lunes, 14 de septiembre de 2015
“Torturó, violó y asesinó a 25 personas”
Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele detallaron la actuación de la ESMA, de marzo a abril de 1976.
Después de describir la estructura represiva de la ESMA durante el terrorismo de Estado, los fiscales comenzaron a reconstruir las historias de “vida y resistencias” de las víctimas, en términos de colectivos políticos, sociales o familiares.
Silvia Lizaso dejó de escribir por un rato. Los jueces habían dado un cuarto intermedio de cinco minutos. Ella habló de las últimas imágenes de su tío. Era el 26 de abril de 1976. El Nono Jorge Lizaso salía de la casa del mayor de los hermanos, el Negro Arnaldo Oscar Lizaso. Se habían despedido. El Nono le dijo que se iba al Café de los Angelitos. Salió con un gamulán pero repentinamente volvió para dejarlo. Silvia todavía cree que ese gesto pudo haber sido una despedida. Durante las últimas cuatro décadas, ella rearmó en un cuaderno los pedazos de las historias de su familia diezmada por las distintas dictaduras, y arrasada en 1976: “Lo que me emociona ahora es ver cómo todas esas cosas, todos esos datos que fuimos recogiendo entre nosotros, todas las voces que no están –decía–, están presentes en la reconstrucción que ahora hace el Estado”.
Se viene diciendo que el alegato fiscal del juicio ESMA unificado es histórico. La semana pasada volvió a instalarse en ese lugar. Hasta aquí, los fiscales Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele reconstruyeron los perfiles de los 59 acusados que siguen en juicio. Sus roles y lugares en la estructura de la Armada lograron entenderse a partir de un trabajo inédito de cruce de información, entre la tarea de sobrevivientes y familiares y el enorme caudal de documentos desclasificados de las Fuerzas Armadas y de seguridad, provistos por distintas agencias del Estado. A partir de ahora se abrió, en cambio, otra trama: el despliegue de las historias de “vida y resistencias”, como las llamó la fiscalía, de las víctimas del Grupo de Tareas 3.3. Son 789 casos que hacen de este juicio un debate sin precedentes. Sus historias son reconstruidas no en términos individuales sino como colectivos políticos, sociales, tramas de parentescos o de trabajo territorial que la Armada desarticuló en esos años. Pero así como los documentos desclasificados de las Fuerzas Armadas permitieron probar roles de los represores, aquí los informes de la ex Dipba custodiados por la Comisión Provincial de la Memoria hace un aporte clave. Así como aquellos documentos sirvieron para rastrear secretos de los marinos, estos legajos demuestran que buena parte de las víctimas estaban bajo la mira de los agentes de información.
En la sala, entre los acusados, no estaba el represor Ricardo Cavallo, de asistencia perfecta. Estuvo Gonzalo Torres de Tolosa, que no se sacó el gorro de lana durante toda la audiencia. Entre el público estuvo Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo. Y las sillas de adelante comenzaron a poblarse de imágenes de los desaparecidos del centro clandestino.
Los casos
Los primeros casos que se escucharon fueron de la primera ESMA, marzo y abril de 1976. La época más oscura del centro clandestino, con menos sobrevivientes. Entre ellos aparecieron Luis Armando Mogliani y Luis Sergio Pintos, de Segba y del sindicato Luz y Fuerza, intervenido por la Marina tras el golpe. Luego, los secuestros de Carlos Calle y Santiago Morazzo, científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica, también intervenida por la Armada. El caso del médico Juan Carlos Chachques, del Hospital de Clínicas, que aportó durante este debate indicios sobre los primeros vuelos de la muerte. “Hasta aquí –dijo Soiza Reilly– todos los casos tuvieron cuestiones similares, porque sus lugares de trabajo habían sido intervenidos por la Armada. Todos ellos.” Y dijo que las “primeras persecuciones se dieron en el ámbito gremial y en la mayoría de los casos los aparatos de inteligencia ya habían señalado a las víctimas de antemano.”
A partir de ese momento, se abrió el alegato sobre el primer encadenamiento de grupos políticos. “Conforme a las probanzas recolectadas –dijo la fiscal–, reconstruiremos los hechos sucedidos entre el 19 y 26 de abril de 1976. Las víctimas en su gran mayoría se reunían en la Unidad Básica Combatientes peronistas, ubicada en Bartolomé Mitre esquina Malaver, de Florida, provincia de Buenos Aires. Este punto de encuentro de zona norte era frecuentado por militantes y no militantes”, explicó. “Esa era la base territorial de la columna norte de la organización Montoneros que para ese entonces estaba ligada al Partido Peronista Auténtico. Esta introducción nos permite demostrar, una vez más, la mecánica represiva instaurada dentro del terrorismo de Estado: cómo el Grupo de Tareas de la ESMA con el objeto de eliminar a los militantes políticos del Partido Auténtico torturó, violó y asesinó a 25 personas, hasta dar con los máximos referentes del partido.”
Estos hechos, como buena parte de los secuestros de las víctimas de la ESMA, serán tratados en conjunto porque están concatenados, explicaron en la sala, porque integraron un mismo grupo de militancia, por sus vínculos familiares y “porque esto ayuda a comprender la magnitud del accionar clandestino del personal de la ESMA”.
Uno de los datos que emergió, por ejemplo, de esta lectura es que en el caso de la Unidad Básica las fechas de liberación de quienes resultaron sobrevivientes coincide con la fecha de secuestro de los máximos responsables.
