sábado, 1 de octubre de 2016

Rendimientos negativos, un nuevo eslabón de la crisis capitalista



Cuando se transita el noveno año desde la crisis de 2008, la política de rescate estatal hace agua y está creando las condiciones de una bancarrota aún mayor.
Una medida de ello es el desplome del Deutsche Bank. Las acciones del mayor banco alemán se han derrumbado en la Bolsa de Frankfurt un 6%, arrojando su cotización a sus mínimos históricos. El italiano Unicredit enfrenta un derrumbe similar y, de un modo general, la banca italiana está entre las cuerdas. Pero estos casos son solo la punta del iceberg: es toda la banca europea la que afronta su segunda crisis en menos de una década.
Uno de los factores que potencia la crisis bancaria es el fenómeno de los "rendimientos negativos” de los activos públicos, que ha ido creciendo a la sombra del salvataje implementado en las principales metrópolis capitalistas.

Fenómeno explosivo

Uno de los pilares de esta política ha sido la "flexibilización cuantitativa" (QE: Quantitative Easing), consistente en inyectar miles de millones de dólares en el sistema financiero. Esta política monetaria expansiva fue de la mano del descenso de la tasa de interés.
La apuesta fue que tasas más bajas estimularían al capital a invertir en la “economía real” (capital productivo). Esto, sin embargo, no sucedió. La inversión global está muy por debajo de donde estaba antes de 2008, y no hay indicios de recuperación. La reducción de la inversión provoca un descenso en la tasa de crecimiento de la productividad, mientras los fondos acumulados por las grandes corporaciones son canalizados hacia actividades especulativas -como la recompra de acciones y las fusiones. Las fusiones son, incluso, un mecanismo de “racionalización” (liquidación) de activos productivos, ante la sobreproducción y sobreinversión. El efecto principal de la flexibilización cuantitativa ha sido la inflación de los activos financieros. El valor de las acciones estadounidenses está cerca de los máximos históricos, mientras la actividad económica registra el ritmo más lento que en cualquier período anterior desde la Segunda Guerra Mundial.

Mercado de bonos y fondos de pensión

Pero el impacto más significativo del QE ocurre en el mercado de bonos: unos 13 billones de dólares en bonos públicos se compran y venden con rendimientos negativos. Ocurre que el precio del bono es tan alto, y su rendimiento tan bajo (los dos se mueven en relación inversa), que si un inversor compra un bono recibiría, de quedarse con él hasta su vencimiento, un retorno negativo. Los bonos, sin embargo, siguen siendo comprados con la esperanza de que su precio se elevará aún más, lo cual llevaría a obtener ganancias de capital en una posterior reventa.
Esta bomba de tiempo podría estallar ante cualquier viraje de la política monetaria. Por caso, un aumento de la tasa de interés desataría un descenso de la cotización de los bonos y traería aparejado pérdidas importantes de sus tenedores, que compraron a precios muy elevados esperando una suba aún mayor.
Las tasas de interés ultra bajas e incluso negativas han impactado directamente en uno de los pilares del sistema financiero global -los fondos de pensiones y compañías de seguros. Es que los rendimientos de los “activos seguros”, principalmente los bonos del Estado, son tan bajos que colocan en peligro a la totalidad de su modelo de financiación.
Uno de los principales damnificados son los bancos. En un escenario de tipos de interés negativos, ahorristas e inversores evitan realizar depósitos (deberían pagar por ello…). Estamos en el mundo del revés: son retribuidos los que piden dinero y los ahorristas son penalizados. Asistimos a un fenómeno inédito en la historia del capitalismo. Inconcebible antes de la crisis financiera de 2008. Casi 500 millones de personas en una cuarta parte de la economía global viven en países con tipos de interés por debajo de cero. Su significado de fondo es que existe un exceso de capital monetario (sobreacumulación) sin condiciones de ser convertido redituablemente a capital productivo. La salida a esta crisis implica una destrucción en masa de ese capital que flota en los circuitos especulativos. Las diferentes fracciones capitalistas no admitirán “concertar” esa liquidación de capitales sobrantes, la cual deberá, por lo tanto, cobrar la forma de choques y antagonismos crecientes.
Los beneficios de la banca están siendo estrangulados, los mercados monetarios podrían congelarse y los ahorristas podrían concluir llenando sus colchones para evitar que su entidad financiera les cobre por tener dinero. Un cortocircuito de esta naturaleza podría llevar al colapso del crédito, acentuando las tendencias recesivas y llevando la economía mundial a una depresión.

Perspectivas

Este desconcierto explica las reacciones disímiles de los distintos bancos centrales. El Banco de Japón anunció que intentará controlar el mercado de deuda a largo plazo, que normalmente está regido por los inversionistas. El objetivo es mantener las tasas de interés de largo plazo en territorio positivo y, con ello, aliviar a los fondos de pensiones, bancos y compañías de seguros, aunque esto conspire en forma inmediata con la política de estimulo a la actividad económica que viene promoviendo el gobierno y que, de todos modos, ha resultado un fracaso. En los últimos 22 años, el impacto sobre el PBI real de los estímulos implementados en Japón ha sido cero -o negativo, si añadimos el costo de la deuda incurrida). Pero lo que mas estremeció al mercado fue la negativa de Merkel a socorrer al Deutsche Bank en caso de que fuera necesario.
La Reserva Federal, en un sentido inverso, ha resuelto no aumentar la tasa de interés. En un calco de lo ocurrido con el mercado de las hipotecas en el 2008, el mercado de bonos se ha transformado en una cuestión explosiva , con el agregado de que la crisis inmobiliaria sigue sin resolverse y está en marcha una nueva burbuja en la bolsa. Los bancos centrales reconocen que estas crecientes contradicciones y desequilibrios en la economía los están dejando sin respuestas ni municiones.

Pablo Heller

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