lunes, 8 de enero de 2018

Macri: un paso adelante, dos pasos atrás



Mientras el presidente extiende sus vacaciones en el sur, la productividad de las malas noticias es la única que aumenta. Cae la imagen, inquieta la economía y se mueve la calle. La paz de los cementerios y el fantasma de Maquiavelo.

En medio de la tranquilidad del exclusivísimo complejo de Cumelen en Villa La Angostura, el presidente Mauricio Macri optó por extender sus vacaciones una semana más.
Decidió mantenerse alejado de las malas noticias que irrumpen en todos los terrenos al calor del verano y de las constantes medidas de ajuste: las encuestas marcan una importante caída de la imagen presidencial, la economía emite señales de inquietante incertidumbre y el ruido de la calle aturde cada vez con mayor potencia.

Las encuestas

Hasta los más oficialistas entre los escribas del aparato mediático comienzan a reconocer la caída de la imagen del Gobierno en general y de sus referentes en particular. No sale indemne ni la hiperblindada María Eugenia Vidal, más allá del montaje de las escenas de “The Vidal Show” o de “Actitud María Eugenia”. El que más o menos zafó por ahora, según los estudios que maneja el oficialismo, es Horacio Rodríguez Larreta. Su mayor mérito fue mantenerse cuidadosamente fuera del teatro de operaciones durante los diez días que estremecieron a Macri hacia finales del año pasado cuando se aprobó la mal llamada reforma previsional.
La imagen del presidente cayó diez puntos sólo durante diciembre. Y este no es el único dato que inquieta al Gobierno: también disminuyeron sensiblemente las expectativas sobre eventuales mejoras hacia el futuro. Si la esperanza es lo último que se pierde, Cambiemos está dinamitando esa gallina imaginaria de los huevos de oro.
Pero además, hay un tercer factor que preocupa en Casa Rosada: entre el creciente número de desencantados hay una porción significativa de votantes de Cambiemos.
“El viraje en el humor social se produjo, en esencia, por la aprobación de la reforma previsional” asegura Eduardo Van der Kooy en el editorial dominical del diario Clarín. Y reflexiona: “Una de las tantas paradojas que suele encerrar la política. Ese conflicto significó la victoria política más ardua del Gobierno en dos años. Que consolidó la autoridad de Macri. El blanco apuntado justamente por la oposición. Sin embargo, aquel éxito por la pulseada de poder mutó en una derrota ante la opinión pública”. (Clarín, 07/01).
La imagen del presidente cayó diez puntos sólo durante diciembre. Y este no es el único dato que inquieta al Gobierno: también disminuyeron sensiblemente las expectativas sobre eventuales mejoras hacia el futuro
“Triunfo pírrico” dijimos al otro día de la escandalosa aprobación del recorte a los jubilados y a las remuneraciones de la Asignación Universal por Hijo, mientras el periodismo de guerra comandaba la campaña sucia para formatear una opinión pública que demonizara la movilización y encubriera al Gobierno. Los números que hoy se ven obligados a publicar demuestran que perdieron la batalla “como en la guerra”. Seguramente estas cifras ya tengan descuento incluido, porque provienen de aquellos que, mientras nos mean desde el cielo de Cambiemos, aseguran sin ruborizarse, que en realidad llueve.

La economía

Otras malas señales de las que mantiene prudente distancia el presidente en el paraíso de Cumelen, provienen de la economía.
Desde que puso en escena a “los cuatro jinetes del Apocalipsis” para recalibrar las metas inflacionarias, el Gobierno pareció entrar en modo GPS permanente.
El nuevo objetivo de no superar un 15 % de inflación para este año implicó recalcular el pronóstico con el que se había aprobado el Presupuesto 2018 el día anterior, y el boletazo que anunció “Guillo” Dietrich -en un desganado interregno de sus vacaciones esteñas- obligó a recalcular el nuevo pronóstico. Todavía faltan anuncios de aumentos en combustibles y servicios que mantendrán en alerta al GPS amarillo.
Las tensiones por el disciplinamiento impuesto al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, impulsaron una escalada del dólar que la semana pasada cerró en $ 19,26. Mientras que con la nueva inflación acelerando, es probable que el jefe de BCRA mueva la tasa de referencia de la política monetaria (cuyos valores altos eran la única dudosa “arma” para contener la escalada de precios), dos días antes de que el Indec anuncie la alta inflación de diciembre y cuando los precios de todos los rubros se “recalculan” cotidianamente.
El nuevo año tampoco trajo el pan bajo el brazo desde el escenario internacional para el programa económico cambiemita. El alza del petróleo (acicateada por la volátil geopolítica mundial) y la siempre latente suba de tasas de la Reserva Federal estadounidense, pueden descalibrar aún más el esquema económico. La suba del precio del crudo puede empujar hacia arriba el costo de los combustibles, pero además impulsar los déficit comercial y fiscal porque una parte de lo que se importa es subsidiado por el Gobierno.
El único “éxito” ¿pírrico? fue la temprana colocación de nueva deuda por U$S 9 mil millones que efectivizó el ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. Con la nueva emisión, en los cuatro primeros días de 2018, cumplió un tercio del programa financiero todo el año. El plan A, B y C de Cambiemos es endeudarse hasta que les duela.

