sábado, 19 de noviembre de 2016

Privatización de Entel: historia, balance y lecciones



El 9 de noviembre de 1990 se realiza el traspaso de Entel a Telefónica y Telecom, luego de que el 12 de septiembre del año anterior se firmara el decreto 731/89 de privatización de la empresa de teléfonos. Los trabajadores dieron una importante pelea en contra.

Antecedentes

La privatización de Entel tuvo dos antecedentes importantes. El primero durante la última dictadura militar, y el segundo con el gobierno de Alfonsín. En el caso del primero, es lo que se conoce como “privatizaciones periféricas”, y es la cesión a proveedores privados de ciertas actividades que hasta ese momento realizaba Entel, como por ejemplo las tareas de reparación de redes telefónicas externas. El segundo antecedente, y el más importante, se dará durante el gobierno radical, con la gestión del ministro de Obras Públicas, Rodolfo Terragno. El proyecto consistía en la gestión y venta del 40% del paquete accionario de Entel a Telefónica de España, con la idea de crear una empresa mixta, administrada por el grupo español, pero manteniendo Entel el monopolio sobre las telecomunicaciones del país. Este proyecto fue rechazado por el sindicato Foetra, conducida en ese momento por la lista Marrón de Julio Guillán, dirigente histórico del gremio, que a fines de los 60 formó parte de la CGT de los Argentinos.

Menemismo, neoliberalismo, privatizaciones

El 14 de mayo de 1989, Carlos Saúl Menem gana las elecciones presidenciales con las promesas de salariazo y revolución productiva. El 8 de julio de ese mismo año, asume de manera anticipada la presidencia. Dos de sus primeras leyes son las que marcarán el camino de las reformas neoliberales, dando el marco necesario para la privatización de los servicios públicos: la Ley de Emergencia Económica y la de Reforma del Estado. Esto fue parte de la ofensiva mundial que comenzó en los Estados Unidos con Reagan, y en Gran Bretaña con Thatcher donde, por medio de una serie de reformas económicas, sociales y políticas, se buscó derrotar las conquistas que tenía la clase obrera luego del boom de posguerra. De esta manera, flexibilización laboral, desocupación, privatizaciones, recortes en el gasto público, aumento de la deuda externa fueron el sello distintivo de la década del 90. Este periodo histórico se conoce como neoliberalismo y al día de hoy mantiene su vigencia y consecuencias en la estructura política y económica del globo.

Entel: vaciamiento y privatización

El 5 de enero de 1990 el Poder Ejecutivo aprueba el pliego de licitación que otorga el marco legal para la venta de Entel y el esquema regulatorio del sector de las telecomunicaciones. Uno de los aspectos que jugaron un rol importante a la hora de avanzar en la privatización, fue el discurso (y basado en aspectos reales) cada vez más instalado de la ineficiencia de las empresas públicas, de un Estado cada vez más grande y obsoleto, con empleados públicos innecesarios. “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado” (sic) sentenció Dromi, ministro de Obras y Servicios Públicos. La intervención de Entel en manos de María Julia Alsogaray jugó en este sentido un papel fundamental. Durante su administración se profundizó enormemente el deterioro que arrastraba la empresa. Así, entre 1989 y 1990, la empresa aumenta su endeudamiento en un 122%. En 1990 son habilitadas un 70% menos de líneas que el año anterior. Luego, la empresa será transferida al sector privado sin ningún pasivo, haciéndose cargo el Estado del total de la deuda.

