martes, 5 de julio de 2016

Las Provincias Unidas, antes del Congreso



El 9 de julio se cumplirán 200 años del Congreso de Tucumán. ¿Qué ocurría en las Provincias Unidas del Río de la Plata un año antes?
1815 fue un año de viraje. Luego de la derrota de Napoleón, en Europa triunfaba la reacción y la Santa Alianza rediseñaba el mapa del viejo continente. En España, Fernando VII era repuesto en su trono, aplastando a los liberales y planteándose la reconquista de sus posiciones americanas.
Por el contrario, en el Río de la Plata, único baluarte no recuperado por los españoles, la situación se radicalizaba.
A esa altura, las Provincias Unidas estaban literalmente partidas en dos. De un lado Buenos Aires y las provincias orientadas por el Directorio porteño.
Del otro, el Sistema de los Pueblos Libres, el bloque de provincias que reconocía el liderazgo de José Gervasio de Artigas. ¿Qué había llevado a esta polarización? En 1811, una segunda oleada revolucionaria que tuvo su centro en la Banda Oriental y se extendió hacia nuestra Mesopotamia actual, derrotó y aisló al poder español en Montevideo. El gobierno porteño, en manos del Triunvirato -una camarilla que respondía a la burguesía comercial nativa y británica, y actuaba a instancias de la diplomacia inglesa-, consumó una mayúscula entrega. Aceptó el retiro de las tropas porteñas y la entrega de la Banda Oriental y de lo que hoy sería Entre Ríos a los realistas. Estos obtuvieron de este modo una victoria en la derrota, que fue respondida por un gigantesco éxodo de masas rurales y urbanas encabezado por Artigas y que pasó a llamarse “la Redota”. En 1813 el Triunvirato convocó a la Asamblea Constituyente que declinó declarar la Independencia, a instancias de la diplomacia británica aliada en ese momento con la Corona española contra Napoleón. Asimismo, rechazó la participación de los delegados de la Banda Oriental, los únicos elegidos a través de asambleas y portadores de un mandato que planteaba declarar la independencia, constituir una república, organizar una federación igualitaria, habilitar los puertos de Maldonado y Colonia como modo de romper la política de puerto y Aduana únicos en manos de la oligarquía porteña, prohibir que tasa alguna o derecho se imponga sobre artículos exportados de una provincia a otra y proclamar la libertad civil y religiosa “en toda su extensión imaginable”. En enero de 1815, el nombrado Director Supremo de las Provincias Unidas, Carlos María de Alvear, fue más a fondo en su política contra el alzamiento que se extendía por el Litoral, proponiendo a Artigas la entrega de la Banda Oriental a condición de que éste renunciase a orientar la rebelión en el resto de las provincias. Artigas rechazó este planteo en nombre de la unidad política y territorial de las Provincias Unidas. Por su parte, el Directorio redobló la apuesta entreguista, proponiendo a los ingleses el dominio del Río de la Plata. A la vez, frente a un clima de agitación en Buenos Aires provocado por el aumento del pan y la carne, Alvear puso en pie un Estado policíaco, a través del destierro y la pena de muerte. En marzo de 1815, Santa Fe rompió con el Directorio y se sumó al Sistema de los Pueblos Libres, un signo del fin de la dictadura.
A esa altura, el Sistema reunía a la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba. Con San Martín gobernando Cuyo y preparando el Ejército de los Andes y Güemes en el norte, el aislamiento y debilidad de los porteños alentaba la expectativa de una nueva organización federal.

Sube la ola federal. Cae Alvear

Tras la victoria federal ante el Directorio, en Guayabos, en enero de 1815, los restos del ejército porteño abandonaron la provincia Oriental y poco después Montevideo quedó bajo el control de las fuerzas de Artigas.
El impacto de esta ocupación fue enorme en todo el territorio del ex virreinato. El artiguismo, como cabeza de la causa federal y anticentralista, alcanzó una enorme autoridad política. Se produjeron alzamientos insurreccionales a favor de la causa federal en Santa Fe y Córdoba, se amotinó el ejército porteño en Fontezuelas. Pocos días después cayó Alvear y se disolvió la Asamblea del año XIII, en medio de una algarabía generalizada.
Artigas eligió no gobernar desde Montevideo sino que dejó al gobierno de la ciudad en manos de un gobernador y del Cabildo y, en base a lo propuesto en las Instrucciones a los diputados de la Asamblea del año XIII, fundó una nueva capital a orillas del río Uruguay a la que denominó Purificación.
Desde allí se dictaban las medidas que eran aplicadas sólo con el aval de los gobiernos locales, dado que no se llegó a formalizar un verdadero gobierno central. Se pusieron en funcionamiento los puertos de Montevideo, Colonia, Maldonado y Santa Fe tanto para el comercio interior como exterior.

