sábado, 26 de septiembre de 2015
Nos siguen faltando 43
Se cumple un año de la desaparición de los 43 normalistas y del asesinato de 3 estudiantes más en la fatídica noche de Iguala. Hoy, 26 de septiembre, como desde hace un año, el clamor de Fue el Estado y Vivos se los llevaron, vivos los queremos se escucha con fuerza.
Un movimiento que sacudió México
Antes de esa fecha, Peña Nieto parecía avanzar irrefrenable en la entrega del país. El legado del pacto por México era un nuevo capítulo de la infamia. Las noticias de esa noche se tradujeron primero en indignación, después en ríos de manifestantes que recorrieron México, desde las más grandes urbes hasta pequeñas ciudades. La consigna tomó forma: Fue el estado. Espontáneamente, surgieron las pancartas de Fuera PRI-PAN-PRD. Para millones se hizo cristalina la colusión entre el narco y la casta política.
Fuera Peña Nieto fue el clamor bajo el que el 20 de Noviembre cientos de miles de trabajadores, jóvenes y sectores medios y populares nos manifestamos. Ese día será recordado además por la participación y el paro de telefonistas, maestros y otros sectores de trabajadores.
La extensión a todo el país, así como el cuestionamiento al gobierno y a la llamada “narcopolítica”, convirtieron a este movimiento en el proceso de protesta social más importante de las últimas décadas en México. Su impacto rebasó las fronteras, y despertó la solidaridad por igual en Argentina, Uruguay, el Estado Español y Estados Unidos, por citar algunos países.
Y tuvo consecuencias profundas. Hay un antes y un después de Ayotzinapa.
Por una parte abrió una profunda crisis del régimen, que llega hasta hoy. Sumidos en el descrédito, las instituciones y partidos patronales perdieron credibilidad. El PRD, la otrora “izquierda moderna”, fue señalado como activo participante -a través del gobernador de Guerrero y el presidente municipal de Iguala-, en los hechos del 26-27/9. El “sol azteca” culminaba su deriva hacia la derecha, como garante, desde la oposición, de los intereses de esta democracia asesina.
Por otra parte, surgió así una nueva generación, nutrida por miles de estudiantes y también de trabajadores, que perdió muchas de las ilusiones basadas en la transición y “alternancia democrática”. Que despertó a la vida política -en tanto que otros venían ya del #yosoy132-, y se movilizó.
Para muchos de ellos, comenzó a mostrarse que este régimen es irreformable y que está para defender los intereses de los empresarios nacionales y extranjeros. Ante sus ojos se hicieron visibles, crudamente, las consecuencias de la enorme subordinación del país a los intereses de Washington: cientos de miles de desaparecidos y muertos, militarización, feminicidio y trata de personas, asociación entre el “crimen organizado” y el estado, todo bajo la égida de la clase política y sus partidos.
Era crucial la participación del movimiento obrero
A un año, cabe preguntarse porque no triunfó el movimiento, para definir las tareas del presente.
Un importante límite fue que la clase obrera – que puede paralizar el país y poner en cuestión quien gobierna- no fue el actor central del proceso. Aunque miles de trabajadores y sus familias participaron a título individual, el proletariado y sus organizaciones no fueron la columna vertebral ni encabezaron la lucha. Esta fue una debilidad estructural del movimiento, aprovechada por el régimen político y el gobierno. No hay que olvidar que la responsabilidad de ello radica en las direcciones sindicales, tanto oficialistas como la mayoría de las “opositoras”: se negaron a impulsar un verdadero plan de acción y movilización basado en los métodos de lucha de los trabajadores, como el paro y la huelga.
Ante eso era crucial una política alternativa, para preparar una Huelga General Política, que paralizara el país y plantease la caída del gobierno de Peña Nieto, el cual enfrentaba una movilización que se profundizaba.
Sólo la enorme fuerza social de los trabajadores, encabezando a la nación oprimida, podía enfrentar a un régimen que cuenta con una fuerza también descomunal, que se sustenta en el apoyo incondicional de Washington y el imperialismo norteamericano, y que además tiene una importante base en sectores medios acomodados y en la alta burguesía.
Esta era la clave para imponer un gobierno provisional de las organizaciones obreras, campesinas y populares en lucha, para lograr tanto las reivindicaciones del movimiento como el conjunto de las demandas de los trabajadores y el pueblo.
Sin embargo, esto no fue el planteo de aquellas organizaciones que, pertenecientes al arco populista y estalinista, influían en el movimiento. Se limitaban a proponer acciones radicales, en tanto se oponían a una política activa para incorporar a los trabajadores y apostar por un plan de lucha que culminase en una Huelga General; lo cual implicaba desde exigir a las organizaciones sindicales que se sumen, hasta acudir a las fabricas y centros de trabajo.