Las calles

Uno de los fenómenos que, con honrosas excepciones, está siendo prolijamente escondido por la gran prensa es el proceso de movilizaciones y conflictividad que -con desigualdades- emerge en todo el país.
Desde las inocultables movilizaciones del 14 y 18 de diciembre contra el despojo a los jubilados y a las pensiones de la AUH que, como reconocen los editorialistas, implicaron una derrota política para el Gobierno más allá del triunfo legislativo; pasando por las impresionante lucha con apoyo popular de los trabajadores de Fabricaciones Militares de Azul; la dura resistencia contra los despidos en la Unidad Ejecutora Provincial (UEP) en La Plata, que lleva más de diez días de permanencia en la repartición y con el impulso de la izquierda y los sectores combativos se convirtió en un ejemplo para todos estatales; las peleas por fábrica en el sector privado y en la golpeada industria como las de las metalúrgicas Stockl en la zona sur, con una vigilia contra el vaciamiento o la de Envases del Plata en Morón que logró un primer paso con la reincorporación de los despedidos luego de decretada la conciliación obligatoria; el despertar obrero en el histórico polo industrial del sur de Santa Fe, producido por dos muertes de trabajadores aceiteros culpa de la negligencia empresaria, combinado con despidos (como los de Fabricaciones Militares de esa región); hasta llegar a los trabajadores de prensa que resisten los despidos en los medios públicos o los petroleros de la provincia de Santa Cruz que iniciaron un paro también para enfrentar las desvinculaciones (denuncian que llegan a 800) impuestas por las distintas operadoras.

Las estrategias

Si el malestar generalizado y la disposición a la resistencia no se expresa de manera más contundente en una acción coordinada a nivel nacional, es por clara responsabilidad de las direcciones sindicales y sus estrategias.
El triunvirato de la CGT languidece después de dos años de anestesiado colaboracionismo al servicio de la gobernabilidad de Macri. Ya no se discute si se retiran o no, sino en qué fecha.
Lo interesante de esta disposición de fuerzas en presencia es que deja en evidencia qué lugar ocupa cada cual. A cada quien según su necesidad y a cada cual según su estrategia.
Pero las conducciones que responden a las distintas variantes del kirchnerismo y que dirigen sindicatos importantes (bancarios, docentes) no se han erigido en una alternativa. Más allá de cada conflicto en particular, se manejan con una lógica de fondo: el objetivo político de colocar al movimiento obrero como base de maniobra para la resolución de la interna peronista determina la estrategia de lucha. Se apuesta al desgaste antes que al triunfo. Se le asigna a la calle el rol de factor de presión, mientras que por arriba se intenta reorganizar la rosca para “volver” en el 2019.
Para peor, en esas negociaciones, el kirchnerismo se postula –como se dijo- para convertirse en un decorador de interiores de un peronismo de diseño, según las manifestaciones públicas de muchos de sus referentes no negadas por los otros. Una vuelta, como dice el tango, a la casita de los viejos.
Lo interesante de esta disposición de fuerzas en presencia es que deja en evidencia qué lugar ocupa cada cual. A cada quien según su necesidad y a cada cual según su estrategia.

Los Maquiavelos

Esta crisis aún irresuelta de la oposición peronista alimenta una nueva ilusión con la que el oficialismo quiere tranquilizar a tirios y troyanos: la caída de la imagen del Gobierno no es capitalizada por nadie de la oposición tradicional.
“El 64 % de la población no está de acuerdo con el ajuste anunciado por el Gobierno la semana última”, informaba el diario La Nación en junio del 2000, aunque igualmente aclaraba: “La valoración positiva de De la Rúa se mantiene alta, pero descendió del 64,9 % en abril al 60 % en mayo”. En ese momento, el inefable radical también se consolaba con que la caída no era aprovechada por nadie.
Este novel relato que asegura que su imparable fuerza reside exclusivamente en la debilidad ajena, destronó a uno anterior que sentenciaba que la política se había “desacoplado” de la economía, que “la gente” votaba contra sus propios intereses, que dentro del amplio universo de sus posibilidades, optaba por el ajuste. Ahora, la nueva fábula asevera que el malestar es pasajero, que al principio prima el enojo general, pero después vuelve la convicción de que se está haciendo lo que hay que hacer. “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, dijo Einstein.
El editorialista de La Nación, Carlos Pagni, afirmó en uno de sus últimos artículos, que Macri había optado por seguir el consejo de Maquiavelo en El príncipe: “El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco”.
El problema para aplicar con éxito esta fórmula reside en que está quedando cada vez más al desnudo la verdadera índole de la sustentación del "principado” amarillo, donde el rechazo a la administración anterior ocupaba un lugar preponderante, hoy bastante desgastado. En este sentido, es válido recordar otra advertencia de Maquiavelo. En su clásico tratado, el florentino aconsejaba que todo príncipe “nuevo” debía considerar muy bien el motivo que inclinó al pueblo a favorecerle: “Si ellos lo hicieron, no por un afecto natural a su persona, sino únicamente a causa de que no estaban contentos con el gobierno que tenían, no podrá conservarlos por amigos semejante príncipe más que con sumo trabajo y dificultades, porque es imposible que pueda contentarlos. Discurriendo sobre esto con arreglo a lo ejemplos antiguos y modernos, se verá que es más fácil ganar la amistad de los hombres que se contentaban con el anterior gobierno, aunque no gustaban de él, que de aquellos hombres que no estando contentos se volvieron, por este único motivo, amigos del nuevo príncipe, y ayudaron a apoderarse del Estado”.
En criollo, podrían sintetizarse los dos consejos de Maquiavelo de la siguiente manera: “Hacé el mal todo junto, pero fíjate de no quedarte sin amigos en el intento”.

La paz (y la guerra)

Dicen que en el idioma mapuche, Cumelen significa “estar bien” o “estar en paz”. Acertó el presidente al quedarse unos días más, mientras manda a sus laderos a hacer “el mal todo junto” y genera las condiciones para un 2018 del que se puede esperar cualquier cosa, menos precisamente la paz.

Fernando Rosso
@RossoFer

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