martes, 25 de agosto de 2015

Lo que dejaron las elecciones en Tucumán



Las elecciones del domingo cierran una etapa que duró 12 años y tuvieron a Alperovich en el centro de la escena. Durante la jornada hubo muchos episodios que pusieron en cuestión la legitimidad de la votación, por lo que hasta los vencedores son cuestionados. La represión acelera los tiempos.

Según la página que dispuso el Correo Argentino, el escrutinio de las mesas se paró en el 81,55%. No continuó porque hay unos 300 telegramas objetados. Con estos datos, Juan Manzur (FpV) logró un 54,4% y José Cano (Acuerdo para el Bicentenario, ApB) un 40,7%. La otra gran disputa fue la capital, donde Germán Alfaro (ApB) ganó con un 49,7% y Yedlin (FpV) quedó atrás con el 38,5% de los votos.
Los hechos que marcaron la jornada son conocidos, y una enumeración basta: de a 20 a 30 fiscales de mesa en cada cuarto oscuro; una urna cerrada pero llena con 30 votos a Manzur antes de iniciar la votación; Gendarmería echando a los fiscales para reacomodar las escuelas abarrotadas, la quema de dos urnas en Sargento Moya; la denuncia de balaceras a locales del ApB; la golpiza a un trabajador de prensa que filmaba la entrega de bolsones; la quema de 27 urnas en San Pablo; un gendarme golpeado y la cacería desatada por Gendarmería, inclusive en el hospital; balaceras en La Florida; una carga de cómputos sospechosamente lenta; 42 urnas quemadas en toda la provincia; Gendarmería golpeando y deteniendo a fiscales del FIT en Los Ralos. Lo demás forma parte de la “fiesta de la democracia”: robo de boletas, reparto de bolsones y la puesta en funcionamiento de la maquinaria punteril (que no es sólo pejotista).
El triunfo de Manzur es, entonces, sumamente cuestionado. Este cuestionamiento puede resultar un importante escollo, que trasciende a las denuncias que esgrimen Cano-Amaya (y que respaldan Macri y Massa, amplificados por los medios nacionales opositores), es un componente del “humor social” frente a gobiernos que asumen, en murmullos, que gradualmente se aplicará un ajuste sobre el pueblo trabajador. Si el chiste ayer fue que “el dotor al final los ofló”, la pregunta de mañana puede ser “cuándo nos va a oflar el dotor a nosotros”. La represión desde la Casa de Gobierno a los manifestantes , mayormente votantes de Cano, ¿es un adelanto?

