Sólo en el Delta del Paraná hay 270 emprendimientos urbanos, cientos de endicamientos para proteger los campos de soja, humedales disecados y una explosión ganadera en las islas. Las razones que hacen que las lluvias desborden los arroyos y no tengan contención en los terrenos.
Doscientos setenta emprendimientos urbanísticos sobre los humedales del Delta del Paraná, una producción ganadera que en las islas pasó de 160 mil cabezas a cerca de dos millones en diez años y el avance de la frontera agropecuaria con la soja transgénica y el glifosato como banderas, son algunas de las causas que no sólo provocan las inundaciones sino que ponen en peligro el abastecimiento de agua potable en el área de influencia. “La expansión del cultivo de soja sobre los humedales es muy peligrosa, porque ese cultivo, sobre los humedales, requiere de una carga mucho mayor de glifosato y esto implica una muy peligrosa contaminación del agua que en calidad y cantidad abastece a unos 14 millones de personas” en una región que incluye a las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires.
Las advertencias surgen de una entrevista realizada por Página/12 con Rubén Quintana, presidente de la Fundación Humedales e investigador del Conicet en el Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Universidad de San Martín, y con la especialista en Comunicaciones de la Fundación, Marta Andelman. Ambos reclamaron el pronto tratamiento, en el Congreso Nacional, de un proyecto de ley de protección de los humedales que duerme el sueño de los justos desde fines de 2013, cuando obtuvo el visto bueno de una comisión de la Cámara de Senadores (ver aparte).
Quintana comenzó su carrera científica con la doctora Inés Malvárez, a quien considera “la persona que hizo la introducción del tema de los humedales en Argentina”. Recuerda que ella formó un grupo de trabajo que se especializó en el tema y que fue creado a fines de los ochenta. El grupo se especializó en analizar la situación existente en el delta del río Paraná y su área de influencia.
Como paso previo al análisis sobre la situación en Argentina, dice que con los humedales “hay problemas a nivel mundial” y cita una nota publicada en forma reciente por The Washington Post referida a “la vulnerabilidad que tienen los deltas en el mundo, porque todos están en riesgo por actividades humanas y por el cambio climático”. Quintana habla de una “visión histórica negativa de los humedales que ha llevado a la degradación y a la pérdida de humedales”.
Para cuantificar el problema, menciona el informe surgido de una reunión que se hizo en junio en Uruguay con participación de los países que forman parte de la Convención Ransar, que analiza la evolución de los humedales a nivel mundial. “Hace unos años se decía que en el siglo XX, a nivel mundial, se había perdido el 50 por ciento de la superficie de humedales; ahora se está hablando de entre un 65 y un 71 por ciento.”
Recalca que el panorama es en extremo paradójico porque, también a nivel mundial, “se ha reconocido que los humedales están entre los ecosistemas que más servicios y bienes brindan a la sociedad, de manera que debería frenarse en forma urgente su degradación”. Esos bienes son “fundamentalmente la provisión de agua para los seres humanos y en el caso de los humedales fluviales nuestros, como amortiguadores de inundaciones, algo que tiene mucha relación con lo que está pasando en estos días”. También tienen “otras funciones, de protección de costas, de purificación de agua, para pesquería y protección de otros tipos de fauna y forrajes para ganadería, y un montón de servicios muy importantes”.
Quintana señala que los humedales “siempre han tenido mala prensa” porque se los menciona como “sitios improductivos o para la producción de plagas, como los mosquitos, de manera que eso llevó a que muchos humedales hayan sido transformados muy tempranamente, incluso desde la época de los romanos, de manera que no es nada nuevo”. En décadas recientes, esa transformación se ha producido “muy aceleradamente, por avance de la frontera agrícola, por ganadería, por las urbanizaciones”.
En el caso de la Argentina, recuerda que en el Delta del Paraná “siempre hubo ganadería, pero una ganadería de isla: las vacas entraban en épocas de aguas bajas y salían en época de aguas altas, con una carga muy baja, pero a partir de la expansión de la frontera agrícola, en especial el monocultivo de soja, se produjo la expulsión de la ganadería de las tierras de pastoreo que tenía en la región pampeana y se trasladó hacia otras zonas que no eran ganaderas”. Una parte de la ganadería “se fue a la región chaqueña y otra a los humedales fluviales del Paraná y otros ríos”. Esto hizo que la zona del Delta “pasara de una carga de 160.000 cabezas que se censaron en 1997 a una carga de un millón y medio, o incluso dos millones de cabezas, en 2007, con el agravante que es una ganadería permanente, no la que entraba y salía, propiciada por un período de ocho años de aguas bajas que hizo creer que el Delta no se inundaba nunca más”. Eso trajo la construcción de “obras asociadas a esa nueva actividad, como terraplenes, la formación de loteos, parcelas que antes no existían en las islas y la instalación de boyeros (cercos) eléctricos”.