La respuesta de los trabajadores

Luego de la aprobación del pliego de licitación, comenzará un largo conflicto sindical por la defensa de Entel. Las divisiones a nivel nacional del sindicalismo, también encontraban su expresión en el ámbito telefónico. La CGT oficialista nucleaba, entre otros, a la conducción nacional de Foetra, con Rogelio Rodríguez a la cabeza (que luego cambiará su nombre a Foeesitra), y apoyaba las medidas privatistas del nuevo gobierno. Julio Guillán, el mismo que poco tiempo antes durante el gobierno de Alfonsín había rechazado la privatización, aceptó asumir como Secretario de Comunicaciones del menemismo, al mismo tiempo que el gobierno impulsaba reformas al convenio colectivo de trabajo de 1975, recortando derechos y conquistas laborales a los telefónicos y avanzaba en la venta de Entel. Por su parte, la CGT Azopardo, de Saúl Ubaldini, que había convocado a 14 paros generales a Alfonsín, mantenía su oposición (más formal que real) a las privatizaciones, y tenía cercanía con la Celeste y Blanca de Héctor Esquivel, que en noviembre de 1989 gana la conducción de Foetra-Sindicato Buenos Aires. Durante las masivas marchas de los trabajadores estatales, ferroviarios y telefónicos en abril del 90, Ubaldini respondió a la multitud que exigía paro nacional que esperaran el “momento oportuno” que nunca llegó.
Así llegamos al verano de 1990, luego de aprobado el pliego de licitación Foetra-Sindicato Buenos Aires anuncia un plan de lucha como paros, movilizaciones y solicitadas que culmina el 30 de abril con una “Propuesta de saneamiento y recuperación de Entel”. El gobierno avanzó con la privatización, en pocos días ya tenía preseleccionados los siete consorcios para la compra de acciones de la empresa. Hacia fines de junio se formalizan las ofertas de compra. En julio la Federación lanza un plan de lucha nacional por salarios. En agosto el gobierno dicta la conciliación obligatoria y el sindicalismo telefónico se divide. Mientras la Federación acepta la conciliación, en Buenos Aires por presión de la base, se mantiene el paro. Durante todo el mes la actividad en Capital es intensa: plenarios de delegados, marchas, asambleas de afiliados masivas. El gobierno ataca con 3.000 cesantes y militariza los puestos de trabajo de CIBA I (edificio por donde se realizan las comunicaciones internacionales). Mientras tanto, la Federación mantenía aislado el conflicto en Buenos Aires y la CGT de Ubaldini se negó a convocar alguna medida nacional de lucha en apoyo a los telefónicos. El 14 de septiembre se realiza la histórica asamblea general en el estadio de Atlanta, con una concurrencia masiva de miles de telefónicos, rodeada de un gran cerco policial. Allí se pone en discusión el levantamiento o no de las medidas de fuerza. La dirección plantea que ante la reunión ese mismo día con el Ministerio de Trabajo, la única salida favorable para la reincorporación de los cesantes era el levantamiento del paro. Ante una votación dividida la conducción de Esquivel-Barone decide levantar la huelga, quedando así debilitada la pelea contra la privatización y dejando libre el camino para que se concretara la venta de la empresa. El resultado del conflicto no será gratuito para la Celeste y Blanca y 3 años después en la elecciones generales de Foetra Buenos Aires, la Marrón de Guillán recuperará la conducción del gremio.

¿Qué dejó la privatización?

La privatización significó una reducción de la planta de Entel fenomenal. Se calcula que entre 20.000 y 30.000 trabajadores fueron “instados” a tomar el retiro voluntario y jubilaciones anticipadas con sumas “tentadoras” pero que en el país que se avecinaba significó un engrosamiento de la tasa de desempleo o simplemente desafectados de la planta permanente. A su vez, desde los medios de comunicación, de la mano de periodistas de cuño neoliberal como Bernardo Neustadt e incluidos cómicos como Gasalla, se insistía en las ventajas de las privatizaciones, favoreciendo a consolidar una opinión pública que las viera con buenos ojos.
Los trabajadores telefónicos demostraron una enorme predisposición a la lucha contra éstas políticas ofensivas. Aunque primaba una visión acotada al conflicto gremial y no una política que denunciara de conjunto el desguace del Estado y las empresas estatales de conjunto a favor de empresas multinacionales, para contrarrestar toda la propaganda neoliberal.
Paros, marchas y acciones hicieron de los telefónicos y telefónicas una resistencia importante, pero lamentablemente su dirección, entregó la heroica pelea. El ubaldinismo, que posaba de opositor al avance neoliberal, no llamó a una sola medida nacional en apoyo a los telefónicos. Una vez que se concretó la venta de Entel, el resto de las privatizaciones eran cuestión de tiempo. Así se terminó de avanzar en las conquistas que quedaban en pie, el peronismo terminó de consumar la derrota de la clase obrera que había comenzado con la dictadura militar.

