lunes, 29 de enero de 2018

Victoria Ocampo: una irreverente de la literatura



Ramona Victoria Rufina Ocampo nace en el seno de una familia aristocrática en la ciudad de Buenos Aires un 7 de abril de 1890 en una vieja casona de San Martín y Viamonte. Hermana mayor entre otras seis mujeres durante su infancia Victoria es educada en forma privada por institutrices y aprendió francés como primer idioma, para luego continuar con el inglés y el español.

La familia Ocampo regresa al país luego de recorrer París, Londres, Ginebra y Roma hasta asentarse nuevamente en Buenos Aires, en la famosa casona de Béccar, Villa Ocampo, donde Victoria a corta edad comienza a verse atraída por la literatura: Julio Verne, Charles Dickens, Daniel Defoe, Edgar Allan Poe componen su lista de favoritos. Ya adolescente, en 1908 la familia se traslada nuevamente a Europa, donde se forma en La Sorbona y el College de France.
Con escasos veintitrés años, se casa con Luis Bernardo de Estrada, matrimonio breve que terminaría con un “hombre tiránico, convencional y devorado por el amor propio", según sus propias palabras. Así entonces comienza una relación con Julián Martínez, primo de Estrada, a quien conoce en Roma durante un viaje mientras aún continuaba casada; esta y sus posteriores relaciones dan cuenta de su posición frente a las mismas y su audaz actitud para los tiempos que corrían. Aquella relación conflictiva con su primer marido puede leerse en la novela Xamaica, de Ricardo Güiraldes, cuyo personaje protagónico está inspirado en la propia Ocampo. La realidad que la atravesaba por entonces no sucumbía ante la pasividad y aquello que le impidiera su libertad: su negativa frente un matrimonio convencional y su renuncia a la maternidad por mandato dejaban entrever el carácter determinante de una “adelantada” para su época.
Ella solo hablaría de su relación con Julián Martínez en un capítulo de la novela La rama de Salzburgo: “El pasado de J., dormido en él, vivía en mí de manera aguda. Este intercambio de carga del pasado es fatal entre amantes que padecen de amor. Nos habíamos encontrado a alturas muy distintas de nuestras vidas, con una experiencia sin relación una con otra, ni equilibrio.”

Inicios literarios y fundación de Revista Sur

Su primera nota la editó para el diario La Nación, titulada Babel, donde escribió sobre las desigualdades entre seres humanos y realizó un comentario del Canto XV del Purgatorio. En 1924, Ortega y Gasset le publicó su primer libro, De Francesca a Beatrice. La intelectual, ensayista, traductora y editora publicó diversos libros como La laguna de los nenúfares, diez tomos de Testimonios y Tagore en las barrancas de San Isidro. Hasta 1930 todas sus notas eran escritas en francés para luego ser traducidas.
Con el tiempo, Victoria Ocampo se relacionó con grandes personalidades del mundo intelectual, tanto nacionales como internacionales. El contacto con aquellas y su deseo de transgredir lo establecido hasta el momento la llevaron a buscar una manera de hacer visible sus ideas: fundó la revista Sur en 1931 y la Editorial Sur en 1933, con ayuda de José Ortega y Gasset, Waldo Frank y Eduardo Mallea, donde encontró satisfecho su deseo. A través de estos espacios promovió a escritores de todas las latitudes. El novelista norteamericano Frank fue quien la impulsó a llevar adelante el proyecto de la publicación, que fuera para ella un legendario puente entre diversas culturas: construir un lazo cultural entre continentes, entre “las dos Américas”, como lo decían por entonces. Al ser publicada en Europa y Latinoamérica, Sur buscaba promocionar la literatura argentina y latinoamericana, por extensión, y atraer a aquellos personajes que tanto interesaban a su fundadora, como el de Virginia Woolf con quien luego llegaría a forjar una gran amistad.
Frank sugirió que la revista a fundar tratara las inquietudes y problemas de la literatura del momento. El 1 de enero de 1931, apareció el primer número, el que se agotó rápidamente con una tirada de cuatro mil ejemplares y fue vendida también en París y Madrid. Entre los colaboradores de la primera etapa de Sur encontramos, en sus diversos consejos, a Ernest Ansermet, Drieu La Rochelle, Leo Ferrero, Waldo Frank, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Jules Superville, José Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges, Eduardo J. Bullrich, Oliverio Girondo –que renunciaría al poco tiempo-, Alfredo González Garaño, Eduardo Mallea, María Rosa Oliver y Guillermo De Torre. A lo largo de los años de la revista, estos comités fueron mutando y se incorporaron Ernesto Sábato y Adolfo Bioy Casares. Tras la flecha apuntando hacia abajo, como portada, se encontraban diversos artículos de debate y discusiones ideológicas, filosóficas y políticas.
Sur significó una oportunidad de consolidación literaria para jóvenes escritores: Julio Cortázar escribió que «... nos ayudó a los estudiantes que en la década de 1930 al 1940 tentábamos un camino, titubeando entre tantos errores, tantas abyectas facilidades y mentiras», para Octavio Paz, «Sur no es solo un revista o una institución: es una tradición del espíritu... [Victoria] ha hecho lo que nadie antes había hecho en América».
Frente a los problemas para financiar su salida y otras polémicas, Ocampo escribió: “Lleva publicados más de doscientos números y me ha creado más de doscientos problemas. Muchos más dolores de cabeza. No sé si me sobrevivirá”.

