martes, 29 de noviembre de 2016

Los que nos llevan al “colapso” y cómo evitarlo



La bicicleta financiera armada con las altas tasas de interés y el dólar planchado no sólo agudizaban la recesión económica en todos los planos, sino que exponía a la Argentina a un estallido ni bien se modifiquen las circunstancias que la hacían viable –las bajas tasas de interés internacionales.
El triunfo de Trump, y el anuncio de una agudización de la guerra comercial, financiera y monetaria jugó ese papel. El encarecimiento de la tasa de los EEUU puso en cuestión el plan de mega-endeudamiento votado en el Presupuesto (¡55.000 millones de dólares!) y las devaluaciones de las monedas de Brasil y México agravaron el atraso cambiario con los países que Argentina tiene un mayor flujo comercial. Sobre llovido mojado.
Fue ante este combo mortal que Lavagna se sumó a los pronósticos catastrofistas, avizorando que la política económica del gobierno lleva al país a un colapso. En términos similares se pronunció quien fuera su jefe, Eduardo Duhalde. La respuesta del gobierno fue acusar al ex ministro de Economía como punta de lanza de un lobby devaluador, algo tan obvio como cierto.
La acusación, sin embargo, oculta lo esencial: quien hizo la acusación, Prat Gay, fue el brazo ejecutor de la devaluación de comienzos de año, que rondó el 50% de un saque. Esa devaluación, claro, contó con el respaldo de Lavagna, lo mismo que la eliminación del impuesto a las exportaciones (retenciones) y el tarifazo, tres medidas que al combinarse llevaron a un salto inflacionario superior al 40% anual. Para evitar que esta altísima inflación derive en una hiper, el gobierno armó la bicicleta financiera, aprovechando las bajísimas tasas de interés internacionales. Las consecuencias fueron una recesión económica profunda y la pérdida del beneficio de la devaluación para los capitalistas. La historia de la devaluación de Kicillof del 2014 se volvió repetir. La `salida` de Lavagna es profundizar la orientación que hizo Prat Gay y ya fracasó. Una nueva devaluación nos llevaría a otra variante de colapso.
La incapacidad de los Prat Gay y Lavagna para hacer frente a la situación se debe a que la bancarrota económica tiene características sistémicas y no puede ser enfrentada con medidas monetarias o financieras. Argentina tiene una deuda colosal, que se ha agravado en el último período. Sólo durante el año en curso, si se suma la deuda del Tesoro y la del BCRA (Lebac) arroja la friolera de 90.000 millones de dólares. Sturzenegger en menos de un año triplicó la deuda del BCRA, pasando de 250.000 a 750.000 millones de pesos. Como esta deuda está colocada a tasas de interés cercanas al 30% y con vencimientos a corto plazo su impacto inflacionario es evidente, pues sólo puede pagarse con emisión monetaria. Una reducción drástica de la tasa de interés, como reclama Lavagna, llevaría a que se invierta la bicicleta: los pesos se cambiarían por dólares, produciendo una nueva devaluación.
El gobierno tiene por delante vencimientos de deuda por 20.000 millones de dólares. A esto debe sumarse la deuda de las provincias y de las corporaciones capitalistas, que también recurren al BCRA en busca de divisas. El cambio de las condiciones internacionales cuestiona el plan financiero de refinanciar esa deuda con nueva deuda. El gobierno dice como plan B tiene al blanqueo, que puede suplir la falta de financiamiento. Pero esto está por verse. La parte más importante de la plata que se blanqueará quedará en el exterior, esto a un costo bajísimo. Mientras tanto, otros hacen una negoción comprando propiedades para eludir el pago de toda multa, lo que ha creado una nueva burbuja inmobiliaria que encarecen tantos las compras como los alquileres.
Lo que a esta altura es seguro es que el dinero blanqueado no irá a la inversión. Esto por un motivo sencillo: la industria funciona al 60% de su capacidad instalada y la caída de las ventas y de la construcción se ha agudizado. Ningún capitalista va a invertir cuando tiene las máquinas paradas. La salida por el lado de la exportación choca con la recesión brasilera, la guerra comercial en marcha y la caída de los precios internacionales de las materias primas.
En estas condiciones la salida de Macri es reforzar la explotación de los trabajadores. La promesa realizada en la reunión anual de la UIA de terminar con los convenios colectivos de trabajo va claramente en esa dirección. En vez de la devaluación que promueve Lavagna, que impactaría negativamente sobre los salarios, Macri promete otra vía para lo mismo, atacando las condiciones de trabajo. La salida inflacionaria de Lavagna-Massa, o la recesiva de Macri-Prat Gay son dos formas de ataque a los trabajadores.
Incluso como salida reaccionaria, estas políticas no aseguran evitar el colapso anunciado. Para esto es necesario un replanteo general, que parta de una reorganización económica sobre otras bases sociales. Un verdadero plan de inversiones que reactiva la economía es incompatible con el pago de la deuda y con un sistema financiero manejado por evasores y fugadores de dinero. La creación de una banca nacional única y un monopolio del comercio exterior son instrumentos fundamentales para un desarrollo del país, especialmente frente a una crisis internacional que se agrava. Esto debe ir acompañado de la prohibición de despidos y suspensiones, el reparto de las horas de trabajo, la implementación de un salario igual a la canasta familiar y el 82% móvil para los jubilados. Sólo este programa, que es el que aplicaría un gobierno de los trabajadores, puede evitar el colapso que pronostican desde los círculos de poder.

Gabriel Solano

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