martes, 22 de noviembre de 2016

El kirchnerismo “descubre” a la burocracia sindical



Como si fuera noticia, un sector del periodismo progresista declara que los dirigentes sindicales de la CGT defienden sus intereses corporativos.

Hasta hace menos de un año eran los “compañeros trabajadores”. En el peor de los casos, eran simplemente sus “representantes”. La burocracia sindical peronista paseaba por los pasillos del poder político, concurría asiduamente a los actos en Casa Rosada de Cristina Fernández, se fotografiaba con la ex presidenta y llamaba a movilizarse en su apoyo.
Todo eso ocurría sin mayores contratiempos. En aquel entonces, gran parte del sindicalismo burocrático peronista era aún parte del “proyecto nacional y popular”. La que fue bautizada -por Hugo Moyano- como “CGT Balcarce”, en obvia referencia a la dirección de la Rosada, contaba con el ignífugo Antonio Caló como secretario general.
Ahora, en un giro repentino, parte del periodismo kirchnerista acaba de “descubrir” la existencia de la burocracia sindical y la defensa corporativa de sus privilegios de casta.
En la edición de este domingo de Tiempo Argentino, Roberto Caballero escribe que “este sindicalismo no puede sintetizar nada positivo de una experiencia que lo tuvo, para mal o bien, como protagonista y beneficiario, porque su horizonte de miras no abarca al país en su conjunto sino que llega hasta la pura matemática sectorial (…) No es un asunto de mezquindad. Excede la cuestión de los personalismos. Se trata, nada menos, que de una profunda crisis dirigencial: no hay renovación, ni talento para encargarla, ni ganas de generarla”.
La “experiencia” en cuestión es el ciclo kirchnerista. Pero la ausencia de renovación no es un dato nuevo. En 2015 se llegó a consignar que el promedio de duración de los secretarios generales al frente de sus sindicatos alcanzaba los 28 años. Eso no impedía a CFK fotografiarse copiosamente con muchos de ellos.
En su “descubrimiento” Caballero señala que “Moyano estuvo al frente de la CGT durante buena parte del kirchnerismo, sosteniendo sus políticas hasta que abandonó ese lugar para replegarse hacia su zona de confort: la del sindicalismo tradicional, que cuando vio que no le podía sacar al kirchnerismo nada más se volvió rabiosamente antikirchnerista”.
En el esquema del periodista, parece ser que Antonio Caló o Gerardo Martínez representaban un sindicalismo “fuera” de esa zona de confort. Pero no existe nada más alejado de la realidad.
Para cientos de miles de trabajadores de la construcción, la precariedad laboral –que deriva regularmente en muertes por desidia patronal- se continuó durante la llamada “década ganada”. Asimismo el tercio de la clase trabajadora en la informalidad no apareció súbitamente con la gestión Macri. Por el contrario, fue parte de una “herencia” del kirchnerismo que la dirigencia sindical nunca osó cuestionar, ni con Moyano ni con Caló.
El ciclo kirchnerista tuvo en el poder sindical a uno de sus bastiones de poder. Pero su lugar no fue el de la defensa del conjunto de los intereses de la clase trabajadora, sino el de garantizar sus propias prebendas a cambio de sostener lo que es denominado el “control de la calle” a favor del oficialismo.
Los paros nacionales –convocados por Moyano y otros sectores- recién llegaron a escena a partir de 2012 y solo para reclamar por el impuesto a las Ganancias, aceptando como “natural” la fragmentación de la clase obrera, su división marcada entre efectivos, contratados, tercerizados y trabajadores en negro. A pesar de todo ello, durante todos esos años, los “compañeros sindicalistas” siguieron siendo “parte del modelo”.

Desamor y divorcios

La aparición de la “traición” de la CGT en el discurso del periodismo kirchnerista tiene sus razones. La explicación hay que buscarla en la movilización del pasado viernes. No se trata de una crítica al (recurrente) hecho de que la CGT amenaza con medidas que nunca tienen lugar. Nada que ver.
“Nosotros no andamos revoleando bolsos por arriba de los muros” afirmó Juan Carlos Schmid ese día. La alusión a José López, ex secretario de Obras Públicas de todos los Gobiernos kirchneristas, parece haber caído como balde agua fría sobre quienes rastreaban en cada frase de la dirigencia sindical el germen de oposición al macrismo.
Este domingo, comentando el discurso de ese dirigente, Mario Wainfeld escribía en Página/12 que “Schmid evocó la figura de Saúl Ubaldini, líder genuino de la CGT en los finales de la dictadura cívico militar y los primeros años de la recuperación democrática (…) Ubaldini era mucho más frontal en su discurso que la actual cúpula cegetista (…) los líderes sociales y gremiales que hablaron el viernes son contertulios habituales del oficialismo, lo que no es un reproche sino apenas una precisión (…) el acto en Congreso fue opositor sin ambages pero las convocatorias (y el elenco de oradores en particular) dejaron afuera a los partidos o representaciones más antagónicos con el gobierno. Las dos CTA, en el conjunto sindical. El kirchnerismo y el Frente de Izquierda y Los Trabajadores (FIT) entre las fuerzas políticas”.
Demás está decir que el FIT no era ni podía ser parte de una convocatoria que contaba con la bendición papal y el apoyo explícito de cámaras patronales.
Pero la cita ilustra el motivo real del desencanto kirchnerista. La Cámpora había dado a conocer un comunicado reivindicando la convocatoria, pero criticando el lugar y la falta de una explicación sobre las causas de la crisis. El pedido para ir a Plaza de Mayo iba acompañado -para no salirse del clima papal que impera en la política argentina- de una cita de Francisco.
En la pelea y la rosca interna peronista, este desplazamiento tiene su costo. El lamento kirchnerista por el rol de la burocracia sindical no trasciende el mero objetivo de negociar espacios y cargos hacia 2017.
En ese marco, a partir de ahora, posiblemente, el kirchnerismo sume a la burocracia sindical a la larga lista de corporaciones con la que pactó y convivió por más de una década.
Si esa burocracia hoy defiende sus intereses de casta corporativa es porque nunca dejó de hacerlo. Su cercanía al “proyecto nacional y popular” fue el precio a pagar para sostener sus privilegios.
El sábado pasado, el masivo acto en Atlanta convocado por el Frente de Izquierda, mostró a los sectores combativos, antiburocráticos y clasistas de la clase trabajadora. Allí, en esos sectores, se gesta la verdadera alternativa a esa burocracia sindical conservadora que cierto periodismo kirchnerista acaba de “descubrir”.

Eduardo Castilla @castillaeduardo

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