martes, 29 de septiembre de 2015

Crujidos en el “proyecto”



Lo que dejó Tucumán. Progresismo y clientelismo. Scioli, Cristina y el “doble comando”. Un balance del “modelo” que silencia muchas cosas.

Los editoriales de este domingo dan cuenta de las tensiones existentes luego de las elecciones en Tucumán y la semana que tuvo entre sus componentes, varios días de caída aguda de la Bolsa.
Así, Horacio Verbitsky habla tanto de las consecuencias de los fallos de la Cámara en lo Contencioso como de la Corte Suprema de Tucumán. Lo hace en parte, debatiendo con el constitucionalista Roberto Gargarella.
Escribe el periodista que “la Corte Suprema tucumana puso límite a la peligrosísima estrategia de deslegitimación de la voluntad popular, planteada por la coalición derrotada y admitida en un fallo escandaloso por una sala de la Cámara en lo Contencioso y Administrativo que intentó embarrar el camino hacia las elecciones presidenciales del mes próximo”.
Refiriéndose al régimen político tucumano, añade: “que todas las opciones sean malas afecta la libertad de elección en un modo muy distinto al que pretende el fallo, y no pueden corregirlo ni dos iluminados ni una nueva elección”.
La afirmación menosprecia que lo “malo” de Manzur y Alperovich es parte de la configuración política del kirchnerismo en su conjunto. Al mismo tiempo, omite dar cuenta de los problemas sociales sobre los que se construye el clientelismo que, todos admiten, rondaron la elección tucumana.

Poderes

Mario Wainfeld, por su parte, en el mismo diario da cuenta de las crisis ocurridas durante la semana por la caída de la Bolsa de Buenos Aires.
El periodista lo atribuye a una suerte de complot de los poderes económicos que, tras haber "fracasado" en Tucumán actúan desde Buenos Aires.
“Los medios dominantes relegaron a la opo tucumana a un lugar subalterno. La “política” cedió espacio a “la economía” que es también un territorio en disputa. El establishment –que se afincó sin admitir matices en la cúpula de Unión Industrial Argentina (UIA)– se mudó, pongamos, de San Miguel de Tucumán a la city porteña, donde juega de local y usa el gas pimienta a discreción” afirma el cronista.
Pero el poder de ese establisment no brota de la nada. Es la resultante de las tensiones de la economía nacional, en un marco de incertidumbre global luego de 12 años donde, a pesar del Relato, el poder de las grandes multinacionales sobre la economía nacional se mantiene sin alteraciones.

Scioli, Cristina y el futuro

Las tensiones futuras, dentro de un eventual gobierno de Scioli, se han convertido ya en un secreto a voces.
Eduardo Van Der Kooy analiza que el peor enemigo de Scioli no es Massa o Macri sino la misma presidenta que le impone limites y marca la cancha. Las declaraciones de sectores kirchneristas fogonean el retorno de Cristina.
Dice el columnista de Clarín que “a un mes de las elecciones presidenciales el fantasma más temido ha vuelto a merodear las vecindades de Daniel Scioli. Aquel fantasma no lo corporizan ahora mismo ni Mauricio Macri ni Sergio Massa. La amenaza se llama, sin vueltas, Cristina Fernández (…) la Presidenta no ayuda en ningún terreno al candidato”.
La presidenta ayuda y no ayuda al mismo tiempo. Lejos de cualquier esquematismo, los intereses futuros de la fracción kirchnerista se alinean con los presentes. Sin Scioli presidente no hay “operativo retorno” y, ni siquiera, escaños en el Congreso. Pero una alineación sin fisuras significaría dejar que las fuerzas centrífugas empiecen a actuar.
Jorge Fernández Díaz escribe en La Nación que no hay nada más inestable que un gobierno "de transición". La dureza llega a la comparación con el mismísimo De la Rua que no tuvo un partido atrás suyo. Rememorando una supuesta anécdota de la renuncia de Héctor Cámpora, el periodista señala que “la anécdota vuelve hoy a rodar porque los kirchneristas plantean cada vez con más crudeza la consigna "Scioli al gobierno y Cristina al poder", y porque los veteranos del peronismo imaginan el formato que viene sobre la base de aquel desdichado vacío camporista. "¿Cuántos meses pasarán hasta que los diputados y el vicepresidente peregrinen a El Calafate en busca de instrucciones?", se preguntan”. Añade, lapidario, “Doble comando o traición. ¿Pero puede hacerle Scioli a Cristina lo que ella y su esposo le hicieron a Duhalde? (…) la última vez que se combinaron crisis grave con doble comando, los escombros no sólo cayeron sobre el que pagaba la fiesta, sino que ametrallaron a su partido y dañaron a quien había armado la bomba: Carlos Menem”.
Parece que anunciar tempestades y crisis sin salida es una suerte de obligación contractual para los periodistas de la Tribuna de Doctrina.
La dinámica política del gobierno de Scioli dependerá de muchos factores. Ya se ha señalado que no será un camino de rosas, pero el catastrofismo no es nunca un buen consejero.

