Cuando estalló la crisis devaluatoria en China, nuestro periódico sacó la conclusión de que la oportunidad de una devaluación “ordenada” o planificada en Argentina había pasado definitivamente de largo. Comparamos entonces a la situación actual con la que vivió Menem a fines de 1994, cuando, a pesar de la recesión que había desatado en el país la crisis mexicana (efecto tequila), el gobierno resolvió no devaluar por temor a desatar una escalada sin control. El inmovilismo de los años posteriores no hizo sino acentuar la virulencia de la bancarrota final (2001).
En las actuales condiciones, el gobierno kirchnerista no sólo ha perdido el tren de una devaluación tranquila. Además, ha entrado en estado de pánico respecto de la posibilidad de ingresar en una carrera devaluatoria sin final conocido -esto, en el marco del reguero de devaluaciones que envuelve a los llamados “emergentes”. CFK y Kicillof se miran en el espejo de Brasil, el cual dejó caer el real para preservar las reservas internacionales y asiste ahora a un tobogán devaluatorio y a las puertas de una depresión.
Horas desesperadas
Es este cuadro el que explica las medidas desesperadas de las últimas horas, dirigidas a evitar un desbarranque del peso argentino. El gobierno resolvió que un conjunto de títulos de deuda sean contabilizados por sus tenedores al valor del dólar oficial, y no a la cotización que resulta de la compra de esos títulos en pesos y su reventa posterior en una bolsa del exterior, con el objetivo (para sus tenedores) de hacerse de dólares. Esta cotización -conocida como el “dólar de contado con liquidación”- es un 30% superior a la del dólar oficial, e incide también en el precio -aún más alto- del dólar paralelo. Al anunciar que los bonos serán valorizados según la cotización oficial, el gobierno empuja a los ahorristas a vender sus títulos y, por esa vía, procura bajar las cotizaciones no oficiales del dólar.
El gobierno logró el objetivo buscado en las horas posteriores a su anuncio. De todos modos, las contradicciones de esta medida son insuperables. La caída de los bonos en dólares, que empuja a los ahorristas menos poderosos a su venta, es un incentivo para su compra por parte de capitalistas con mayores “espaldas”. Esa demanda, más temprano que tarde, terminará elevando la cotización del dólar no oficial. Por otra parte, la depreciación de los títulos de deuda se pone en marcha cuando el gobierno busca canjear una parte de los bonos que vencen en octubre próximo (Boden 2015) por otros de vencimiento futuro. Pero, en el marco de esta desvalorización, el gobierno deberá ofrecer por estos títulos un rendimiento leonino, si es que quiere alcanzar un nivel de colocación razonable.
El cimbronazo oficial a los bonos en dólares reforzó el interés de los ‘inversores’ por los títulos de deuda en pesos, pero atados a la cotización del dólar. Es claro que el gobierno busca una progresiva pesificación de la deuda pública, y este es el sentido de la frenética colocación de bonos en el mercado local que tuvo lugar en los últimos meses. La sustitución de deuda en dólares por otra en pesos -incluso asociada al valor del dólar- alivia al gobierno de destinar divisas contantes y sonantes para su cancelación. Sin embargo, traslada la zozobra al campo de la deuda pesificada, que será cubierta con una moneda nacional hiperdesvalorizada. Esta depreciación, a su turno, puede desatar una fuga de depósitos en pesos y acentuar a término lo que buscaba evitarse -la fuga de capitales.
La pesificación de la deuda no resuelve la crisis cambiaria, sino que convierte a ésta última en una crisis monetaria y bancaria de carácter general.
Fuga de capitales
La trampa de la crisis argentina cobra mayor relevancia en una comprensión de conjunto de la crisis mundial, cuyos ritmos y contradicciones también deben ser apreciados. La decisión del Banco Central norteamericano de postergar una suba de la tasa de interés, y mantenerla en su mínimo histórico, parece otorgar un alivio a la fuga de capitales que impera en los ‘emergentes’. A su modo, Estados Unidos también ha buscado “desdolarizarse” y frenar una apreciación de su moneda que podría echar por los aires una recuperación económica que es por demás endeble. La crisis china, sin embargo, puede terminar derrumbando estos intentos. Para recuperar reservas y contener la depreciación de su moneda, China se ha lanzado a una venta de sus tenencias de bonos norteamericanos, que algunos observadores juzgan como “frenética”. Pero una baja de estos títulos, como consecuencia de las ventas en masa, empujará a la suba en la tasa de interés en los Estados Unidos, a pesar de las intenciones de sus propias autoridades monetarias. Ni qué decir que ello agravará la succión de capitales desde todos los “emergentes”.
La economía argentina ingresa en esta fase de la crisis mundial en el punto más agudo de sus propias contradicciones, como se revela en el quebranto fiscal, la pulverización de sus reservas y la evaporación de su superávit de comercio exterior. Las medidas adoptadas sobre el mercado de títulos son recursos desesperados para frenar esta tendencia. Argentina se suma al vendaval que afecta a todos los “emergentes” sin haber participado, sin embargo, del boom especulativo de la fase anterior.
Perspectivas
Es este panorama el que explica el cambio de discurso de los jinetes del ajuste, que han pasado de pregonar la devaluación “ordenada” -unida al tarifazo y al reendeudamiento- al actual pánico a una devaluación impuesta por el mercado, que tendría lugar en el cuadro de un agravamiento de la crisis mundial y de la ola devaluatoria que está comandada por China. Naturalmente, ello no significa que hayan renunciado a sus objetivos ajustadores: la impasse de estas horas sólo indica que la salida a la crisis será impuesta, no por los gabinetes que los Scioli, Macri y Massa presentan en público en estos días, sino por imperio del “mercado” -o sea, de un modo anárquico y convulsivo. La intervención política de los revolucionarios debe partir de esta comprensión de conjunto, donde el colapso del supuesto “modelo” se conjuga con la crisis mundial.
Marcelo Ramal
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