto.

Casi todos los ex candidatos presidenciales pasaron ayer por los salones de la Casa Rosada. La única excepción fue Nicolás del Caño del Frente de Izquierda, que hizo explícito su rechazo al llamado de Macri. Hoy sábado, en la misma sintonía, el nuevo presidente verá a los gobernadores provinciales en la Quinta de Olivos.
Este viernes la agenda de reuniones se abrió desde las 10.30, se interrumpió al mediodía y reinició desde las 15hs. Los candidatos pasaron en estricto orden de “representatividad”, es decir según la cantidad de votos obtenidos el pasado 25 de octubre. Cada uno tendría luego la oportunidad de hablar en conferencia de prensa para dar sus impresiones.
Scioli definió el encuentro como una “reunión fructífera”, afirmó que la campaña “ya terminó” y se ofreció a colaborar con el nuevo gobierno. Massa saludó el llamado y se propuso aportar a construir una política donde “se pueda ser opositor, pero proponiendo”. Stolbizer se sintió “moralmente obligada” a reivindicar el llamado al diálogo y destacó el discurso de Macri en la Asamblea Legislativa, que podría pasar a la historia como uno de los más vacuos que se recuerden en ese recinto. Rodríguez Saá se deshizo en alabanzas, se mostró “sorprendido por la convocatoria”, habló de un “tiempo nuevo” y de la Coparticipación.
Los términos “unidad” y “diálogo” fueron repetidos en exceso. La escenografía de los encuentros estuvo cuidadosamente planificada para mostrar la idea del consenso. Primero las fotos con Macri, hablando “de igual a igual”, y luego una conferencia de prensa con dos atriles, uno para el ministro Frigerio y otro para un ex candidato.
Los motivos de tanto montaje escénico, amplificado hasta umbrales increíbles por la “Corpo” mediática, hay que buscarlos en la “gran política” de la clase dominante argentina, encaminada a lograr un ajuste económico que permita recuperar niveles de rentabilidad. Una vez más, “la política es economía concentrada” (Lenin).

El laberinto macrista

Los caminos del ajuste que prepara Macri tienen que cubrirse, necesariamente, con el manto del “consenso”. No por elección sino por necesidad. Las condiciones que parieron su mandato se lo dictan.
El carácter de una elección altamente polarizada en el balotaje, lo limitado de su propia base electoral (24% en las PASO) y la (auto) imposición de un discurso plagado de demagogia y frases hechas -tanto en la campaña como en las primeras horas de gobierno- determinan los límites sobre los que debe pivotear para impulsar la agenda de ajuste que la economía capitalista exige.
A esos condicionantes de origen es preciso añadir lo limitado de una “fuerza propia” entre los mandatarios provinciales, la burocracia sindical y las cámaras legislativas nacionales y menos que menos en “la calle”. Si algo faltaba en este cóctel, recordemos el “desplante” de la bancada kirchnerista en su acto de jura.
Este laberinto político le impone la necesidad de -siguiendo los consejos de Leopoldo Marechal- “salir por arriba”, buscando en la esfera de los acuerdos políticos superestrucuturales el necesario consenso para avanzar en las medidas de ajuste. En pos de ese objetivo, el desfile de ex candidatos presidenciales buscó crear la imagen de un diálogo que no es tal. Los visitantes hicieron la pantomima de expresar sus “preocupaciones” y Macri les correspondió la farsa en pos de “trabajar todos juntos”.
Pero la imagen del diálogo oculta los carriles por donde discurrirá la política “real”, marcada por rasgos autoritarios o, para ser más precisos, bonapartistas.
La verdadera herramienta de gobierno en los meses venideros serán los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) dado que el Poder Ejecutivo no convocará a sesiones extraordinarias del Congreso. Hasta el 1° de Marzo, fecha de inicio de las sesiones ordinarias, las decisiones presidenciales se implementarán con el mismo mecanismo que “republicanos” e “institucionalistas” criticaron a mansalva bajo el kirchnerismo (que efectivamente hizo uso y abuso del recurso).
La devaluación de la moneda; los ajustes fiscales; los cambios en los subsidios y, consecuentemente, la suba de tarifas; y los acuerdos con los fondos buitres serán decididos por Macri y sus ministros. Así, la pantomima del diálogo habrá servido para encubrir la apelación a los métodos del bonapartismo político. La figura presidencial será el centro de las decisiones políticas y económicas que hacen al conjunto de la nación.
Sus ex rivales lo comprendieron y corrieron gustosos a posar para la foto. Massa, como buen peronista, fue el que ilustró lo esencial del cónclave al anunciar que “ponía a disposición” sus equipos técnicos y económicos por 90 días para ayudar en la implementación de los DNU.

Los límites del consenso de clase

La agenda “consensualista” de Macri y el llamado al diálogo nacional a ex candidatos y gobernadores nacen de su debilidad política de origen, pero también de la necesidad de implementar una serie de medidas antipopulares. Precisamente porque el “clivaje” que determinó el resultado electoral de noviembre –apelando a jerga de los politólogos- fue la división “ajuste-no ajuste”.
Scioli descontó distancia denunciando el ajuste que preparaba su rival. Esa denuncia desapareció este viernes temprano. Aquí tampoco “fue magia”. Macri, por su parte, triunfó a costa de desdibujar su propio programa económico. De conjunto, ambos orquestaron una gran campaña de ocultamiento de sus verdaderos objetivos, acordes a las necesidades del gran capital. Precisamente por eso, el “consenso por arriba” -que solo rompió Nicolás del Caño este viernes- no representa un consenso social y político “por abajo” para avanzar, sin trabas, en medidas de ajuste. Todo ataque abierto a las condiciones de vida de las masas está destinado a despertar resistencias.
Es preciso añadir que la apelación al uso de DNU posiblemente acentúe la contradicción entre las aspiraciones de amplias capas de la población, que votaron contra los mecanismos del “bonapartismo” político kirchnerista, solo para encontrarse ahora con su versión en color amarillo.
Más temprano que tarde comenzará a quedar en evidencia para millones de personas, que el verdadero papel de la farsa del “diálogo nacional” tuvo por finalidad barnizar la política de ajuste por decreto. La resistencia estará entonces en las calles, los lugares de trabajo y de estudio. Allí la izquierda trotskista, una fuerza que cuenta con representación política en el Congreso pero también arraigo en sectores de vanguardia obrera y juvenil, será parte activa de la lucha. Mientras tanto, los “comensales” de Macri estarán del otro lado.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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