lunes, 7 de noviembre de 2016
Proteccionismo, globalización y “furia populista”
Dualismos en la economía global ¿Hacia una reversión de la globalización? Debilidades del comercio mundial y proteccionismo. La nueva normalidad de los países centrales y una crisis matrimonial.
La tensión entre proteccionismo y globalización se pone de manifiesto como uno de los emergentes más significativos del escenario que toma cuerpo con particular entidad en los países centrales. Este dualismo expresa a su vez el despliegue quizá más contradictorio y concreto de otra bifurcación, la que fluye entre la economía y la política.
Enfocando la arista económica, puede verificarse que un escenario de disminución del crecimiento del comercio mundial está impulsando un cierto repliegue de la globalización, un suave incremento de medidas proteccionistas y una desaceleración del ritmo de liberalización del comercio. Estos factores que poseen por ahora un impacto limitado, prometen adquirir un impulso mayor en un escenario económico que amenaza volverse más crítico. Contra esta tendencia, los tratados de libre comercio –como el TLC, el Acuerdo Transpacífico o el Transatlántico, entre otros- representan la espada privilegiada de la cruzada globalizadora de los sectores hegemónicos del capital.
Pero si se enfoca la arista política, se observa que la desazón y la pérdida de confianza en las élites dirigentes dio lugar a una oleada de repudio a la globalización expresada tanto en el ascenso del fenómeno Trump por derecha, como en su momento en el voto por izquierda a Bernie Sanders y hasta en las promesas “antitratados” a las que se vio obligada Hillary. Este suceso en su conjunto, incluyendo un nacionalismo xenófobo referenciado en amplios sectores de la población–que alcanza también fracciones del capital no hegemónico, ligadas al mercado interno- podría transformarse en una de las peores contrariedades de las élites económicas, globalofílicas por definición. La suerte de los tratados comerciales –principal arma de las multinacionales y las élites económicas para la “protección” de sus negocios- se juega en territorios tortuosos como el del Reino Unido después del Brexit o el de Estados Unidos luego de la gran definición del próximo martes –independientemente, en gran parte, de quien se quede con la victoria.
En otro aspecto que distingue el actual “estancamiento secular” de aquel de los años ’30, el proteccionismo se referencia hoy en el desencanto de amplios sectores de la población mientras que los sectores hegemónicos del capital declaman un amor sin barreras por la “aldea global”. Una verdadera novedad histórica que tendrá mucho que decir en el período próximo.
Debilidades de la globalización
Bajo el título “El lento crecimiento del comercio mundial llegó para quedarse”, Martin Wolf se pregunta desde Financial Times si la globalización se está revirtiendo. Su respuesta general es no, aunque asume que se registra una pérdida de dinamismo especialmente en el comercio, motor de la integración económica global durante las últimas décadas. Tal como lo haremos aquí y para profundizar el asunto, Wolf acude al último reporte sobre Perspectiva económica mundialdel FMI. A partir de los gráficos proporcionados por el organismo, compara la dinámica del crecimiento del PBI mundial y el comercio del período 1960-2015 tomado en su conjunto con el período pos Lehman (2008-2015) en su especificidad. Evalúa que entre 1960 y 2015, mientras la producción creció a una tasa media anual del 3,5%, el comercio mundial lo hizo a una tasa del 6,6% en términos reales. Sin embargo, entre 2008 y 2015, mientras la producción mundial se incrementó a una tasa media anual del 2,4%, el comercio lo hizo a un 3,4% en términos reales. No sólo el crecimiento del comercio se desaceleró, sino que la brecha entre el crecimiento del comercio y el de la producción también disminuyó drásticamente, concluye.