El rol del MAS durante el conflicto

Mención aparte merece el MAS (Movimiento al Socialismo), partido que tenía una importante influencia en el gremio telefónico. No preparar al conjunto del partido para librar esta batalla fue uno de sus principales errores. Este partido se reclamaba trotskista y tenía cierta influencia en sectores combativos de trabajadores organizados en distintas fábricas e instituciones estatales. A la salida de la dictadura militar con el reverdecer democrático, se ubicó como presión de exigencia a la dirección burocrática (sobre todo ubaldinista) que se preparaba para consumar la derrota y no como alternativa seria e independiente de dirección al conflicto. Una política correcta implicaba la pelea por mayor democratización y participación de las medidas de lucha del conjunto del gremio, pero también una campaña permanente hacia los usuarios y el conjunto de la población, para ganar base social de apoyo a los trabajadores en lucha. Tampoco se planteó la unificación con los trabajadores de otras empresas de servicios públicos, como los ferroviarios, que también se veían amenazados por el avance de las privatizaciones.
Desde el comienzo, el conflicto fue tomado de manera sindical, como uno más entre tantos que se libraban, sin ver que de su resultado dependía ponerle un freno a la avanzada neoliberal. El día de la asamblea de Atlanta, se movilizaron junto con el MAS unos 500 telefónicos, para dar la pelea contra el levantamiento de las medidas de fuerza. Una minoría, pero organizada para enfrentar la maniobra de la burocracia podría haber influenciado a un sector importante. Luego de la asamblea, primó la desmoralización en los propios militantes, lo que no permitió sacar las lecciones necesarias, la de crear una gran corriente dentro del gremio (y hacia afuera), que se organizara para enfrentar los ataques que se vendrían con las nuevas empresas adjudicatarias, Telefónica y Telecom. El rol que el partido podía cumplir en esos momentos decisivos, con una política correcta y sacando luego las lecciones necesarias, no solo para los telefónicos, sino para la clase obrera argentina de conjunto, era fundamental.

Retomar las lecciones hacia adelante

Las autoras de esta nota, somos militantes del gremio telefónico. Junto con nuestros compañeros de la Agrupación Violeta, nos preparamos para recuperar nuestro sindicato y entendemos que para eso tenemos el desafío de construir una gran corriente dentro del gremio que luche por la democracia sindical, por la independencia política (tanto de las direcciones burocráticas como de las patronales) y en unidad entre efectivos y tercerizados. Pero también creemos que la pelea no es solo en el ámbito sindical, sino que es del conjunto de la clase trabajadora y los usuarios, con la perspectiva de brindar un servicio público, estatal y eficiente basado en el desarrollo de las telecomunicaciones para el conjunto de los trabajadores y usuarios y no como generador de ganancias para los sectores privados. Para esto es que necesitamos fortalecer una alternativa política que esté al servicio de los trabajadores y no de los empresarios.
Es por eso es que también nos estamos preparando para participar con todo el próximo 19 de noviembre, en el gran acto nacional del Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Esta vez volvemos a Atlanta y salimos a la cancha, para ganar la pelea por la independencia política de los trabajadores.
Te invitamos a que nos acompañes.

Mariela Pozzi Trabajadora telefónica // Agrupación Violeta
Soledad Domenichetti Delegada FOETRA Agrupación Violeta | @soledome1

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