domingo, 2 de agosto de 2009

Los argentinos de Sandino


A 30 años del triunfo de la revolución la historia de los exiliados por la dictadura que se integraron a los combates que derrocaron al régimen somocista. Montoneros, militantes del ERP y trotskistas: cómo fue su actuación en la última gran victoria de las guerrillas latinoamericanas.

El 19 de julio de 1979 las tropas guerrilleras del Frente Sandinista de Liberación Nacional ingresaron a Managua, capital nicaragüense, y pusieron fin de esa manera a décadas de dictadura somocista, que se expresó en sucesivos gobiernos de una dinastía familiar que acaparaba no sólo el poder político, sino que también poseía tierras e industrias que constituían un verdadero imperio en medio de la pobreza que asolaba a la nación. Fue el fin de un largo período de lucha que reivindicaba el accionar de Augusto César Sandino, líder de la resistencia contra la intervención militar estadounidense en Nicaragua y asesinado por Anastasio Somoza, el iniciador del imperio que caería hace treinta años ya. Sandino fue conocido como el “General de los Hombres Libres” y sus ejemplos de valor se multiplicaron en las innumerables acciones heroicas con que el FSLN tatuó su propia historia.
En la gesta participaron muchos latinoamericanos y, entre ellos, un gran número de argentinos. Exiliados por la dictadura de Videla, grupos de militantes se dirigieron a Nicaragua luego del llamado realizado en México por el comandante sandinista Jacinto Suárez, que les abrió las puertas a los revolucionarios extranjeros que tuvieran experiencia guerrillera para incorporarse a las filas combatientes del Frente. La revolución –una posibilidad lejana de la realidad argentina– cobraba vida en Centroamérica y hacia allí se dirigieron hombres y mujeres nacidos en esta tierra.
“Nosotros pertenecíamos al Ejército Revolucionario del Pueblo y estábamos exiliados en Europa –cuenta Ana María Sívori, viuda de Enrique Gorriarán Merlo, uno de los líderes militares de la organización–. Estábamos atravesando problemas políticos entre quienes habían renunciado a la lucha y quienes queríamos regresar al país para continuarla. Luego de la llamada del comandante Jacinto, decidimos sumarnos a las filas del Frente. El ERP en particular tenía experiencia en la toma de los cuarteles militares, como había pasado en la Argentina. De todas maneras, las dificultades internas impidieron que llegaran todos quienes hubieran querido. Al momento de la caída de Managua, se habían sumado como combatientes de base seis compañeros al mando de Gorriarán. Se integraron al frente sur, en la frontera con Costa Rica, donde estaba la mayoría de los combatientes latinoamericanos. Era una verdadera guerra de posiciones. El país vivía una efervescencia revolucionaria impresionante. Ese grupo llegó a Managua en el momento en que ingresaban las tropas guerrilleras del norte, que provenían de las montañas, y desde el sur. Habían tenido combates fuertísimos. La toma de Managua significó la caída definitiva del somocismo y el inicio de la revolución. Más tarde, empezamos a llegar el resto de los compañeros, diez, quince días después. Fue una época de alegría, debe haber sido el período más feliz del pueblo nicaragüense. Luego nos incorporamos a la guerra contra la ‘Contra’, que eran los ejércitos financiados por los Estados Unidos y entrenados por militares genocidas argentinos que acosaron durante diez años al gobierno revolucionario. Muchos compañeros se sumaron al ejército. Pensábamos que esa experiencia nos iba a servir en el derrocamiento de la dictadura.”
La revista Somos titulaba por esos días: “Amenaza para América. Montoneros en Nicaragua”, e ilustraba la nota con una foto de Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja con el uniforme sandinista. El periodista Jorge Luis “Pampa” Ubertalli, que había militado en Montoneros, trabajó como instructor de las milicias sandinistas y enseñó materialismo dialéctico en la universidad, entre otras tareas. “Llegué con mi mujer de entonces a fines del ’79. Primero fuimos a Costa Rica, luego a Canadá y de ahí viajamos a Nicaragua. Nos integramos a un grupo del movimiento peronista montonero que estaba ayudando a la revolución. Firmenich y Vaca Narvaja llegaron para la entrada en el búnker somocista.” Ubertalli se quedó en el país centroamericano hasta el ’83. “Nunca me sentí excluido por no ser nicaragüense, siempre nos sentimos integrados al proceso revolucionario. Tenía un programa de radio y la gente nos recibía muy bien. Esa experiencia nos enseñó a ser humildes y a poner en práctica el internacionalismo que quería el Che Guevara.”