Por su parte el FMI contrasta el período 1985-2007 con los últimos cuatro años que se extienden entre 2012 y 2015. Concluye que mientras en la primera etapa -bajo el impulso sustancial de la globalización y el crecimiento económico- el incremento promedio del comercio mundial en términos reales se producía a un ritmo dos veces mayor que el crecimiento del PBI, durante los últimos cuatro años, apenas acompaña el ritmo del crecimiento del producto. Desde 2012 la tasa de crecimiento del comercio mundial ronda el 3% anual o sea, el equivalente a menos de la mitad de la tasa media de expansión durante las tres décadas previas. Se trata de un lento y prolongado crecimiento del comercio en relación con el incremento del producto que goza de pocos precedentes durante las cinco pasadas décadas y que de continuarse, según BBC Mundo, se convertiría en el peor período de estancamiento comercial relativo desde la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de las causas explicativas de la desaceleración, el FMI distingue la debilidad general de la actividad económica y en particular la desaceleración del crecimiento de la inversión, como restricciones fundamentales al aumento del comercio desde 2012. Señala que los análisis empíricos sugieren que para el mundo tomado en su conjunto, hasta tres cuartas partes de la declinación del crecimiento de las importaciones de bienes en términos reales comparando los períodos 2003/7 –no casualmente el lapso que sigue a la entrada de China a la OMC- y 2012/15 se pueden atribuir a la debilidad de la actividad económica y más especialmente al débil crecimiento de la inversión. Si el ritmo de aceleración del comercio cayó tanto en bienes como en servicios, el 85% de la caída se concentra en bienes y en especial en bienes de capital e intermedios. El FMI adjudica este resultado específico a dos factores fundamentales. Por un lado a una modificación en la producción global según la cual la inversión devino particularmente intensiva en importaciones, cuestión que a la vez contribuiría a explicar la mayor desaceleración del comercio mundial respecto de la producción. Por otro lado el asunto se asocia a un bajo incremento de la inversión privada tanto en los países avanzados como en los “emergentes”, incluyendo en un plano muy destacado el proceso chino de rebalanceo desde la inversión hacia un crecimiento impulsado mayormente por el consumo.
Por último el Fondo pone de relieve que la evolución del comercio en los años recientes adquiere fisonomías sorprendentemente distintas según se la mida en dólares reales –o, lo que es lo mismo, en volumen- o en dólares nominales. En términos de dólares reales –criterio utilizado por el FMI- se observa una disminución del crecimiento del comercio mundial desde fines de 2011 a un ritmo aproximado del 3% anual. Pero si el asunto se evalúa en términos nominales, el comercio sufre una abrupta caída en términos absolutos a partir de la segunda mitad de 2014 y el valor de los bienes y servicios comerciados se reduce en un 10,5% en 2015. La apreciación del dólar y la abrupta caída de los precios del petróleo son los factores que explican la discrepancia entre los resultados. A diferencia del FMI, la Organización Mundial del Comercio confiere a dichos factores una significativa importancia tendencial tal como ilustramos enLa Reserva Federal entre Donald Trump y la economía real.
Amor sin barreras
En cuanto a las medidas proteccionistas, los aranceles de importación son los que permiten observar de manera más clara la evolución de los costos del comercio. Según los datos del FMI, las negociaciones comerciales y las liberalizaciones unilaterales redujeron las tarifas arancelarias promedio en casi un punto porcentual al año entre 1986 y 1995. Luego las reducciones continuaron a una tasa algo disminuida de aproximadamente medio punto anual hasta 2008 pero a falta de acuerdos arancelarios desde el inicio de la crisis, las reducciones de costos resultaron mínimas.
Por otra parte el movimiento más significativo se observa –de acuerdo al FMI- en las barreras no arancelarias que incluyen restricción de flujos comerciales tales como cuotas, rescates, ayudas estatales y medidas de defensa comercial como derechos preferenciales a los productos locales. Si este tipo de barreras registra una tendencia creciente ya desde 1990, muestra un aumento constante desde 2012 y un importante salto en los años 2014 y 2015. Según Global Trade Alert los gobiernos aprobaron en 2015 un 50% más de normativas dirigidas a favorecer a sus industrias locales y los países del G-20 concentraron el 81% de esas disposiciones. Si bien las medidas que restringen el comercio no muestran -de acuerdo a la gráfica de la OMC- una tendencia claramente creciente desde 2009 hasta la fecha, registran un pico pronunciado en 2015 frente a 2014. El FMI considera que este tipo de disposiciones afecta a una pequeña proporción de productos aunque su incremento podría encontrarse entre las razones explicativas de la detención del proceso de reducción de costos en el comercio global.
Por su parte y también según el FMI, la proliferación de acuerdos de libre comercio resultó particularmente pronunciada en el curso de la década del ’90, promediando alrededor de 30 acuerdos anuales. Mientras en el período previo a la crisis desatada por la caída de Lehman la cantidad de acuerdos se redujo ligeramente, a partir de 2011 la tasa cayó abruptamente a alrededor de los 10 acuerdos firmados al año. Sin embargo y también según el Fondo, los acuerdos recientes abarcarían un espectro más amplio que los anteriores incluyendo mayor cantidad de socios comerciales.
Estos factores también contribuyen a obstaculizar el comercio internacional de mercancías, aunque según el FMI su impacto cualitativo hasta el momento ha sido relativamente limitado. No obstante el organismo señala –como es bastante evidente- que de generalizarse, estos aspectos podrían pesar significativamente en la perspectiva del comercio global.
