El director artístico del Teatro Colón y ex ministro de cultura porteño, Darío Lopérfido, reapareció en escena a partir de una supuesta polémica con Babasónicos.
El “detonante” fueron declaraciones de la banda que afirmaron que entre el Colón y Cemento, “la diferencia” eran 20 cuadras. También, que llevar su show al Teatro Colón les parecía “incongruente”, pero que como venían haciendo una gira por teatros, decidieron aceptar la propuesta de LN Cultura, el ciclo organizado por el diario La Nación.
La desaforada respuesta de Lopérfido (“No salgo de mi asombro al ver como algunos músicos pueden desconocer la historia y el prestigio del Teatro Colón (…) Fue un severo error programar a músicos que les da lo mismo tocar en el Colón que en cualquier otro lado (…) Voy a evaluar seriamente si Babasónicos deben cantar en el mismo escenario que pisaron Jonas Kaufman, Marcelo Álvarez, Daniel Barenboim y Martha Argerich”) le salió por la culata: su cuestionamiento a la banda acabó en una especie de ridículo censor. Un ejemplo emblemático de un hombre acostumbrado a vivir de la función pública y que pretende manejar el teatro como si fuese un anexo de su casa y al que ha rodeado de productores y organizadores amigos que facturan millones de pesos al Colón por cada servicio.
Lo que, desde una mirada superficial, aparenta ser un debate sobre la idoneidad de un grupo de rock masivo para tocar en un teatro tradicional de ópera y música académica tiene como telón de fondo una dura disputa de camarillas que hicieron del Colón un botín.
Desde que, a principio de 2016, sus declaraciones sobre los desaparecidos marcaron su salida del cargo de ministro de Cultura porteño, el ex funcionario de la Alianza se refugió en el cargo de director artístico del Colón. Ahora, las disputas con la directora general del teatro, María Victoria Alcaraz, amenaza con llevárselos puestos a ambos.
Lopérfido es un eslabón más en un largo encadenamiento de directores y ex directores que llevaron adelante un desguace prolongado de los talleres artísticos y escénicos (la principal valía del Colón después de su arquitectura), un imponente sistema de precarización contractual de la mayor parte de los empleados –con anuencia de los sectores sindicales vinculados a Sutecba- y un aceitado mecanismo de privatización del Teatro mediante alquileres a productoras privadas para espectáculos “populares”.
Estamos ante una orientación oficial privatista: artistas del Centro Cultural San Martín vienen denunciando la drástica reducción en la programación propia, los contratos artísticos ‘basura’, la tercerización de los talleres, el alquiler del espacio para fiestas y eventos, y la coproducción de obras con empresas privadas.
Recientemente, Lopérfido recibió un duro cachetazo con la publicación de las cifras millonarias que se llevó Al Pacino y la productora privada que realizó la función. Por si fuera poco, figuras de peso local, como Norma Aleandro, cuestionaron la valía artística del espectáculo –en rigor, una suerte de reportaje público con el legendario actor norteamericano y no mucho más.
Con la revelación de las cifras, quedó en evidencia un complejo entramado que funciona así: productoras privadas –ligadas a directivos o políticos del PRO– alquilan el Colón a precio menor al que podrían alquilar otros teatros y arman espectáculos en los que las ganancias que reciben son fabulosas. Este año han pasado Daniela Mercury, Axel Fernando, Rubén Rada, Raúl Lavié, Alejandro Lerner, Al Pacino, y llegarán Chris Cornell y Babasónicos, entre otros. La mayoría de estos espectáculos requieren amplificación, algo para lo cual el Colón –concebido como un teatro exclusivamente lírico– no está preparado y afectan su estructura y su acústica.
Mientras los directivos justifican los alquileres aduciendo que en todos los teatros del mundo ocurre lo mismo y que con ese dinero se abulta el presupuesto del Colón, los trabajadores –más del 50% tiene contratos artísticos de locación y obras– solo recibió un 15% de aumento desde mayo de 2015.
La revelación de los negociados del Colón obligó a Alcaraz a justificar una “programación artística” que no ideó ni maneja. Lopérfido, que gusta definirse como un vanguardista, ante el enojo popular por la presencia de espectáculos ajenos al Colón y las críticas que fastidiaron al Gobierno, busca subirse al banco de los acusadores por el “error” de programar a Babasónicos –¡sacrílegos!– en el Colón.
Jaime Gonçalo
No hay comentarios:
Publicar un comentario