Las cadenas
Los secuestros ligados a esta Unidad Básica se fragmentaron en tres grupos. El primer grupo que cayó fueron cuatro militantes del PC ligados territorialmente al Partido Peronista Auténtico. Los cuatro fueron llevados a la ESMA. Tres fueron liberados; Goimiro José Princic permanece desaparecido. En el relato de ellos, la fiscalía incluyó el nombre de Floreal Avellaneda padre. No es “caso” de ESMA. Ni él ni su hijo, el Negrito Floreal Avellaneda, estuvieron en Campo de Mayo. Pero los Avellaneda tenían relaciones de parentesco y territoriales con los secuestrados. Cuando fuerzas conjuntas intentaron secuestrar a Avellaneda padre, él se escapó y alertó a los militantes de la zona. La sucesión de secuestros que se dio días más tarde termina explicando por qué la fiscalía dijo que el Negrito Avellaneda pudo haber pasado también por la ESMA, desde donde creen que fue trasladado en un vuelo de la muerte.
El segundo grupo de caídas fue la Obra Social de la Actividad Docente (Osplad), también intervenida por la Armada. Dos delegados eran reconocidos militantes del PPA y participaban en la Unidad Básica de zona norte: Pedro Druetta y Roberto Arfa. En esa ola de secuestros, la Armada se llevó a siete personas, entre ellos al portero. La tercera ola avanzó sobre el corazón de la Unidad Básica. Empezó el 19 de abril con el secuestro de María Rosa Mora –militante de ese espacio, trabajadora de FATE– y culminó el día 26 con el asesinato de la carismática María del Carmen Núñez, La China, militante, y esposa del Nono Lizaso. Y con el secuestro del Nono Lizaso, tiroteado: se trata de un “operativo único –dijo la fiscal–, que puede definirse como de secuencia diaria”.
María Rosa Mora fue la primera persona que nombró la fiscalía en esta tercera trama. Ella representa una de las imágenes más simbólicas de los vuelos de la muerte. Conocida como la Gorda Mora, era esposa de Jorge Niemal. En 1976, tenía 31 años y trabajaba en FATE, por donde también habían pasado la China y Alejandro Lagrotta, otro militante, gerente de Tesorería y profesor de Economía. El 19 de abril se la llevaron de FATE, de San Fernando. El GT 3.3 la llevó a la ESMA. La interrogaron, la hirieron en la cadera con un disparo, la quemaron con cigarrillos. La sometieron a abusos, motivo por el cual la fiscalía pidió nueva investigación. Los fiscales creen que María Rosa permaneció en el centro clandestino hasta el 6 o 7 de mayo de 1976, cuando fue trasladada en un vuelo de la muerte. Su cuerpo desfigurado apareció el 9 de mayo en las costas uruguayas para la época en la que también apareció el cuerpo del negrito Floreal Avellaneda. Por eso, estos dos hechos se están analizando juntos. María Rosa tenía restos de soga atada en los pies con una plomada. Por su crimen, la fiscalía está acusando también a los pilotos Julio Poch y Emir Sisul Hess. Pero a María Rosa la llamaron también la “doble desaparecida”, porque seis días después del hallazgo, ya se sabía quién era porque Interpol Montevideo mandó un requerimiento a la Policía Federal argentina, que la identificó. Aún así, dijeron los fiscales, fue enterrada como NN en Montevideo. Su familia jamás recuperó su cuerpo y hasta 2001 ni siquiera sabía que ese cuerpo mostrado por los diarios de la época era el de ella.
Por último, los fiscales dieron cuenta de una prueba documental. Un expediente enviado por la Comisión para la Paz de Uruguay, cuyo origen es abril y mayo de 1976 a partir del hallazgo de varios NN en la costa uruguaya. Allí se muestra que el mismo día del hallazgo, el cuerpo se envió a la morgue de la Facultad de Medicina de Uruguay que ya señalaba la posibilidad de una muerte por sumersión.
La cadena continuó. El 20 de abril se llevaron a una hermana del Nono Lizaso: Irma “Tití” Lizaso de Delgado y a su esposo Pedro Delgado. Irma esta desaparecida. A Pedro lo liberaron dos días después. Un día más tarde secuestraron a los padres de la China Núñez: Roque Núñez y María Dortona. La patota secuestró además a un hermano de la China, Roque Miguel Núñez. Y robaron el Falcon acondicionado para una hermana con problemas de discapacidad. Dortona fue liberada. Roque Núñez padre e hijo permanecen desaparecidos. También secuestraron a Eduardo Sureda y Patricio Gloviar, militantes de la Unidad Básica, liberados doce días después. Uno de ellos declaró por primera vez en este juicio. El 26 de abril ocurre la masacre de Los Angelitos. Primero secuestraron a Oscar Lagrotta y a su esposa Graciela Beatriz Massa. A ella la liberaron el 2 de mayo. Lagrotta está desaparecido. Luego se llevaron a Jorge Niemal, el esposo de María Rosa Mora. El grupo de tareas asesinó ahí mismo a la China. Y disparó contra el Nono Lizaso. Los tres fueron llevados a la ESMA. Permanecen desaparecidos. El epílogo se produjo seis meses más tarde con el secuestro Irma Susana Delgado, la hija de Tití y de Pedro Delgado. También secuestraron a su compañero, Miguel Angel Garaycochea, del gremio de los canillitas. Sucedió en octubre de 1976. Irma tenía un embarazo de cuatro meses.
Alejandra Dandan
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