miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cristina, Macri y la noche de los bastones cortos



Una batalla cósmica por la entrega de los atributos presidenciales representados por dos símbolos de linaje monárquico y colonial. La democracia del bastón y la banda. Republicanos que buscan el centro del universo y populistas que no lo quieren abandonar.

«(...) pues el común de los hombres tiene en los ojos la principal guía de su razón, y no comprenderían la igualdad, que les anunciamos, mientras nos viesen rodeados de la misma pompa y aparato con que los antiguos déspotas esclavizaron a sus súbditos. (Decreto sobre supresión de honores al Presidente de la Junta y otros funcionarios públicos. 6 de diciembre de 1810) »

La transición venía tranquila, incluía una colaboración mutua y hasta la entrega soberana de ministros de un gobierno a otro (Lino Barañao!), junto a decenas de reuniones protocolares para garantizar el traspaso en paz, orden y administración.
Pero la “década ganada” se cruzó con la “revolución de la alegría” y se sacudieron a simbólicos bastonazos, frente a la mirada indiferente y atónita de la gran mayoría de la sociedad. La excepción fueron las minorías intensas que continúan en sus micromundos la lucha de clases medias.
La historia del símbolo del bastón presidencial habla del carácter de la contienda que se libra entre el personal de los gobiernos saliente y entrante, cuyos personajes montaron un espectáculo grotesco sobre el suelo de un país con problemas de otra índole.
El bastón es una analogía del cetro de los monarcas europeos y las varas de mando que los virreyes y alcaldes coloniales utilizaron simbólicamente hasta la primera década del siglo XIX. La banda presidencial, mientras tanto, está inspirada en la banda de la Orden de Carlos III que lucen los reyes españoles desde 1771, con los colores de la bandera argentina y un sol dorado en el centro.
Según algunos estudiosos de estos símbolos “uno de los principales atributos del gobernante es representado por el cetro, pues a nivel universal el cetro simboliza el eje del mundo y el centro del cosmos; de tal modo, el soberano que lo porta se constituye a sí mismo como eje rector de ese universo”.
La esperanza blanca del “republicanismo” triunfante está en guerra porque el derrotado “populismo” bonapartista al que presuntamente no le interesa este tipo de simbolismo vacío e insustancial, debe entregarle los atributos que le permitan ocupar el eje rector del universo argentino. Y tremendo acto debe realizarse muy republicanamente en el centro mismo del cosmos nacional: la Casa Rosada.
Los republicanos exigen que se obsequie a su flamante presidente el poder concentrado en un símbolo monárquico, acompañado por una banda colonial; los populistas claman por la democracia y la república y afirman que los atributos (monárquico y colonial) deben ser entregados en la democrática escribanía, conocida como asamblea legislativa.
La disputa escaló y llegó a la justicia porque la coalición Cambiemos presentó un recurso bajo la forma de una “medida cautelar” para que Macri sea considerado presidente efectivo a partir de las 12 horas del miércoles o las cero del jueves. El kirchnerismo rabioso salió inmediatamente a denunciar un "golpe" que tiene fecha de vencimiento 24 horas después.
Finalmente, Juan Carlos Pallarols, el orfebre encargado de confeccionar el bastón, completó el combo de este nuevo sainete nacional y afirmó: "Si no hay acuerdo por el traspaso, le voy a dejar el bastón a la Virgen de Luján". El símbolo monárquico en manos de la justicia divina, porque los poderes laicos y democráticos no saben tratarlo con el debido respeto que se merece tremenda institución milenaria.

Traspaso o barbarie

El primer presidente que recibió la banda y el bastón presidenciales fue Domingo Faustino Sarmiento el 12 de octubre de 1868. Cuentan que en la ceremonia de traspaso, cientos de ciudadanos entusiastas en su afán por presenciar el acontecimiento entraron por la fuerza a la Casa de Gobierno, rompieron ventanas y treparon a todo tipo de muebles. El “loco” Sarmiento, coherente con su condición política y de clase, afirmó en relación a estos hechos que “jamás se ha presentado espectáculo más innoble y vergonzoso”.
En estos días, frente a la crisis económica que deja el kirchnerismo y la devaluación más anunciada de la historia, adelantada intencionalmente por el macrismo, la disputa de las mayorías no es precisamente por entrar con entusiasmo y a la fuerza a la Casa Rosada o al honorable Congreso de la Nación. La escena que se repite cotidianamente es la entrada apurada (y en algunos casos desesperada) al supermercado mientras se disparan los precios, con los bienes del consumo popular picando en punta y con seria amenaza de seguir cuesta arriba.
El espectáculo innoble y vergonzoso lo brinda el país burgués -que incluye a republicanos y populistas-, en una batalla a muerte por los símbolos políticos de la cultura monárquica, legados como fantasmas gravitantes sobre la restringida democracia argentina.
Luego del triunfo de Cambiemos en el balotaje, se multiplicaron los análisis que aseguraban que estábamos ante el inminente cierre de la “grieta” producida por la crisis de representación, ante un nuevo equilibrio armónico entre representantes y representados y frente a la reconstrucción de un régimen político sólido y estable.
La postal de la “batalla cultural” por el bastón y la banda evidencian que el cosmos en el que habitan y “combaten” los representantes tradicionales a veces se desplaza hacia un universo paralelo a la realidad en la que vive o sobrevive la mayoría popular acechada por otras preocupaciones mucho más urgentes y profanas.
Dicen que el largo del famoso bastón se adecua a la estatura del receptor. En este caso, tanto la emisora como el receptor protagonizarán su noche los bastones cortos.

Fernando Rosso
@RossoFer

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