lunes, 14 de septiembre de 2015

Inmortales y reciclados: ¿quiénes son los economistas de Scioli, Macri y Massa?



Ofrecen su magia para seducir a los votantes. Se presentan como grandes ajedrecistas en el tablero económico. Pero son los representantes de una clase social que exige ajuste, devaluación, tarifazos y un acuerdo con los buitres.

Faltan siete semanas para la votación del 25 de octubre. Los debates sobre economía se hacen más frecuentes y agudos en televisión, radios y diarios. Los asesores de los principales candidatos patronales se pasean como celebrities por los shows televisivos.
En el interés sobre la economía se combinan el recambio presidencial con un lento proceso de extinción de las condiciones que permitieron a los empresarios hacer grandes negocios durante la etapa dorada de la “década ganada”.
No es que no la sigan “levantando en pala”, sino que les cuesta cada vez más activar el mecanismo que hace mover la pala. El Merval sigue acumulando ganancias a pesar sus momentos de euforia y depresión de acuerdo al estado de ánimo de la economía mundial.
El “modelo” está dejando atrás su supuesta impronta productiva. Frente a las presiones cambiarias el equipo económico de Axel Kicillof activo o dejó correr varias bicicletas financieras. Pero mientras el gran capital juega ese juego, el pequeño se va ajustando.
Cuando las ganancias financieras se tonifican puede que esté ocurriendo una de dos cosas: que esté funcionando muy bien la economía o todo lo contrario. En la Argentina se da el segundo caso.
El oficialismo exorcizó todo lo que pudo las presiones cambiarias con el “swap” con China, emisión de bonos “dollar linked” (que dicho sea de paso preanuncian una devaluación pos octubre) y las restricciones para el acceso al dólar. Los especuladores felices.
Puso la economía en “respiración artificial” para concluir el mandato en orden, pero sin abordar, tal como reclama la burguesía, los desequilibrios profundos que enfrenta la economía: inflación, déficit fiscal, superávit comercial en franco agotamiento, reservas reducidas, entre los problemas centrales. Para esa tarea se alistan los que aspiran a suceder a Cristina Fernández.
El economista estrella de Daniel Scioli es Miguel Bein, quien mantiene una vieja querella con Domingo Cavallo. No porque se haya opuesto a las políticas noventistas del Mingo, sino porque se culpan mutuamente por la debacle del 2001. En honor a la verdad cada uno aportó su granito de arena. Bein accedió a la Secretaria de Programación Económica cuando José Luis Machinea llegó a ministro de Economía de la Alianza. Cerraron la consultora Machinea, Bein y Asociados para asumir la “defensa” de los intereses de la patria.
Machinea y Bein fueron los artífices del acuerdo con el FMI que concluyó en el “blindaje” y en un ajuste fenomenal contra los trabajadores: recortaron jubilaciones, bajaron los sueldos de los estatales más del 10%, comenzaron a extender el impuesto a las ganancias sobre los salarios y acordaron un congelamiento de gastos por varios años. De ese ataque unilateral contra los trabajadores que fue hundiendo al gobierno de De la Rúa tal vez haya sacado una lección. Ahora quiere hacer lo mismo, pero bajo la cobertura de un “acuerdo social”.
Bein acompañó a Daniel Scioli al programa Animales Sueltos que conduce Alejandro Fantino: “No hay que tener falsas modestias en esto. Me cansé en los últimos años de hacer millonaria a gente por recomendar bonos argentinos, y lo sigo haciendo, porque están los papanatas que tienen miedo y están los que miran los números y dicen ‘a 9% y ¡me tiro de cabeza!’”, se explayó sin sonrojarse. Él sabe cómo satisfacer a los especuladores.
Justamente para satisfacer a especuladores es que Daniel Scioli habría enviado a Mario Blejer a entablar negociaciones con el buitre Paul Singer. Blejer conoce bien el mundo financiero. Fue funcionario del FMI, del Banco Mundial y del Banco de Inglaterra. Se dice que cosechó relaciones con Alan Greenspan, Paul O’Neill y John B. Taylor, los funcionarios estadounidenses que orquestaron el sistema financiero que se hundió con la crisis que comenzó en 2007. Asumió la vicepresidencia del Banco Central durante el gobierno de Fernando de la Rúa por la promoción de Domingo Cavallo. Cuando De la Rúa se retiró en helicóptero, Blejer se quedó con la presidencia del organismo monetario gracias a la renuncia de Roque Maccarone. Y allí continuó unos meses durante el gobierno de Eduardo Duhalde.
Daniel Scioli no se cansa de acusar al macrismo que quiere erigir una nueva Alianza conservadora para volver a los ’90 sin percatarse que está rodeado por algunos de los principales responsables de la hecatombe de la convertibilidad.