Carlos Vilas, actual interventor del ETOSS (ente regulador del agua) y sindicado por la revista Le Nouvel Observateur como uno de los veinticinco pensadores más importantes de la actualidad, cuenta su intervención: “Yo participaba de un grupo de apoyo, de una red de colaboradores del Frente Sandinista que tenía su base en Honduras. El Frente tenía retaguardias en ese país, Costa Rica y una más lejana en México. Cuando las tres tendencias internas del FSLN se unifican en marzo de 1979, ya se sabía que el triunfo estaba a punto de catapultarse. El 17 de julio renuncia Somoza. El 18 Francisco Urcuyo, presidente del Congreso, asume el mando interino, pero intenta prolongar la existencia del régimen. Ese intento le dio mayor empuje a la gente en las calles. Quince días antes se había instalado una junta integrada por Sergio Ramírez y Violeta Chamorro, entre otros, pero la toma de Managua consolidó el triunfo. El 19 me encontraba en Caracas realizando una actividad vinculada con el apoyo al FSLN y, al conocer la noticia del triunfo, de inmediato partí hacia Honduras. Más tarde ingresé a Nicaragua y participé, bajo la dirección política del Frente, en diversos trabajos en las tareas que me asignaron para la consolidación de la revolución. Hubo otros compañeros que no entendieron bien que la conducción política era la del FSLN”.
Tal vez se refiera a la participación de la Brigada Simón Bolívar, impulsada por el grupo trotskista de Nahuel Moreno en Colombia, que formó parte de las acciones militares que derrocaron al gobierno, aunque luego fueron expulsados de Nicaragua por los sandinistas. “La brigada se constituyó ante un llamado público realizado en Colombia. En ese momento, yo todavía estaba en la Argentina –relata Nora Ciaponni, actual militante del Frente Popular Darío Santillán–. Partí hacia Nicaragua en los primeros días de junio. Llegué un día antes de la toma de Managua, fue un movimiento de masas increíble, todas las rutas hacia la capital estaban atestadas de gente que intentaba llegar por todos los medios. Fueron varios días de concentración, se tiraron los monumentos que homenajeaban a Somoza. La brigada tuvo un papel relevante en la liberación de la ciudad de Bluefield, que fue la última en plegarse a la revolución. Ahí, los empresarios pesqueros y la Iglesia intentaron retomar el gobierno y nuestros compañeros, que eran los sandinistas de esa zona, evitaron la recuperación. Nuestra principal tarea fue el desarrollo de sindicatos y ayudamos a la construcción de 110 estructuras gremiales en el país. Después de décadas de represión, los trabajadores tenían ganas de decir todo. En ese momento, nuestra relación con la dirección del Frente era buena. Pero luego comenzaron a pedir el desarme de las milicias en los barrios y el control estatal del movimiento. Una brigada internacionalista conformada por panameños volvió a su país, pero nosotros no queríamos volvernos en ese momento. La gente comenzó a pedir que nos nacionalizáramos nicaragüenses. La dirección nos mandó a llamar a su búnker, una movilización popular nos acompañó. Luego de nuestro ingreso, fuimos detenidos y al día siguiente expulsados a punta de pistola en un avión que nos llevó a Panamá. Si no se apoyaba la totalidad de la acción del gobierno, se usaba el mote de contrarrevolucionarios. La revolución nicaragüense es una experiencia que marcó para siempre mi vida. Fue un momento enorme de eclosión popular.”
La participación de los argentinos en Nicaragua, en el momento justo que se necesitaba, es una de las demostraciones más de una característica que ennoblece nuestra propia historia. El internacionalismo de esos días es parte de nuestro propio acervo.

Diego Rojas

Producción: Tomás Eliaschev
Veintitres

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