El "modelo" a 12 años

Mario Wainfeld ensaya un defensa global del “modelo” kirchnerista. A pesar de los límites, el periodista rescata la "voluntad política" evidenciada. Reseñemos solo algunos elementos del balance que, por lo demás, suena incompleto o sesgado.
Señala, entre muchos otros datos, que “se mantiene el núcleo duro de alrededor de un tercio de la clase trabajadora laborando en la informalidad. Es una proporción preocupante porque contradice los objetivos del “modelo” y porque se mantiene muy estable desde hace años (…) El kirchnerismo creó millones de puestos de empleo en sus mejores años en los que redujo (atacó) en alta proporción la informalidad. Esas variables se amesetaron lo que genera desigualdad entre los propios laburantes. Los ingresos son muy diferentes tanto como la posibilidad de “defenderlos” frente a la patronal y contra la inflación. Obras sociales, vacaciones, sueldo anual complementario acentúan las diferencias (…) La necesidad de pasar a otro estadio económico, de cambiar herramientas, de innovar es uno de los desafíos para la próxima administración, cualquiera fuera su signo. El kirchnerismo tiene una trayectoria que la ranquea como la más calificada para procurarlo, lo que no garantiza el éxito pero sí la voluntad”.
Cualquier análisis fino demostraría que la voluntad se detuvo a los umbrales de las ganancias del gran capital. Lejos del relato y cerca de la realidad, grandes pulpos económicos siguieron siendo todopoderosos en las diversas ramas de la economía. De allí que, hace ya más de 6 años, el nivel de trabajadores informales se mantiene estable. Seis es la mitad de 12.

Los trabajadores y el kirchnerismo

Agreguemos un párrafo más del periodista.
“El empleo se defendió con uñas y dientes, praxis desconocida por los gobiernos anteriores. Desde el Repro que paga parcialmente salarios en coyunturas de suspensiones o mermas de actividad hasta la protección novedosa a las empresas recuperadas, transitando un abanico muy amplio de política laboral-sociales. Carecen de precedentes por decir poco: reman en sentido contrario a lo que se hizo a partir de los ‘90. Los ejemplos muy conocidos de Kraft Foods o Donnelley (ahora MadyGraf) son emblemas pero no casos aislados. Apoyo técnico, capacitación y aportes de plata (en MadyGraf se llevan invertidos más de dos millones y medio de pesos) se conjugan con la combatividad y creatividad de los laburantes. Las relaciones entre el estado, sindicatos o delegados distan mucho de ser edénicas pero cuando se observe el conjunto en unos años se verá que hubo más armonía que la aparente y más resultados que los que se reconocen”.
La afirmación hace abstracción de muchos elementos para presentar un panorama embellecedor. Del gobierno y de la burocracia sindical peronista.
La lucha de Kraft fue uno de las que impuso límites a los despidos en 2009. Los RePRo fueron una salida estatal para evitar que ejemplos como esa gran lucha se generalizaran. Que esto fue la lógica que se impuso, lo evidencia la lucha de Lear en 2014 donde la relación “edénica” se dio entra la patronal imperialista, el gobierno y la reaccionaria burocracia del SMATA en pos de destruir la organización interna combativa de los trabajadores.
La reivindicación de la actuación estatal en Donnelley, hoy MadyGraf debe remitirse al mismo período. Mientras el gobierno intervenía para tratar de que los trabajadores de la gráfica no se convirtieran en un sector en lucha, reprimía brutalmente a los de Lear. El Relato, por esos días, tuvo el rostro de Sergio Berni. Agreguemos que los trabajadores de Donnelley sostenían una poderosa organización previa, lo que los hubiera convertido en un nuevo “conflicto testigo” en caso de que el gobierno no interviniera.
Hoy esos trabajadores son parte de las listas del Frente de Izquierda. Mientras, a Scioli lo apoyan los sectores burocráticos que, en cada uno de esos reclamos, estuvieron del lado de las patronales y contra los trabajadores de base. No hacen falta más palabras.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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