Fundación de la UMA (Unión de Mujeres Argentinas)

Seguramente el de activista por los derechos de las mujeres es el perfil más ignorado de Victoria Ocampo. Siempre se resaltaba su calidad de escritora como su influencia en aquella época, siendo la primera mujer “de letras”, consagrada como tal por la Academia Argentina de Letras en 1977. En 1936 fundó, junto a María Rosa Oliver y Susana Larguía, la Unión de Mujeres Argentinas, una organización de mujeres que se creó para defender sus derechos civiles. Como dirigente de la misma, Ocampo siguió consciente de que la liberación de las mujeres era a la vez una necesidad y una revolución que avizoraba poco antes de su muerte.
Durante 1935, lideró una campaña contra la iniciativa de un grupo de jueces que buscaban practicar una reforma al Código Civil que inhibiera a la mujer casada para administrar sus propios bienes, y a favor, en cambio, de sus maridos, a quienes autorizaron a anular el vínculo si comprobaban que su mujer no era virgen al contraer matrimonio. Y lo peor: las mujeres no podían aceptar trabajar ni ejercer profesión alguna sin autorización legal del marido. En la esfera pública defendió con convicción los derechos de las mujeres desde las páginas de Sur.
En su ensayo de 1936 titulado La mujer y su expresión, la escritora reflexionó acerca de la situación de las mujeres en el contexto patriarcal. Ya en agosto del mismo año dio un discurso radial que supo ser transmitido en España sobre La mujer y su expresión con el fin de fomentar la solidaridad entre las mujeres de todo el mundo. Finalmente, la UMA logró su objetivo y el proyecto de la reforma fue anulado.

Mussolinni, Perón y la cárcel

En septiembre de 1934 el Instituto Interuniversitario Fascista de Cultura invita a Ocampo y Eduardo Mallea a dar una serie de conferencias en diversas universidades italianas. A pesar de oponerse al régimen de Benito Mussolini, la escritora mantuvo una entrevista con el dictador, donde le realizó una serie de preguntas con respecto a la condición de la mujer en el Estado fascista. Mussolini le dijo que el primer deber de la mujer era el de dar hijos al Estado, a lo que Ocampo le preguntó: “Pero ¿podría la mujer colaborar de otra manera con el hombre?”. “No”, respondió Mussolini. En su ensayo La historia viva (1936), la escritora habló de su temor de que el Duce llevara a su país a una guerra y de que las mujeres pariesen hijos “para la muerte”.
En el plano histórico y político hay otro acontecimiento importante: su asistencia a los juicios de Núremberg, incluido en la serie de los Testimonios. Por su parte, entre 1939 y 1941, Juan Domingo Perón, quien no ocultaba su admiración por el régimen fascista, ocupó el cargo de agregado militar en la Italia de Mussolini.
El antiperonismo de Ocampo le valió la cárcel en 1953, acusada de guardar armas en su casa marplatense para los enemigos del régimen. La enviaron al Buen Pastor como presa política, un instituto ubicado en San Telmo, donde convivió durante 26 días con otras mujeres condenadas y perseguidas. La noticia de su detención conmocionó a personalidades culturales del mundo, lo que movilizó a numerosos escritores célebres a organizar una campaña para pedir su liberación. Aldous Huxley, en conjunto con Waldo Frank, encabezaron el Comité Internacional para la Liberación de los Intelectuales Argentinos. En una carta que data pocos días después de su liberación, expresó: "Las miserias, las debilidades de la humanidad y también sus arranques de generosidad nunca se me aparecieron con tanta evidencia como en esos 26 días, y me alegra haber tenido oportunidad de vivirlos. Estas no son palabras en el aire. Además nunca he sentido como en esos días lo que significa la camaradería en la desgracia y el calor de la ternura humana entre desconocidas".
La escritora apoyó el golpe militar de la autodenominada Revolución Libertadora del 55. Hubo un editorial de la revista Sur que fue tan escandalosa en su apoyo, reivindicando a los golpistas como héroes, que llegó a generar diferencias hasta en la misma revista: “Lo que acabamos de vivir ha demostrado la magnitud del peligro. [...] aprovechemos una lección tan cruel y que hubiera podido serlo aún más si el impulso de algunos hombres que se jugaron la vida no hubiera intervenido de manera milagrosa. [...] ayudémoslos con toda nuestra buena voluntad, con toda nuestra preocupación de verdad y de probidad intelectual”.
Aquella mujer, transgresora para su época, logró conquistar su espacio, aquel cuarto propio que supiera “diseñar” Virginia Woolf en el ensayo que problematizara acerca del rol de las mujeres en la literatura universal. Victoria Ocampo encontraría la muerte el 27 de enero de 1979, a los 88 años de edad.

Lujan Echeverría

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