Si se observan los nombres de los posibles candidatos a la sucesión, se confirma los resultados de una verdadera “restauración conservadora” de la cual fue agente el kirchnerismo: Massa, Scioli, Macri, Cobos, Sanz, Binner o Carrió. El kirchnerismo fue, parafraseando a Roberto Arlt, el gran “criador de gorilas”, fecundados en su propio seno o fortalecidos por los límites de un reformismo light adaptado a todas las reglas de un país y un mundo “pos-neoliberales”.
Con el lanzamiento formal del Frente Amplio – UNEN (FAU) queda configurado un posible escenario de competencias políticas hacia el 2015. Los analistas destacan la formación de cuatro “grandes” coaliciones tradicionales, lo que implica un reconocimiento del fracaso en la reconstrucción de un régimen político de mayorías estables. Al mismo tiempo que intentan ocultar la existencia de una quinta e incómoda coalición que acaba de demostrar en las elecciones municipales de la ciudad de Mendoza que es algo más que un “fenómeno pasajero”: el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT).
Si se observan los nombres de los posibles candidatos a la sucesión, se confirma los resultados de una verdadera “restauración conservadora” de la cual fue agente el kirchnerismo: Massa, Scioli, Macri, Cobos, Sanz, Binner o Carrió.
El kirchnerismo fue, parafraseando a Roberto Arlt, el gran “criador de gorilas”, fecundados en su propio seno o fortalecidos por los límites de un reformismo light adaptado a todas las reglas de un país y un mundo “pos-neoliberales”.
No muy diferente es la situación si se enumera la agenda alrededor de la cual existe un consenso entre las coaliciones políticas tradicionales: la llamada “inseguridad” abordada desde la óptica casi exclusivamente punitiva, la reglamentación de la protesta social (“ley antipiquetes”), el ajuste, el retorno al endeudamiento y la entrega de recursos naturales a empresas multinacionales, como la indemnización a Repsol. El gran vacío en el discurso del flamante frente republicano se debe a la existencia de consenso de fondo, luego el giro hacia la ortodoxia del kirchnerismo en su fin de ciclo. El gobierno les birló el programa y quedaron pedaleando en al aire, hablando de la “república”, la “democracia” y el “respeto”, las tres empanadas de la pobreza programática digna” de la tan esperada carroza republicana, representados por la voz y el alma partida de Luis Brandoni.
Pero el “bonapartismo” en los métodos de gobierno, no solo mantuvo y profundizó las grietas del régimen político (simuladas por el crecimiento económico), dinamitando a la centroizquierda y dividiendo al peronismo, sobre todo al de la provincia de Buenos Aires, sino que también atomizó a otro de los pilares centrales de contención del mismo: la burocracia sindical.
Una centroizquierda partida entre una franja oficialista, que entra en quiebra cuando tiene que bancar un ajuste ortodoxo, acompañado por un intento de reglamentación represiva de la protesta; y una franja opositora obligada a una alianza con liberales de derecha.
Una dirigencia sindical oficialista, con crisis en la base de sus gremios, sin argumentos para la defensa del gobierno. Y una opositora empujada a tomar medidas de lucha, pero cuyos referentes políticos son parte del consenso ajustador.
Esa es la dinámica a derecha de la gran superestructura del país burgués. Sin embargo, la dinámica de esta agenda de las grandes coaliciones políticas, no es necesariamente la misma que se expresa en la sociedad y en los sectores populares.
El paro general del 10 de abril, su profundidad y extensión mostraron los límites que tiene la agenda, en términos de relaciones de fuerza. La histórica huelga docente, que tuvo su centro de gravedad en la provincia de Buenos Aires, fue un “aviso” que anunciaba la fuerza que podía adoptar el paro. El protagonismo de los sindicatos es una manifestación del fortalecimiento del movimiento obrero; y Moyano una expresión deformada de esta relación de fuerzas general. Y es deformada porque mientras el pronunciamiento nacional de la jornada del 10/4 tuvo el motor de enfrentar al gobierno y su ajuste, la conducción sindical limita cautelosamente la continuidad, porque su objetivo es la conservación de sus propios intereses como casta burocrática, antes que la preparación de una ofensiva estratégica de los trabajadores. Su defensa del movimiento obrero es directamente proporcional a la tutela de sus intereses, es decir, limitada.
Es los intersticios de esta crisis del régimen, emerge la coalición “innombrable”: la izquierda radical agrupada en el FIT.
En el terreno político, con Mendoza y Salta como máxima expresión electoral, recibe el apoyo no solo de aquellos que desilusionados por una oposición impotente, sino también de los desencantados por el fin del “nunca menos” del kirchnerismo y el desenmascaramiento del bastardeo de banderas democráticas o progresistas (“nacionalismo”, “no represión de la protesta”), pisoteadas una a una por el giro ortodoxo del oficialismo.
En el plano sindical y de la organización de los trabajadores, la división del sindicalismo peronista, fue una condición de posibilidad de la avanzada de las fuerzas de la izquierda clasista en general (y del PTS en particular), en cuerpos de delegados de empresas y establecimientos, y seccionales de sindicatos.
La única salvaguarda, por ahora, es la sobrevida que da la economía, con la mantención de los altos precios de las materias primas y la posibilidad de endeudamiento, que solo puede lentificar el ajuste o diferir su aspecto más brutal hacia el futuro.
El momento presente concentra condiciones que no existieron por lo menos en las últimas cuatro décadas. Un debilitamiento de la identidad política de los trabajadores con el peronismo histórico, una división de las fuerzas políticas actuales del mismo en su centro de gravedad, la provincia de Buenos Aires, rupturas en la cadena de contención del movimiento obrero que representa la burocracia sindical y una emergencia no solo política y electoral, sino también sindical de la izquierda clasista. Un peculiar momento que abre las puertas a potenciales grandes cambios históricos.
Fernando Rosso
Alfil
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