Primero la dictadura y luego el menemismo habían considerado “inviable” la explotación. Esta semana se vio concretado el proyecto que recuperó el yacimiento, erigió una central térmica y la interconectó al sistema eléctrico nacional.
El entusiasmo que deja entrever el ministro Julio De Vido (Planificación Federal) en estos días se justifica. La interconexión de la central térmica de Río Turbio y el logro de la primera entrega de energía a la red nacional eléctrica que tuvo lugar esta semana significó, para el funcionario y para el país, romper varias barreras históricas al mismo tiempo. El proyecto puesto en marcha en 2006 consiguió recuperar un yacimiento carbonífero que parecía condenado al fracaso y las frustraciones, después de haber sufrido, durante tres décadas, el abandono primero y una concesión privada, luego, ineficaz y fraudulenta. Ese proyecto contempló la recuperación del yacimiento y la construcción de una central térmica para que el carbón pueda salir del Turbio transformado en energía eléctrica. Hasta que la obra no se concretó, también sufrió los embates de quienes la juzgaban inviable. Con la prueba técnica de esta semana quedó demostrado que la Central Térmica Río Turbio estará en condiciones de aportar, en 45 días, 240 megavatios a la oferta eléctrica nacional, utilizando 1,2 millones de toneladas de carbón del yacimiento que, como resultado de las inversiones ya realizadas, estará en condiciones de producir 2 millones de toneladas al año, con reservadas probadas para 375 años de explotación. Hasta hace no muchos años, algunos consideraban que las minas de Río Turbio debían cerrarse definitivamente por “antieconómicas”.
Por diversos motivos, el carbón de Río Turbio tuvo una historia traumática. El inicio de la explotación fue demorado por décadas debido a la resistencia de los sectores conservadores en el país a permitir el desarrollo de una estrategia de producción nacional de energía. Recién a partir de 1943, ante los problemas de desabastecimiento con el carbón importado desde Gran Bretaña, a raíz de la segunda guerra mundial, el desarrollo de un proyecto de producción nacional se aceptó como imprescindible. En el año 1951, el gobierno de Juan Domingo Perón puso en producción las minas 1, 2 y 3, cuyo carbón sería transportado hasta la costa atlántica por el recién inaugurado ferrocarril Río TurbioRío Gallegos.
En 1976, tras el golpe, se da el primer intento de privatización, que no se concretó pero frenó las inversiones con el consecuente deterioro de la infraestructura, las maquinarias y la producción. Ya desvalorizado, su explotación pasó a manos privadas en 1993, e inició un período, hasta 2004, que eslabonó nuevas frustraciones y escándalos. Ya rescindida la concesión –el último concesionario, Jorge Taselli, fue más tarde procesado por defraudación–, en 2005 se lanza el Plan de Recuperación Integral del Yacimiento. Tres años después se daba inicio a las obras de la central térmica.
El proyecto de recuperación se orientó hacia la incorporación de la cuenca carbonífera del Turbio a la ecuación energética nacional. Se evaluó la conveniencia de la conversión del carbón en energía eléctrica en el mismo lugar de origen de la materia prima para lo cual, en búsqueda de una mayor viabilidad económica, se potenció la capacidad de producción de la mina. La recuperación integral del yacimiento, para llevarlo a una producción de dos millones de toneladas de carbón por año, demandó una inversión hasta ahora de 5124 millones de pesos. La construcción de la central termoeléctrica a carbón, con una potencia de 240 megavatios, requirió otros 3935 millones de pesos. De la producción objetivo de dos millones, el 60 por ciento (1,2 millones de toneladas) será consumido por la central térmica. Las restantes 800 mil toneladas podrán destinarse al mercado interno o a la exportación. Argentina pasa de ser importador de carbón, a autoabastecer una nueva central y tener excedente exportable.
Para interconectar la energía generada en el Turbio con el sistema eléctrico nacional se hicieron diversas obras de tendido de la red. Río Turbio está ubicada en el extremo sudoeste de la provincia de Santa Cruz (al pie de la cordillera). El punto más cercano de la red interconectada nacional al momento del proyecto era Pico Truncado, en el extremo noreste de la provincia. El resto del territorio santacruceño estaba por fuera de ese circuito de energía. Para lograr la interconexión Pico Truncado (noreste provincial) - Río Gallegos (sudeste) - Río Turbio (sudoeste) se construyó un tendido de líneas de alta tensión de 995 kilómetros (también interconectó El Calafate), ya finalizada, con una inversión de 5225 millones de pesos, que permitió incorporar a toda Santa Cruz al sistema interconectado nacional.
Varios planteos en contra del proyecto quedaron enterrados con su concreción. El primero, la inviabilidad económica de explotar el carbón de Río Turbio, por las distancias extremas respecto de los puntos de consumo que, se sostenía, hacía antieconómico su traslado. Cuando se planteó el proyecto de la central, se objetó que la mina no tendría suficiente recurso para hacerla económicamente viable. Los resultados del proyecto de recuperación integral demostraron lo contrario, al plantear las inversiones desde una visión opuesta: en vez de considerar a una región como “naturalmente inviable”, encarar las obras para integrarla a un proyecto nacional.
Se dice, en contra del uso del carbón como fuente de energía, que es una alternativa vetusta en el mundo por ser “sucia” y contaminante. El planteo adolece de varias imprecisiones. En principio, a diferencia de los años ’40 del siglo pasado, cuando la aplicación energética del carbón era a través de su uso en hornos industriales, o como combustible en las locomotoras de ferrocarril, la propuesta actual es su transformación en energía eléctrica en una central térmica. Su utilización ya no “ensucia” el ambiente como en aquellas otras, y el riesgo de contaminación estaría neutralizado, en el caso de la Central Térmica Río Turbio, por el tipo de tecnología aplicada. Las calderas que forman parte del generador de vapor utilizan una técnica de “lecho húmedo o fluidizado” que, aseguran, permite una mejor combustión y reduce la emisión de gases.
Finalmente, las estadísticas disponibles muestran que el 40 por ciento de la energía eléctrica que se produce en el mundo tiene origen en el carbón. China utiliza carbón para la generación del 81 por ciento de su electricidad, en una proporción quizás inusual. Pero Estados Unidos aún usa carbón para el 38 por ciento de su generación eléctrica. En Argentina, el uso del carbón seguirá ocupando una porción marginal, frente a otros grandes componentes de la oferta energética local como el gas natural o la generación hidroeléctrica.
Raúl Dellatorre
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