“Que los más infelices sean los privilegiados”

Luego de la recuperación de Montevideo, en la campaña se agravó la tensión entre las clases. Los hacendados más ricos intentaron retomar el control social del campo a través del desalojo de tierras ocupadas.
Mientras Artigas ponía el foco en que se incrementara la producción, los hacendados patriotas, por el contrario, intentaban poner el foco en la necesidad de restablecer el orden como condición para recomponer la actividad productiva. Es en este clima de virtual guerra de clases que Artigas dictó su famoso Reglamento Provisorio de Tierras.
Este planteó la confiscación de las tierras de “emigrados, malos europeos y peores americanos, que no hayan sido indultados” y también las que hayan sido vendidas o donadas por el gobierno entre 1810 y 1815, hasta que entraron los orientales a Montevideo.
Las “suertes de estancia” debían repartirse entre “los sujetos dignos de esta gracia con prevención que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres todos podrán ser agraciados en suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y la de la Provincia”.
Los terrenos debían tener el tamaño indispensable para satisfacer las necesidades de la familia adjudicataria.
Fue un completo programa agrario revolucionario adecuado al momento. Su punto de partida fue satisfacer las ansias y necesidades del sujeto social protagonista de las campañas revolucionarias, de esa gran población rural que acompañó a la revolución desde 1811. Intentó cambiar el eje de la economía oriental y crear y consolidar un nuevo sujeto social, promoviendo pequeños hacendados. Algunos han observado que no liberó a los esclavos negros, aunque sí le otorgó haciendas a los libertos y a los zambos. También a los indios -se ha dicho que Artigas es de los muy pocos líderes de la independencia que les dio un lugar preponderante a los indios.
Se equivoca Peña cuando caracteriza que “(las masas montoneras) tierra no buscaban ni les interesaba. A los gauchos del litoral ofrecerles una parcela hubiera sido insultarlos… Las montoneras no aportaban consigo un nuevo orden de producción. Se oponían a la oligarquía porteña, pero no podían contraponer ningún régimen de producción distinto a aquél en que se fundaba el poderío de la oligarquía porteña”1. La reforma agraria llevada a cabo en la provincia oriental demuestra exactamente lo contrario y se opuso al latifundio -no es lo mismo un tejido social basado en pequeños hacendados y una industria saladeril en desarrollo que una oligarquía latifundista.

Política comercial exterior e interior

Tras la caída de Alvear, las seis provincias que se agrupaban en el bloque federal fueron convocadas por Artigas a un Congreso en la localidad entrerriana de Arroyo de la China (actual Concepción del Uruguay) en junio de 1815.
Esas provincias conformaron una unidad política y económica en la que se pudo desenvolver un conjunto de políticas planteadas por el federalismo. Se procuró constituir una unión aduanera, con libre circulación de los bienes en su seno. El arancel exterior era alto para los productos que competían con la producción local, y más bajos para los de primera necesidad. El objetivo era preservar la producción local de las provincias federadas, pero también la de las provincias que no estaban integradas, como las de Cuyo, el Norte y Paraguay. Los comerciantes extranjeros sólo podían participar del comercio exterior, dejando la totalidad del comercio interior en manos de americanos.
Montevideo volvió a tomar un lugar de privilegio. Así, en los meses de 1815 posteriores a la recuperación de la plaza, fueron fletados más de sesenta barcos y, en 1816, a pesar de la invasión portuguesa, llegaron casi a un centenar.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata llegaron de este modo al Congreso de Tucumán con un país partido en dos, política y socialmente, y un levantamiento agrario en curso que, con sus peculiaridades, también tenía expresión en el Alto Perú y en Paraguay.

Christian Rath y Andrés Roldán

1. Peña, Milcíades: El Paraíso Terrateniente, Fichas, Buenos Aires, 1972.

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