“Emerging markets moment”
Pero entre los años 1990 y 2007 –período apoteótico de tratados de libre comercio y reducciones arancelarias- las importaciones chinas explicaban el 44% de la pérdida de empleo en manufacturas en EEUU según apunta el Instituto de Estudios del Trabajo de Bonn, Alemania, citado por Mark Broad de la BBC. Incluso el FMI -sin ahorrar loas al impulso global- menciona el impacto de la competencia de las importaciones chinas sobre el mercado de trabajo norteamericano. Resalta que el crecimiento de los productos provenientes de China generó un incremento del desempleo, un debilitamiento de la participación de la fuerza de trabajo y una reducción salarial en los mercados locales cuyas industrias manufactureras compiten con los productos de importación. Cuestión que -casi de más está mencionar- se explica en gran parte por importaciones de firmas norteamericanas (des)localizadas en China. El subperíodo de los años 2003-7 fue –de acuerdo a la definición del FMI- un momento de crecimiento inusualmente rápido de la inversión del capital en las economías “emergentes” y “en desarrollo”, incluida China. A su vez, en el lapso que abarca los años 1999 y 2011 –mientras todavía la reducción de tarifas arancelarias continuaba por el “camino del bien”- el sector manufacturero norteamericano perdía 6 millones de puestos de trabajo, de acuerdo a la Oficina de Estadística de Empleo de Estados Unidos, citada por el autor arriba mencionado.
Bajo el título La frontera que Donald Trump no puede romper, Sonia Corona recuerda en el diario El País que en el año 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), catapultó a la maquila –industria manufacturera que importa insumos y exporta productos terminados- en la frontera. Se refiere a la expulsión de las fábricas industriales desde el Paso (Texas, Estados Unidos) hacia Ciudad Juárez (Chihuahua, México). En conjunto –señala- componen un centro urbano de más de 2,2 millones de habitantes separados por el Río Bravo y una valla de acero infinita, pero unidos por una relación comercial simbiótica de millones de dólares. En Chihuahua están las naves industriales y a sus espaldas –ilustra- los cristales espejo de los rascacielos corporativos de Estados Unidos. La razón indiscutida para asentar una planta en estos 12 parques industriales que albergan 330 fábricas –la mayoría de origen estadounidense- y de los que pueden salir televisores, lavarropas, ropa, partes de aviones o autos, reside en el costo de los salarios, nada más ni nada menos que ocho veces más altos del otro lado de la frontera, afirma. La consecuencia al otro lado -según Econmy Policy Instituye- ascendía en 2014 a 700 mil empleos menos correspondientes fundamentalmente a industria automotriz y electrónica norteamericana. La ciudad abandonada de Detroit en el estado de Michigan es un ícono de la combinación de superexplotación de un lado y deslocalización desindustrializadora al otro. Una de las páginas más destacadas del proceso de globalización del capital de las últimas décadas.
La conjunción de una desocupación endémica, ascenso de la desigualdad, pérdida de empleos ligada a la inmigración utilizada como mano de obra barata contra los núcleos de las clases obreras tradicionales y al cambio tecnológico -todos fenómenos de las décadas recientes- terminó combinándose con la debilidad económica de los años pos Lehman que le agregó estancamiento salarial, precarización de los nuevos trabajos creados, fuertes límites a la posibilidad de endeudamiento personal, arrojando lo que definimos desde esta columna como el “fracaso del éxito” neoliberal. Este cóctel es la sustancia de la localización en el centro de los fenómenos de derecha más bizarros, como fenómeno altamente novedoso. Analizamos este aspecto hace ya un tiempo en La “furia populista” que conmueve al mainstream. Hace unos días la columnista de Financial Times, Tina Fordham, definía que las economías avanzadas están viviendo un “emerging markets moment” (momento mercados emergentes): la brillante línea entre la política en las economías avanzadas y los mercados emergentes puede haber desaparecido y una nueva normalidad en las economías avanzadas se parece mucho a la vieja normalidad de los mercados emergentes, pero con apuestas considerablemente más altas para la economía global, dispara.
Este momento político simbólico que llegó para quedarse y asistirá a una mera instancia en la jornada muy particular del próximo martes, representa quizás el límite más extremo que enfrenta la cruzada globlalizadora y antiproteccionista de las élites económicas. No está descartado que las derivaciones políticas de la economía puedan golpear antes que la economía misma. El destino de los ampliamente repudiados acuerdos transpacífico y transatlántico -armas más filosas de las élites económicas y “víctimas” de la demagogia electoral de los contendientes- mostrará probablemente las primeras escenas de la película que comienza con aquello que Martin Wolf definía hace algún tiempo como la crisis del matrimonio entre la democracia liberal y el capitalismo global.
Paula Bach
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