Las grandes empresas crearon “diques tanto para el cultivo como para el ganado”. Marta Andelman interviene para explicar que “el endicamiento en el Delta del Paraná ocupa hoy unas 250 mil hectáreas que representan el 14 por ciento” del total. Esto está concentrado “para peor” en el Bajo Delta y en forma particular en el departamento entrerriano de Islas del Ibicuy. Un relevamiento hecho por la Universidad de San Martín y la Fundación Humedales reveló que el endicamiento creció un 10 por ciento entre 2010 y 2013 “lo que significa un crecimiento muy alto”, a la vez que se estima que las cifras deben haber crecido desde 2013 en adelante. “A eso suma la existencia de 5100 kilómetros de terraplenes” levantados por esas mismas grandes empresas.
Otro de los aspectos negativos, muy señalado en los últimos días, es el de los emprendimientos inmobiliarios, instalados sobre todo en Tigre, Escobar e Ingeniero Maschwitz. La presencia de countries en la zona del Delta “es todavía baja, pero está creciendo, sobre todo porque el valor de las tierras es bajo, comparado con el entorno, de manera que es un buen negocio” para las inmobiliarias.
Andelman, citando el relevamiento de 2010, detalla que en ese año había “270 urbanizaciones que ocupaban entre 2000 y 10.000 hectáreas; el 90 por ciento estaban situadas en la cuenca del río Luján, en el valle de inundación, y el diez por ciento en la zona de Paranacito”, en Entre Ríos. En esa ciudad entrerriana, que ha tenido gravísimas inundaciones en el pasado reciente, se han construido barrios privados sobre los arroyos Sagastume y Martínez.
Los entrevistados señalaron que, además del incremento de emprendimientos inmobiliarios, se observa en el Delta “un avance de los cultivos de soja y de trigo”. Al mismo tiempo, justo enfrente de Villa Constitución, en Santa Fe, la empresa holandesa Bema Agri, levantó diques sobre los humedales para proteger sus plantaciones de soja transgénica. “La inundación de 2010 los obligó a romper los terraplenes para que el agua corriera y no les destruyera el endicamiento, pero luego los iban a volver a construir porque, con el precio que tenía la soja en ese momento, la inversión era muy fácil de asumir para ellos.” La empresa extranjera fue denunciada y sancionada, pero sigue firme en el mismo lugar.
Quintana advierte que lo que puede presumirse es “la expansión del cultivo de soja” sobre los humedales y Andelman subraya que eso es “muy, muy peligroso, porque el cultivo de soja sobre humedales requiere de una carga mucho mayor de glifosato y esto implica una contaminación del agua, lo que es muy grave porque uno de los servicios que nos dan los humedales es proveernos de agua pura en calidad y en cantidad”. En estos momentos, el Delta del Paraná “provee de agua a unas 14 millones de personas en su área de influencia”. Andelman advierte que “el avance de la soja sobre los humedales es un peligro muy grande para la población”.
Quintana completa diciendo que “cuando se endica un área para hacer cultivo de lo que sea, se corta toda la entrada de materia orgánica y de nutrientes que le dan fertilidad, y a la larga esos suelos se van empobreciendo”. Agrega que la región “hace 4500 años era un gran golfo marino, lo que hace que las sales marinas estén muy cerca de la superficie, lo que puede llevar a la salinización del suelo; todo demuestra que puede haber efectos dañinos para la propia producción”.
Concluye que “lo que hacemos es dar un panorama de lo que ocurre en el Delta del Paraná, pero hay que tener en cuenta que otros humedales, en otras regiones del país, están pasando por la misma situación”. Andelman subraya que “como consecuencia de esta tendencia, con los movimientos de tierra, con los agroquímicos, muchas comunidades que vivían de las producciones familiares han perdido su modo de vida y de producción, desde los apicultores hasta los que vivían de la pesca o de la agricultura, hoy han perdido su medio de vida”.
Carlos Rodríguez
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