martes, 1 de diciembre de 2015

La continuidad de Barañao



¿Qué explica la continuidad del ministro de de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, en el gabinete de Cambiemos?
Desde estas mismas páginas hemos resaltado que su "afinidad" con Monsanto le ha valido para persistir en su cargo. Otros han revelado cuánto le deben los laboratorios, uno de los sectores que más han aportado a la campaña de Mauricio Macri. Otros, sin embargo, prefieren destacar sus dotes como científico, el gran respaldo dado a la ciencia a la hora de explicar su continuidad.
Lo que es indudable es que el ministro ha tenido el elogio desenfrenado tanto del gobierno CFK como de Cambiemos, lo que indicaría, en principio, una similitud de intereses sociales.
El respaldo a su gestión por las buenas relaciones con el mundo empresarial data de mucho tiempo. Desde la presidencia del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, entre 2003 y 2007, cultivó una fuerte asociación con empresas emblemáticas por su costado contaminante, ofertando científicos para que se integren a sus investigaciones, lo que pasó con Monsanto, con la Barrick Gold, con Chevron, con parte del mundo de los agronegocios como Bioceres, Aapresid, etc. Desde el Conicet, organismo dependiente de su ministerio, se abrió una línea de trabajo para investigadores que al trabajar con empresas obtienen ciertos privilegios que los sitúan por encima de los científicos que investigan en forma independiente y tienen estrictas pautas de evaluación. No sólo no tienen evaluaciones rigurosas, sino que a diferencia de los independientes, tienen más y mejores subsidios y más becarios.
Su currículum como científico tiene muchos grises, entre otros el promocionado programa de creación de la oveja Dolly (en 1997, sacrificada en 2003 por signos prematuros de envejecimiento) y el similar, que llevó a la primera ternera obtenida por fertilización in vitro, "Pampa". Ninguna de esas experiencias produjo algún avance significativo en el sector. Participó, además, en Conabia, organismo encargado de autorizar la liberación de materiales animales y vegetales obtenidos mediante ingeniería genética (transgénicos) y participó en el equipo que diseño el Plan Estratégico 2005-2015 para el Desarrollo de la Biotecnología Agropecuaria, redactado a la medida de las multinacionales Monsanto, Advanta, Bayer, Nidera y Syngenta.
Sus públicas controversias con Andrés Carrasco en defensa de la red de agronegocios, y específicamente del glifosato, lo pintan de cuerpo entero. Como prueba está su respuesta reciente en una entrevista periodística. ¿Qué piensa de los reclamos ambientalistas por los daños de las fumigaciones con agroquímicos sobre la salud humana?, le pregunta el periodista. Barañao contesta: De acuerdo con el prospecto de los plaguicidas, no hay peligro.
Durante la gestión K mucho se habló de la repatriación de más de 800 investigadores, el incremento en cantidad del total de científicos, la cuadruplicación de los becarios, el aumento de sus salarios y del bienestar incomparable del que gozaría el mundo científico. Nada más alejado de la realidad: la incorporación o el regreso de científicos se dio en medio de una completa anarquía, sin medios para trabajar, sin planes claros de investigación, con grandes falencias estructurales, todo esto acompañado de un paupérrimo presupuesto que apenas llega al 0,6% del PBI, muy por debajo de países como Brasil, que destina el 1,21% a Ciencia y Técnica.
La precarización laboral de investigadores, becarios y de todo el personal de apoyo es una constante, además de los descuentos por ganancias y promesas de cambios de régimen jubilatorio que jamás se cumplieron.
En manos de este personaje está nuestra ciencia. Las grandes multinacionales del negocio agroalimentario, la minería y el petróleo han saludado su confirmación porque lo consideran un aliado. El pueblo lo seguirá sufriendo.

Raúl Stevani

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