sábado, 12 de septiembre de 2015

Brasil: el gigante sudamericano en crisis




Con un combo que incluye una fuerte crisis política y una creciente degradación de las variables de la economía, se vislumbra un escenario de mayores tensiones.

La semana que se cerró este viernes fue prolífica en malas noticias para el gobierno de Dilma Rousseff. En el marco de un escenario marcado por una crisis económica, social y política, dos anuncios vinieron a agregar más leña al fuego en el que se cocina el gobierno de Brasil.

Mala calificación

El miércoles de conoció el anuncio de la agencia Standard & Poor’s que dio cuenta de una baja en la calificación de la deuda soberana del país.
Esto, más allá de sus consecuencias económicas, implica un duro golpe político al dejar en evidencia las limitaciones que el capital imperialista (o franjas del mismo) ven en el gobierno para implementar un plan de ajuste más abierto.
Este jueves se conoció la declaración de las mayores cámaras patronales del país, que se autodefinieron “perplejas por la inacción del gobierno frente al creciente deterioro del panorama económico del país”.
Esto, que se señala en el marco de que el gobierno viene realizando ajustes desde hace meses -recorte del 50% en algunos planes educacionales en 50%, duplicación del tiempo para acceder al seguro de desempleo- lo que empuja el desarrollo de la crisis social en curso, evidencia los límites que las patronales ven en el gobierno.
“La principal crisis en Brasil es política y no económica. Miramos al gobierno en Brasilia y no hay camino, orientación”, dijo André Perfeito, jefe de la consultora Gradual Investimentos en San Pablo, hace pocas horas. El mismo economista dio cuenta de que “todo el mundo sabía que la rebaja se acercaba” pero no tan rápido.

Impeachment

Si faltaba algo, el mismo miércoles se hizo público el lanzamiento de un Movimiento Pro Impeachmente, es decir por el juicio político a la presidenta. Carlos Sampaio, dirigente del opositor PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), explicó el objetivo, afirmando que "la finalidad de este movimiento es iniciar un amplio proceso de convencimiento en el Parlamento y la sociedad, sobre la necesidad de que se tomen medidas concretas contra este gobierno".
Cuando se ingresa al sitio creado para dar impulso al movimiento se pueden leer las “razones” que le dan lugar: pedalear sobre las cuentas públicas, abuso de poder económico, dinero ilícito de campaña y crisis de gobierno como las principales.
El hecho de que hablen de un “proceso de convencimiento” parece responder a dos cuestiones. La primera es que esta coalición no tiene la fuerza suficiente en el terreno parlamentario para imponer el juicio político. La segunda es que impulsarlo podría conducir a una crisis mayor. El mismo Perfeito señala en otro medio que “sería importante que la oposición política entendiera que un impeachment a Dilma podría empeorar aún más el panorama”.

Una crisis de largo plazo

En noviembre de 2014, en la revista Ideas de Izquierda n°15 se leía que “las elecciones y la polarización entre el PT y el PSDB sirvieron como un “aliento” para el régimen en Brasil tras la crisis de representatividad (…) permitieron despertar las pasiones de dos proyectos dominantes en disputa. Pero pasadas las elecciones, los problemas de un país que vive hoy crisis estructurales como la falta de agua en el Sudeste, un amplio cuestionamiento como los escándalos de corrupción en Petrobras, una situación económica que puede afianzar la recesión económica, entre otros problemas, pueden transformar un simple aliento en falta de aire, y puede fortalecerse al cuestionamiento del gobierno de Dilma, que ha salido debilitado a mediano y largo plazo”.
Esa dinámica es la que se ha confirmado a lo largo de 2015. En el proceso de crisis política del gobierno brasilero hay que sumar el giro de Dilma hacia una política de ajuste, opuesta por el vértice a la que sostuvo en el discurso de campaña electoral. Esa traición golpeó duramente a su base social.
El PT emergió como un partido que expresaba a amplias capas de la clase trabajadora y los sectores populares en el cuestionamiento al régimen capitalista de Brasil. Pero su integración al mismo lo llevó a convertirse en el vehículo del ajuste en curso.
Al mismo tiempo, lo hizo adoptar todos los rasgos más decadentes de ese régimen. La crisis del “mensalao” durante el gobierno de Lula y la actual crisis de la Operación Lava Jato que salpica a decenas de funcionarios petistas, pone en evidencia el entrelazamiento entre el viejo partido de base obrera reformista y el poder del gran capital.
El crecimiento del descontento social y la baja popularidad de Dilma (8%) es resultando de las condiciones económicas y de la crisis social en crecimiento. Esa baja popularidad se alimenta tanto por derecha –como se vio en las movilizaciones ocurridas hace tres semanas- como por izquierda con el descontento obrero y popular ante el avance de suspensiones, despidos y aumento de tarifas.
Frente a esa situación, la política desplegada en estos días parece indicar que el gobierno ve como salida una fuga hacia adelante, buscando garantizar al capital imperialista su “seriedad” a la hora de garantizar sus ganancias. En el marco de las tensiones económicas y con la crisis política aguda de fondo, el escenario está abierto y tiene una marcada inestabilidad.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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