A la par, eran adversarios de proponer una alternativa al gobierno de los capitalistas, esto es, un gobierno de las organizaciones obreras y populares en lucha. Esta orientación solo llevaría al movimiento al desgaste y al retroceso, como finalmente ocurrió. Sin una estrategia superior, no había cómo hacer realidad el Fuera Peña que miles coreaban en las calles.
Reformar el régimen o echarlo abajo
Los socialistas del Movimiento de Trabajadores Socialistas (MTS), en esos momentos álgidos, propusimos esta perspectiva y planteamos que, como primera medida, dicho gobierno debería convocar a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana sin ninguna restricción y con acceso igualitario a los medios de comunicación para las organizaciones obreras, campesinas, populares y de izquierda, con representantes electos por sufragio universal cada 50.000 habitantes, que fueran revocables y que cobraran lo mismo que un maestro, donde voten todos los mayores de 16 años, en la cual la agenda de discusión fueran las demandas y aspiraciones de las grandes mayorías.
Por ejemplo, poner fin a la represión y la militarización, el juicio a los culpables de las desapariciones y asesinatos, la trata y los feminicidios, legalizar las drogas para atacar el negocio del narcotráfico, expropiar a los grandes capos de la droga y del lavado de dinero y las medidas necesarias para acabar con los cárteles que actúan coludidos con las fuerzas represivas y los políticos del régimen.
Como decíamos entonces, una Asamblea Constituyente debería resolver sobre la demanda de tierra para los campesinos y la autodeterminación para los pueblos indígenas. Así como enfrentar el saqueo y la entrega al imperialismo, lo cual pasa en primer lugar por la ruptura de los pactos como el TLC, así como llevar adelante un programa obrero de emergencia. Para que esta Asamblea discutiera libremente, era necesario echar abajo las instituciones, y organizarla de forma independiente de los partidos de esta democracia asesina.
Esto contrastaba con la política de quienes durante años propusieron democratizar al régimen y sus instituciones, como es el caso de Cuauhtémoc Cárdenas y el mismo López Obrador. Éste, aunque se solidarizó con los padres de familia, contrastando con los partidos tradicionales del régimen político, hizo poco para fortalecer la lucha y mantuvo una política cuyo norte es democratizar y reformar estas instituciones que, como mostró Ayotzinapa, son irreformables.
Hoy, retomar la lucha y la movilización
En los meses siguientes, el movimiento retrocedió. En las elecciones del 7 de junio, mientras el PRI y PAN caían en votos y el sol azteca se hundía, emergió el MORENA, que capitalizó parte del descontento abierto el 26 de septiembre. Sin embargo, las medidas que propone – a pesar de ser vistas con simpatía por trabajadores y jóvenes- no cuestionan de raíz al régimen político de los capitalistas, ni se plantean acabar con la casta política y sus instituciones.
A la par, y como decimos arriba, el movimiento por Ayotzinapa abrió el camino para nuevas luchas y movilizaciones, mientras otras se mantuvieron en pie. Desde las que protagonizó el magisterio, hasta la heroica resistencia que lleva 4 años de las obreras de Sandak. Esto, junto a la emergencia de una nueva generación juvenil, son las bases para salir a las calles este 26 de septiembre y retomar la lucha y la movilización.
Hoy es fundamental bregar para que las organizaciones obreras, junto a los organismos de derechos humanos, los padres de familia de Ayotzinapa, y la juventud combativa, impulsemos una gran movilización, unifiquemos las luchas y comencemos a preparar el camino de un Paro Nacional, sin darle ninguna oportunidad de legitimarse con “diálogos” que no resolverán nada y que Peña Nieto utilizará para recomponer su imagen. .
En ese camino, una de las grandes lecciones del movimiento por Ayotzinapa, es la urgencia de que en México surja una nueva organización, anclada en los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud combativa. Una gran organización que levante una estrategia para luchar - partiendo del ¡fue el estado!- contra las bases del estado capitalista y para barrer las instituciones de esta democracia asesina.
Por eso, como se plantea en la reciente declaración del MTS, “llamamos a luchar por una alternativa socialista y revolucionaria de los trabajadores y de la juventud combativa, para acabar con este régimen político asesino, al servicio de los de arriba y el imperialismo, para luchar por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y el pueblo. Y para que ello abra el paso a una sociedad sin explotadores ni explotados, donde el conjunto de la economía y todas las decisiones sean tomadas y planificadas democráticamente mediante los organismos de autodeterminación de las masas, en el camino de la lucha por lo que es nuestro objetivo final: el comunismo. Para luchar por esta estrategia, te invitamos a sumarte a las filas del MTS.”
Pablo Oprinari
Ciudad de México / @POprinari
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