La renuncia de Fidel se produce en un contexto de tremenda ebullición política, en el que un segmento importante de la población es consciente de estar en un punto de inflexión en la historia del país. ¿Sobrevivirá la revolución cubana a la renuncia de Fidel? ¿Se preservarán sus conquistas sociales? ¿Qué solución hay para incrementar la capacidad de compra de los salarios? Ese es el trasfondo político de todas las opiniones y sentimientos que se expresan acerca del futuro de Cuba, aunque no siempre se expresen de un modo claro y consciente.
Conocimos la noticia de la renuncia de Fidel a presentarse como presidente la mañana del día 19 de febrero, muy cerca de la escalinata universitaria de la Universidad de La Habana, en una calle desde donde descendieron decenas de manifestaciones estudiantiles contra la dictadura de Batista. Eran las 8:00 de la mañana y estábamos a la búsqueda de transporte, como cada día desde hacía cinco, para dirigíamos a la Feria del Libro de La Habana.
Al llegar a nuestro puesto en el recinto de la Feria, en la fortaleza militar de La Cabaña, comentamos la noticia a la trabajadora social que nos ha estado ayudando. Ella tiene los rasgos inconfundibles de una mujer joven perteneciente a la clase de los oprimidos: humilde, despierta y orgullosa de su país y su revolución. Aún no conocía la noticia cuando se lo dijimos. Salió disparada del stand y al poco volvió con un ejemplar de Granma en las manos. Nos dimos cuenta que tenía los ojos llenos de lágrimas y nos abrazó, a cada uno de los cuatro compañeros que estábamos en el stand, en un profundo gesto de tristeza.
La renuncia de Fidel ha tenido un gran impacto emocional en Cuba, por más que todos intuyeran desde hace más de un año que ya no podría jugar, tras su enfermedad, el papel de máximo dirigente de la revolución cubana.
Fidel pertenece a una generación extremadamente joven, valiente y audaz que en los años 50 decidieron dar un sentido a su vida entregándola por entero a la liberación del pueblo cubano de su opresión nacional y a la lucha por la justicia social. En un momento determinado, cuando el imperialismo y la oligarquía local estaba completamente desbocada con sus acciones de terrorismo y sabotaje contra la revolución, Fidel no cedió y empujó la revolución hacia adelante nacionalizando todas las empresas multinacionales y nacionales ubicadas en el país. La economía nacionalizada, la supresión del capitalismo, permitió que la población de la Isla alcanzase niveles de educación y salud completamente impensables, todavía hoy (a pesar del bloqueo, del desplome de la URSS y de los precios del azúcar en el mercado mundial), en cualquier país capitalista latinoamericano, y que incluso se comparan favorablemente con los de países capitalistas avanzados.
Otro de los grandes méritos de Fidel es el de haber mantenido, en condiciones extremadamente difíciles, una férrea oposición a la restauración del capitalismo cuando la burocracia soviética destruyó la economía planificada y restauró el capitalismo en los países de la antigua URSS.
Para millones de personas en el mundo Fidel simboliza una revolución que ha sido capaz de resistir, durante 50 años, y en condiciones de extrema dureza, a la maquinaria militar más destructiva de la Tierra. La revolución cubana ha dado una dignidad al pueblo cubano jamás alcanzada en las etapas modernas precedentes, marcadas por la esclavitud y la más insultante desigualdad social.
Es lógico que su figura suscite la mayor hostilidad por parte de los poderosos. Por la misma razón es un deber revolucionario defenderla frente al imperialismo y al capitalismo.
La renuncia de Fidel se produce en un contexto de tremenda ebullición política, en el que un segmento importante de la población es consciente de estar en un punto de inflexión en la historia del país. ¿Sobrevivirá la revolución cubana a la renuncia de Fidel? ¿Se preservarán sus conquistas sociales? ¿Qué solución hay para incrementar la capacidad de compra de los salarios? Ese es el trasfondo político de todas las opiniones y sentimientos que se expresan acerca del futuro de Cuba, aunque no siempre se expresen de un modo claro y consciente.
De un año para acá, es decir, desde la última Feria Internacional del Libro de La Habana, hemos percibido que, de un modo más o menos generalizado, se ve como razonable la introducción de medidas de mercado (en realidad, de más medidas de mercado) para mejorar el socialismo. Hemos escuchado estas afirmaciones incluso por parte de gente que sinceramente quiere hacer avanzar la revolución y que está radicalmente en contra de la restauración capitalista. Es sorprendente la homogeneidad de criterios que tienen muchísimos taxistas, que como buenos cubanos no dejaban de dar conversación en nuestro trayecto diario de ida y vuelta a La Cabaña, respecto a la necesidad de aprovechar “lo bueno del capitalismo, sin renunciar al socialismo”. ¿De dónde surgen estas ideas? Una vez preguntamos directamente a uno de ellos qué consideraba que tenía de bueno el socialismo, y la respuesta era clara: la educación y la sanidad gratuita y accesible a toda la población. “Lo bueno del capitalismo”, en su imaginación, era disponer de más ingresos aunque en la práctica sería todo lo contrario, al menos para la inmensa mayoría de la población. Estas son las ideas de la llamada “vía china”, que además son jaleadas, aplaudidas y alentadas por la prensa burguesa a nivel internacional.
La revolución cubana tiene enormes reservas de apoyo político y social, pero es evidente que por sí mismas no son suficientes para impedir con seguridad una gradual restauración del capitalismo. Entre algunos sectores de la población existe una gran dosis de ingenuidad respecto a lo que es el capitalismo. La realidad es que la introducción del capitalismo tendría efectos devastadores en Cuba y la sociedad cubana retrocedería décadas.
También hemos notado que el segmento más comprometido con la revolución intuye este peligro y trata de inspirarse en el experiencia histórica de la clase obrera mundial y en la teoría marxista, que viene a ser lo mismo, para tratar de hacer avanzar la revolución. La extensión de la revolución a otros países y la participación consciente de la clase obrera en todos los aspectos de la vida política, económica y social es la clave para el futuro de la revolución cubana. No es ninguna casualidad que la figura de Trotsky haya suscitando tanto interés en la Feria del Libro, como quedó evidenciado en el acto de presentación de "La Revolución Traicionada".
Muchos cubanos han sentido que la renuncia de Fidel simboliza el fin de una etapa histórica, pero nuestro deber no es llorar sino comprender. El futuro no está determinado de antemano y la preservación y profundización de las conquistas históricas de la revolución dependerán de la claridad teórica y de la audacia de los sectores más avanzados de clase obrera y la juventud cubana.
Desde Cuba- Fundación Federico Engels
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