Pero la historia de ex presidentes del Banco Central que ahora asesoran a candidatos sigue. A Mario Blejer le sucedió en el cargo Aldo Pignanelli quien ahora ofrece ideas a Sergio Massa. El día lunes, en el programa Intratables, se puso nervioso cuando Nicolás del Caño le recordó que estuvo al frente de la entidad monetaria en 2002, el momento de mayor transferencia de ingresos de los trabajadores a la clase capitalista en las últimas décadas gracias a la devaluación de Eduardo Duhalde. Palabras más, palabras menos, la balbuceada respuesta de Pignanelli fue que en esas circunstancias no se puede hacer otra cosa. Así es el capitalismo.
Roberto Lavagna tampoco se privó de visitar, junto con Sergio Massa, Animales Sueltos. Allí desplegó su programa que combina ajuste cambiario con ingreso de capitales. Fue muy cauto. No se cansó de remarcar que ese arsenal requiere gradualidad. Massa se encargó de destacar que Lavagna negoció la restructuración de deuda y que es un hombre que se planta frente a los empresarios. Como se ve, a Roberto Lavagna, al igual que a Néstor Kirchner, se lo vende como un fuerte negociador del canje de 2005. Pero de ese canje los especuladores obtuvieron trescientos por ciento de ganancias como repitió en muchas oportunidades la presidenta y el ministro Kicillof. Es que esa negociación “soberana” fue adornada con cupones por inflación y PBI que redituaron enormes beneficios a los bonistas. Sin dejar de olvidar que la mayoría de ellos habían comprado los bonos por centavos, por lo cual aún con quita ganaron muchísimo.
El cuadro de economistas reciclados en las variantes patronales que disputarán la presidencia en octubre se completa con los asesores de Mauricio Macri. Si las figuras centrales que rodean a Scioli son ex aliancistas y las que siguen a Massa provienen del riñón del peronismo, podríamos decir, que de alguna manera, Mauricio Macri se nutre de las dos vertientes.
Carlos Melconian conformó el equipo económico con el que Carlos Menem encaró las elecciones de 2003. Otro que se encolumnó con el riojano es Rogelio Frigerio (nieto), que fue Secretario de Programación Económica en la segunda mitad de los ’90 y hoy preside el Banco Ciudad. Por su parte, Federico Sturzenegger asumió como Secretario de Política Económica en 2001 con el gobierno de la Alianza. Alcanzó amplia difusión un vídeo donde confiesa las recomendaciones de Durán Barba: “Cuando seas gobierno hacé lo que vos creas, pero no lo digas ahora", le aconsejó el asesor de la campaña electoral. Lo que creen en el PRO es en liberar el tipo de cambio levantando el “cepo”, ajustar contra los trabajadores, liberar de retenciones al agro y traer dólares (acuerdo con los buitres mediante).
El esquema de ubicación de la procedencia de los economistas de las variantes patronales es provisorio y difuso. No sólo por la escasez de principios de los asesores, sino también porque los principales candidatos tienen una matriz común: son hijos políticos del menemismo.
Las salidas que proponen comprenden ajuste, devaluación y mayor ingreso del capital financiero imperialista. Sólo difieren en los ritmos. Scioli y Massa se inclinan por el gradualismo de la “ancha avenida del medio” o de la “continuidad con cambios”. El macrismo apuesta a un shock.
Los protagonistas que aspiran a conducir la economía son los mismos que procesaron la crisis de la convertibilidad y la salida devaluatoria contra los trabajadores que hizo Duhalde. Pero esa misma receta difícilmente tenga igual resultado en las actuales condiciones.
En aquel entonces encontraron una economía mundial que comenzó un ascenso enorme que continuó hasta 2008, una capacidad ociosa productiva local que permitía el crecimiento con escasas inversiones, la inflación cercana a cero y, sobre todo, una clase obrera que cargaba con el peso de una gigantesca desocupación. Hoy las condiciones son bien distintas.
A pesar de recuperaciones parciales, el mundo no logra salir de una crisis que ya lleva varios años. En el ejemplo más cercano, el de Brasil, la devaluación y el ajuste no levantó la economía sino por el contrario la condujo a la recesión. La impotencia de esa salida la experimentó Kicillof el año pasado cuando la devaluación de enero aceleró la inflación y acentuó la caída industrial. Claro que la burguesía, con el beneplácito del ministro, logró parcialmente su objetivo: el poder adquisitivo del salario cayó alrededor del 5%. El dólar se está revalorizando. En la experiencia histórica reciente los dos momentos de revalorización del dólar (1980-1985 y 1995-2001) implicaron la “década perdida” en América Latina o la “crisis de los emergentes”.
Por eso hay otra gran ilusión que venden los magos de la economía. Se trata de la avalancha de dólares en inversión que vendrían con la confianza de los “mercados” restituida luego del recambio presidencial. Parece mucho para los tiempos que corren. Mientras tanto la agenda obrera para defender el salario, los puestos de trabajo y mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador sólo es tomada en sus manos, como no podía ser de otra manera, por el Frente de Izquierda.

Pablo Anino

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