Ayer el gobierno dijo que relevó a la cúpula de esa fuerza por la forma en que desalojó a los choferes de la Línea 60 en Panamericana. Pero la verdadera razón es una interna entre uniformados.
"Hasta donde yo conozco, el tema de Gendarmería refiere específicamente a la última situación, por la línea 60, pero no sé más que ese dato; es esa discusión de que hubo actos represivos". La frase, increíblemente, la pronunció el jefe de Gabinete Aníbal Fernández ayer a la mañana tras conocerse la decisión oficial de relevar al director nacional de Gendarmería, Enrique Zach, y al subjefe, el comandante general José Pereyra.
Es sabido que Fernández no improvisa. Por el contrario, cada afirmación o negación que hace en las puertas de la Casa Rosada es absoluta línea oficial. Por eso, la definición de que el gobierno se habría “sensibilizado” al ver la represión a los choferes de la 60, al punto de remover a los jefes de la fuerza que actuó, no puede ser tomada como otra cosa que una broma pesada lanzada desde el gobierno.
Se trataría de la “sensibilidad” de un poder ejecutivo que durante los 41 días que duró ese conflicto puso todo de sí para quebrar la lucha de los trabajadores que rechazaban los despidos y el lock out patronal. El mismo gobierno que ninguneó desde el Ministerio de Trabajo a los choferes hasta que no le quedó otra que atenderlos. El mismo que mantuvo secuestrados con la Policía Federal durante varios días a 22 de ellos en la cabecera de Constitución.
De todos modos la provocación a esta altura suena a chiste de mal gusto. Los trabajadores que protagonizaron un conflicto histórico y que le torcieron el brazo a la alianza formada entre la empresa DOTA, la conducción de la UTA y el propio gobierno nacional, al leer la noticia de la remoción de los jefes de Gendarmería seguramente esbozarán una mueca de ironía. Si el gobierno no acepta “actos represivos”, como dice Fernández, ¿entonces por qué no echa a Sergio Berni, el teniente coronel del Ejército y secretario de Seguridad especializado en reprimir piquetes, manifestaciones y demás “delitos”?
La Izquierda Diario informó ampliamente sobre el rol cumplido por la Gendarmería en el conflicto de la Línea 60 de colectivos, cada vez que los choferes decidieron protestar en la Panamericana. Particularmente denunció la brutal represión sufrida por esos trabajadores y quienes se solidarizaron con ellos el martes 28 de julio a manos de la Gendarmería. Y allí el papel desempeñado por Berni fue fundamental.
La misma mañana de la represión el funcionario kirchnerista justificaba los palos, los gases y las balas de goma de sus subordinados ya que el corte lo realizaba "un grupo de trabajadores politizados, que pretenden generar conflicto para llamar la atención de los medios de comunicación". Y agregó que la orden de desalojar fue "porque estaban cometiendo un delito federal. La Panamericana es el principal ingreso a la Ciudad", por eso "se les dijo que tenían cinco minutos para despejar la Panamericana y ante la negativa, di la orden de actuar". Es decir, todo bajo control y planificado. Por eso la responsabilidad de que en esa jornada hayan quedado decenas de heridos, algunos de gravedad, no puede se le puede endilgar sólo a los gendarmes Zach y Pereyra.
¿Un gobierno que no reprime?
Cuando por televisión se vio la represión a los choferes de la 60, más de una persona recordó el conflicto de Lear, que durante meses tuvo a la Panamericana y a los “gendarmes caranchos” como protagonistas estelares. Pero en esa oportunidad nada sensibilizó al gobierno. Por el contrario cada bala de goma, cada bastonazo y cada gas lacrimógeno fue ejecutado con total decisión oficial, también con Berni a la cabeza. De allí que los jefes de Gendarmería no fueran removidos, sino felicitados. A lo sumo se corrió de la escena a los uniformados que habían sido escrachados por las cámaras al fabricar el bizarro “atropello” del gendarme López Torales por uno de los autos de la caravana solidaria con los obreros de Lear.
Tampoco fueron removidas en todos estos años las cúpulas de la Policía Federal cuando esa fuerza reprimió y mató a inmigrantes pobres en el Parque Indoamericano, o cuando liberó la zona para que una patota de la Unión Ferroviaria asesinara al militante del PO Mariano Ferreyra. La cúpula de la Prefectura tampoco fue tocada luego de las salvajes represiones a los trabajadores del Casino de Buenos Aires ni luego de asesinar niños pobres en la villa Zavaleta, como fue el caso de Kevin Molina en 2013. Entonces la “sensibilidad” de Cristina y Aníbal no debe venir justamente por ver trabajadores reprimidos por sus represores a sueldo.
Internas en la tropa
Los motivos reales de la remoción de Zach y Pereyra son otros. El diario La Nación, con reconocida llegada directa a todas las fuerzas represivas del Estado, informó ayer que lo de la represión a los choferes de la 60 fue sólo uno de los “motivos” que llevaron a remover a la cúpula de Gendarmería.
Textualmente el matutino dice que desde las propias oficinas estatales “reconocieron (tal como verbalizó hoy el propio jefe de Gabinete) que ‘no había conformidad con la conducción’, que reúne hoy a unos 600.000 gendarmes.” Incluso que “algunas versiones indicaban que también sería inminente un recambio en la Prefectura Naval”.
Cadena 3, otro medio con llegada a las fuerzas represivas, en palabras de un abogado de gendarmes cordobeses dio cuenta de que dentro de la propia Gendarmería venía habiendo “mucho malestar porque la conducción desde el 2012 lo único que ha hecho era amenazar a la gente y tenerla bajo presión”. “Desde que se produjo lo que se conoció como protesta salarial, se han dado muchos inconvenientes respecto a las cuestiones administrativas, que responden a bajas de efectivos, disponibilidades arbitrarias y muchas cuestiones que se han judicializado", explicó el entrevistado. Y amplió: "Todos los meses, desde que fue la protesta en octubre de 2012, entre 6 y 70 gendarmes son pasados a disponibilidad para darle la baja”. Incluso se informó que esas “irregularidades se han reclamado ante el Ministerio y la Oficina de Transparencia para que evalúen la conducta de la cúpula y los asesores que intervienen en la Gendarmería”.
Sin dudas que esos vaivenes internos resultan motivos de mucho mayor peso para remover jefes que la supuesta y poco creíble “sensibilidad” oficial frente a una represión entre tantas acumuladas.
Según se supo, en el lugar de Zach asumiría el comandante general Gerardo José Otero, actual número tres de la fuerza. Y hay versiones que indican que entre Zach y Otero habrían existido algunos cortocircuitos.
Cabe la pregunta (si se quiere también en tono de chiste) de qué actitud tomarán Cristina y su sucesor con Otero cuando, seguramente, comande alguna próxima represión a trabajadores que luchen contra despidos, cierres de fábricas y persecuciones de la burocracia sindical. ¿Echarlos? “Jajaja”, se escucha por ahí.
Daniel Satur
@saturnetroc
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