Los acoples

Estuvieron en boca de todos. Sólo en la capital compitieron 50 listas, la mayoría de ellas detrás de Manzur, y un número menor sumaban para Cano. Para algunos, la solución al (turbio) mar de boletas es el voto electrónico, o una boleta única (¿cuánto mediría una papeleta que contemple 50 listas?). Pero el problema es más agudo.
Cuentan que para las elecciones de 1999, el radicalismo –sí, el radicalismo– barajaba a Alperovich como candidato para enfrentar al bussista Topa en la capital. Alperovich se puso un objetivo: “quiero ser Intendente, no candidato”. Lo curioso es que para esa época, Alperovich pretendía aparecer en tres boletas de candidatos a la gobernación, Rodolfo Campero (UCR), Julio Miranda (PJ) y Gumersindo Parajón (PU). Un visionario. Sus rivales de la época rechazaron la oferta. Finalmente, la candidatura quedó trunca y el resto es historia conocida.
La ley de acoples fue sancionada tras la reforma constitucional de 2006, ¿acaso para Domingo Amaya, constituyente en aquella reforma, no era fraudulenta en ese momento cuando la votó? Herramienta privilegiada del oficialismo, ¿acaso la UCR no utiliza también los acoples desde la constitución del Acuerdo Cívico y Social? Para ilustrar, el PRO y Libres del Sur, fueron como acoples de Cano-Amaya. El PRO, dicho sea de paso, presentó una cautelar contra el voto a los 16 años, ¿democráticos? El cuestionamiento a los acoples es, en última instancia, un cuestionamiento a uno de los pilares del régimen tucumano.
La verdadera maniobra fraudulenta fueron los acoples, en donde la disputa misma llegó a ser entre los más grandes contra los más chicos, según el territorio en donde se esté. Gendarmería tenía órdenes de echar a los fiscales generales después de las 18 hs, favoreciendo así a los aparatos que contaban con fiscales de mesas. Totalmente antidemocrático. Fiscalizando para el FIT en Los Ralos, militantes del PO fueron reprimidos por Gendarmería; dos terminaron quebradas, una baleada con perdigones y el candidato a delegado comunal José Kobak detenido, mientras la fiscalía no da las razones ni explicaciones. Denuncian que trataban de impedir que un grupo ligado a un puntero alperovichista se lleve las urnas.
Herederos de los sublemas menemistas, los acoples han permitido al PJ contener al “trabajo territorial”, para que los caudillos no saquen los pies del plato. Que parezcan que se pelean, pero que se reproduzcan (los votos). Pero esta vez hasta Manzur tuvo que reconocer en medio de la arenga victoriosa que “algunos incidentes”, eufemismos, tienen que ver con “peleas entre los propios peronistas, lo que nos avergüenza”. Aunque no llegaron a quemar 27 urnas, en otras localidades ya se dieron cruces calientes por las intendencias. Un acoplado Darío Monteros derrotó a los Khoder en la Banda del Río Salí. En Alderetes la puja entre los alperovichistas Salomón y Silman, se resolvió a favor del bando de Silman. En Famaillá La Cámpora desafiaba a los faraónicos mellizos Orellana en una votación ajustada que habría dado como ganadora a la esposa de Enrique Orellana.
Pero otra figura se realzó en el peronismo. Germán Alfaro será el nuevo intendente capitalino gracias a los cálculos de un radical. Desde 2013, cuando Cano le ganó al alperovichismo en las legislativas, se descuenta un triunfo opositor allí. En las negociaciones para concretar el tándem Cano-Amaya, el radicalismo entregó como prenda la intendencia segura por el “objetivo mayor”, la gobernación. A la luz de los resultados, las boinas blancas festejaban en el Catalinas Park el triunfo en Bella Vista, Concepción y Yerba Buena. De la capital no hablaban, y no por una cautela necesaria. Astucia de la razón peronista, podríamos decir.
Por fuera de la polarización, que arrastró más del 95% de los votos, quedó el bussismo que alarga su agonía, logrando un legislador y un edil capitalino. Lo viejo que no termina de morir.
En el caso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, el resultado de las provinciales no logró acercarse al desempeño realizado en las PASO. Sin embargo, la intensa campaña llevada adelante plantea como desafío capitalizar políticamente la simpatía lograda en franjas de trabajadores, mujeres y jóvenes. En el plano electoral, el FIT se presentará como la única alternativa a los candidatos del ajuste –Scioli, Macri y Massa–, bajo la figura de Nicolás del Caño. La difusión de ideas hacia cientos de miles se combina con nuevos referentes, potencializando la perspectiva estratégica de construir una izquierda anclada en la fuerza social de los trabajadores y el pueblo organizado.

Con proyección nacional

Dos presidenciables arribaron a la provincia en las últimas horas del domingo. Daniel Scioli se instaló en la Casa de Gobierno y Mauricio Macri –acompañado por Ernesto Sanz– fue hacia el bunker del ApB. Fue el primer test electoral tras las PASO. Scioli apuesta a retener el casi 60% logrado en Tucumán, y Macri anhela que un triunfo de Cano le dé un impulso más hacía octubre.
Scioli llegó antes pero Macri pegó primero. El país escuchaba a un Macri exigirle que garantice paz y transparencia. El líder del PRO ya había recorrido la provincia durante la semana, planteando que el kirchnerismo planeaba un fraude en Tucumán. Scioli alcanzó a responder con una metáfora poco feliz para un gobernador con una provincia inundada, “ven el resultado y abren el paraguas”.
Tras una tensa calma en el despacho del gobernador, Scioli pudo festejar el triunfo de Manzur, vivido como un triunfo sobre Macri. En la madrugada del lunes, a las 2, fuegos artificiales anunciaban que el oficialismo se adjudicaba el triunfo gracias a una “tendencia irreversible”. Poco importó que para esa hora solo se fuera escrutando el 17%. Desde la mañana el bonaerense le reclama, con un leve énfasis, a su rival que reconozca la derrota de Cano, es decir, su derrota.
Con diez minutos de diferencia y con dos cuadras de distancia de Manzur, Cano y Amaya se hacían presente en el Correo Argentino, pedían que se suspenda el escrutinio provisorio y se declaraban ganadores. Mientras, Macri fogonea la idea del fraude, que encuentra elementos de realidad, para que al menos si su alfil Cano no gana, el triunfo de Scioli sea cuestionado.

El día después

La represión con balas de gomas y gases de la movilización convocada como un “cacerolazo contra el fraude” –motorizada por el canismo– plantea el interrogante de si la deslegitimación puede abrir una crisis política en el régimen provincial, con alcance al gobierno nacional. Crisis que la oposición, sin límites geográficos, buscará capitalizar. Ahora, las elecciones del domingo tienen un sabor amargo para Scioli y el triunfo de Manzur se desvanece en el aire.

Maximiliano Olivera
@maxiolivera77

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