viernes, 1 de abril de 2016

Malvinas, una causa antiimperialista



El 2 de abril se cumplen 34 años de la recuperación de las Malvinas, que llevó a la guerra con Inglaterra. En esta nota partimos de algunos interrogantes que siguen generando debate.

Este será el primer aniversario del conflicto bélico con Mauricio Macri como presidente y los gestos políticos no se hicieron esperar. Aunque en los 90 había dicho que recuperar las islas “sería un déficit adicional para el país”, las necesidades políticas hicieron que el flamante presidente deba presentarse como un defensor de la soberanía nacional aunque desde una versión más light, buscando mejorar los lazos con el primer ministro británico David Cameron, como pudo verse a comienzos de año en Davos.
Cada año las polémicas y los debates acerca de la derrota argentina y el rol del imperialismo cobran renovado interés. En esta nota nos vamos a detener en una serie de preguntas que cruzan la experiencia en Malvinas y que permiten afinar las discusiones que tenemos que dar los revolucionarios para comprender tanto el conflicto como su desenlace.

¿Es justo el reclamo de soberanía?

Las islas, usurpadas por los ingleses en 1833 tras la expulsión de la guarnición enviada desde Buenos Aires, forman parte del territorio argentino. Es incuestionable desde el punto de vista histórico y geográfico el derecho de Argentina sobre las islas. Gran Bretaña es una potencia imperial que se apoderó de las Malvinas sin ningún derecho, solo el de la fuerza.
No son los kelpers los que deben decidir sobre el futuro del territorio, como propuso en 2012 un grupo de intelectuales y periodistas argentinos (1) en sintonía con lo planteado por el gobierno británico y los isleños, quiénes votaron mantener la ciudadanía británica.
La autodeterminación -o sea, el derecho a decidir sobre su futuro, incluso la independencia o separación de una nación de otra- es un derecho democrático, elemental de todo pueblo que es sojuzgado por un país opresor. Sin embargo, en el caso de Malvinas, la población fue trasladada desde Inglaterra para asegurar la ocupación y garantizar así lo que se llama enclave colonial, en este caso de la usurpadora corona británica.

Al tomar partido por Argentina en 1982, ¿se estaba aceptando la aventura militar de Galtieri?

La ocupación de Malvinas por las fuerzas argentinas fue pensada como una forma de presión sobre Inglaterra, para acelerar las negociaciones con la mediación de EE.UU., con el propósito de conseguir algún logro y así mejorar la situación interna del gobierno militar. Pero fueron los ingleses los que frustraron sus planes. El desembarco argentino le dio al gobierno de Thatcher la oportunidad de salir de su propia crisis y aprovechar la situación para exacerbar el espíritu patriótico de su población.
Una vez que estalló la guerra, la ubicación en el bando militar argentino no significó a priori dar respaldo a la política de la dictadura, sino impulsar la defensa de la nación semicolonial (Argentina) contra la agresión imperialista. A estas clases de guerras, en las que un país colonial o semicolonial, se enfrenta a una potencia opresora, los socialistas revolucionarios las llamamos “guerras justas” o “guerras de liberación nacional”, donde sin dudar apoyamos a la nación oprimida contra la agresora. No somos neutrales en este tipo de guerras. A su vez, todo antiimperialista consecuente tenía la obligación de dejar en evidencia las intenciones de la dictadura -la denuncia de la “aventura militar” debía tener ese propósito- y levantar una política independiente aún en el terreno militar para derrotar a Inglaterra.

¿El triunfo argentino hubiese debilitado la lucha contra el gobierno militar?

La guerra puso en un primer plano la defensa de los intereses de la nación semicolonial, independientemente de su régimen político. El imperialismo podía haber salido de la guerra con suficiente poder como para elegir a un dictador afín a sus intereses (un Augusto Pinochet). No obstante, el desgaste de la dictadura no daba lugar a este tipo de salidas. La gente salió a las calles al grito de “los pibes murieron, los jefes los vendieron”. La derrota de Malvinas aceleró la crisis del gobierno militar que quedó sustentado por los dos grandes partidos, el PJ y la UCR, hasta fines de 1983. Pero al mismo tiempo, la derrota nacional fue clave para el avance del imperialismo en nuestro país, de la mano de los gobiernos democráticos, y en el resto de la región.
De todos modos, no había chances de derrotar al imperialismo si la conducción militar de la guerra seguía en manos de los genocidas. Levantar una política independiente -opuesta a la dictadura- para ganar la guerra, era la mejor forma de fortalecer la lucha contra el régimen y promover su caída revolucionaria.

¿Por qué los militares no podían derrotar a los ingleses?

Argentina podía no solo enfrentar la ofensiva inglesa sino también vencerla y darle una salida a la crisis política nacional. Para ello era necesario romper pactos como el TIAR (2) y combatir al imperialismo en todos sus frentes. La clave era golpearlo donde más le duele, es decir, afectando sus extraordinarias ganancias. Para ello había que expropiar sus empresas, confiscar los bancos británicos y negarse a pagar la deuda externa, que había crecido monumentalmente en los últimos años. Otra medida básica para lograr el triunfo era que la CGT y los sindicatos incentivaran a la población trabajadora para que se aliste en las tropas, ofreciéndoles instrucción y reclamando armamento adecuado mientras que era fundamental aprovechar las importantes movilizaciones antiimperialistas que se dieron en distintas partes del mundo. La CGT, siguiendo al peronismo, no cuestionó a la conducción militar sino que la apoyó.
Pero ni el gobierno de facto ni la burguesía local representaron una verdadera amenaza para el imperialismo. Su propio carácter de clase– y las ataduras económicas, financieras y políticas – les impidió tomar decisiones que afecten realmente las inversiones británicas en el país (como la suspensión de la deuda externa) y llevar una política clara de liberación nacional. La desastrosa experiencia bélica del gobierno y su rápida derrota en el ámbito militar demostraron que el triunfo sólo podría llegar de la mano de los trabajadores y el pueblo.
A pesar de que numerosos gobiernos burgueses adquirieron un discurso más o menos antiimperialista como el kirchnerismo, que se autoadjudicó el rol defensor de la causa Malvinas durante los últimos 12 años (a pesar de haber mantenido intactas las inversiones y los millonarios contratos con las multinacionales británicas), o el macrismo que ahora busca poner paños fríos en las relaciones diplómaticas con Inglaterra; lo que queda claro con la experiencia de Malvinas es que los únicos interesados en derrotar definitivamente a los colonialistas son quienes padecen diariamente su intervención, los trabajadores. Son los únicos que pueden mantenerse independientes de los intereses tanto del capital extranjero como de la burguesía nacional.

La Izquierda Diario

NOTAS

1. El grupo de 17 intelectuales y periodistas que firmaron el documento (entre ellos Beatriz Sarlo, Jorge Lanata, Luis Alberto Romero, Fernando Iglesias) defendieron el derecho de los isleños a decidir su propio futuro y el del territorio.
2. Tratado Interamericano de Asistencia recíproca firmado en 1947 que planteaba ayuda mutua frente a agresiones extranjeras.

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