Pasaron las PASO y los principales candidatos están obligados a ir definiendo posiciones y propuestas para ganar votos. Ninguno habla de ajuste y disputan en términos de gradualismo. Pero no todos piensan lo mismo.
Los resultados de las elecciones primarias no arrojaron demasiadas novedades, incluso los bochornosos y graves episodios de Tucumán se suman al actual aquelarre político, pero no alteran mayormente las tendencias generales. Hay si un dato significativo que surge del análisis comparativo de estas PASO frente a las del 2011, realizado por el IPyPP, que dirige el diputado Claudio Lozano: a pesar de que el padrón creció en 1,5 millones de votantes en los últimos dos años todas las fuerzas políticas perdieron votos con la excepción del FIT, que los aumentó.
Otra vez los límites
Cualquiera resulte ganador en las elecciones de octubre –Scioli, Macri, Massa– tendrá que asumir los desequilibrios macroeconómicos que se han ido acumulando en los últimos años y el impacto de la crisis mundial. Ergo: tomar decisiones en relación a la falta de dólares, el tipo de cambio, el déficit fiscal, la inflación, las inversiones, la inserción internacional.
Luego de una década larga, catorce años, Argentina se encuentra una vez más, frente a los límites de su capitalismo dependiente. Como siempre, luego de un período de crecimiento desde los años 50 del siglo pasado hasta hoy, por la sencilla razón de que no hay grandes cambios estructurales. Estos desequilibrios se ven agudizados por la crisis capitalista internacional cuyas principales manifestaciones son la desaceleración del crecimiento de los llamados países emergentes, especialmente China y Brasil; el estancamiento de la UE y el débil crecimiento de los EEUU y Japón.
Para peor el dólar se ha revalorizado como moneda internacional y caen los precios de las "commodities", lo que ha obligado a devaluaciones en serie –que podrían concluir en una nueva "guerra de monedas"– que deterioran aún más la competitividad de nuestros productos y bienes exportables en un contexto de caída de la demanda global. El último documento de la CEPAL habla del "fin de la etapa del crecimiento fácil" para la región.
Gradualismo a la carta
Todos los candidatos con posibilidades expresan un giro conservador, en tanto el centroizquierda se ha derrumbado y la izquierda comienza a ser una referencia, claro que aún muy lejana. En materia económica todo parece correrse hacia el centro –solo los gurúes de la City siguen pensando en políticas de shock o ajuste ortodoxo– el eje es el gradualismo.
Nadie duda que en un país como el nuestro luego de un período extenso de crecimiento hay que ajustar, aunque al ajuste no se lo nombre como tal. Las diferencias parecen estar en qué gradualismo, suave o intenso, rápido o por etapas. Tanto para el cepo, para la inflación o el tipo de cambio.
Así, se habla de levantar rápidamente el cepo, dejar flotar el tipo de cambio y provocar un shock de confianza que mágicamente atraerá una montaña de dólares de inversión (PRO). Por otro lado, se reconocen dificultades para levantar el cepo de una manera no gradual, para bajar la inflación –para algunos será en año y medio para otros en cuatro– en una devaluación suave; en reducir subsidios y en negociar un arreglo favorable con los buitres para volver a los mercados (FPV-FR). En tanto desde el kirchnerismo que gestiona solo se administra la crisis tratando de mantener el nivel de actividad y sostener el empleo para llegar a octubre sin sobresaltos, depositando las culpas en la crisis mundial. Dejando, sí, algunas claves que condicionen al próximo gobierno.
Nadie habla del mercado de trabajo pero la idea de un acuerdo social para enmarcar las demandas salariales, de limitar las paritarias o suspenderlas por dos años y de regular el derecho de huelga está flotando en el aire.
Teorías en disputa
Si se siguen atentamente las declaraciones de los principales asesores de los candidatos se verá que hay cuestiones instrumentales pero sobre todo diferencias teóricas significativas. El equipo del kirchnerismo en funciones, –Kicillof y Cía.– abreva en concepciones neokeynesianas de intervención del Estado, de la economía tirada por la demanda, de la defensa del empleo y la capacidad de gasto. En el otro extremo ideológico, los asesores del PRO –Melconian, Frigerio, Sturzenegger– se referencian en las concepciones neoclásicas, las ideas monetaristas y en la libertad de mercado. En tanto que los equipos del FPV –Bein, Blejer– y del FR –Lavagna, Pignaneli, Delgado, De Mendiguran– tienen muchos puntos en común, están a mitad de camino de los anteriores pero más cerca del oficialismo.
Bloque sin dirección
En un país dependiente como el nuestro, con un desarrollo insuficiente y deformado de sus fuerzas productivas, lo que destaca es la diversidad de fracciones en que se divide el capital, y su disputa por apropiarse del excedente económico. Cada una de las distintas expresiones políticas señaladas más arriba se identifican, poco más o poco menos, con alguna fracción del capital. El bloque de las clases dominantes es el mismo que se fortaleciera en los 90 del siglo pasado. En los inicios de la administración kirchnerista el comando de ese bloque estuvo constituido por el capital productivo –agrario e industrial–. Ese comando comenzó a resquebrajarse en el 2008 por la crisis con el campo. En la actualidad el bloque dominante no tiene un comando constituido y reconocido y esto es lo que le ha impedido hasta ahora seleccionar un candidato.
Sin embargo hay que prestar atención a dos movimientos de importancia: 1) el pase de última hora del FR al FPV del que fuera ministro de economía del kirchnerismo y hombre del riñón de la UIA, Miguel Peirano y 2) que por primera vez en esta década larga el gran capital nacional se ha hecho cargo de la dirección de la UIA con la designación de un ejecutivo del grupo Arcor apoyado por Techint...
Gobierno partido
Así las cosas nada está resuelto electoralmente y la disyuntiva se resolverá en el plano de la política. No es posible aventurar quién resultará el próximo presidente, aunque sí que el contexto será mucho más conservador. Sea quien sea tendrá que resolver los desequilibrios macroeconómicos con lo que se conoce como un gobierno partido. En el sentido que el Ejecutivo no tendrá correspondencia con el Legislativo, la Cámara de Diputados estará muy dividida en distintos bloques y ninguno tendrá mayoría propia. Si el triunfador fuera el FPV tendrá que lidiar con este tipo de gobierno y con las contradicciones y tensiones propias del peronismo en el poder. Más aún, cuando tampoco pareciera habrá un liderazgo fuerte, al estilo de los Kichner, todo indica será una presidencia mucho más negociada.
En síntesis, el próximo gobierno será más débil que los últimos tres. Puede decirse que se cierra el ciclo de la restauración del poder de orden y mando del Estado y de la gobernabilidad de las instituciones del régimen, y se abre un nuevo ciclo con un gobierno más débil, más condicionado en términos económicos y políticos que deberá poner a prueba su capacidad de arbitrar en los conflictos obreros y populares.
Eduardo Lucita
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