Nuestro punto de partida para un análisis del paro es que su sola realización debe ser considerada un triunfo político para los trabajadores. Las duras luchas aisladas que se han librado en los últimos meses, muchas de las cuales no pudieron concluir triunfantes, necesitaban de una acción generalizada que las respalde. A partir de mañana los trabajadores que animan estos combates y el conjunto de la clase obrera están en mejores condiciones para conquistar sus reivindicaciones.
El éxito del paro se verifica en que su cumplimiento fue unánime entre los trabajadores de los sindicatos convocantes. Pero también en que debilitó a los sectores de la burocracia sindical afines al gobierno, al concitar la adhesión de sindicatos, comisiones internas y trabajadores que están en sus filas. Es el caso de los sindicatos de la Alimentación y de Bancarios, que pararon masivamente, y de comisiones internas y delegados que impusieron el paro a pesar del sabotaje del sindicato.
En los sindicatos que resolvieron no parar, el activismo impuso la huelga en fábricas estratégicas. El Sutna de San Fernando paró con mandato de las asambleas realizadas en FATE, donde el paro fue total. También lo fue en las grandes plantas gráficas dirigidas por el clasismo. Aún por decisiones ´preventivas´ de sus patronales, la huelga paralizó a automotrices como VW e incluso Lear. El estratégico Cordón de San Lorenzo, en Santa Fe, se sumó masivamente a la huelga. Entre la clase obrera petrolera del sur, el paro fue total. A pesar del carnereaje de último momento de la UTA, en líneas fundamentales los choferes se sumaron al paro, bajo el impulso de sus direcciones combativas. Lo mismo ocurrió en el subte, donde el 80% de sus trabajadores pararon y se debió apelar a la acción de los supervisores para mover las formaciones.
Todas estas expresiones de lucha minan la base de sustentación de la burocracia sindical, y son otra expresión del progreso inocultable del sindicalismo combativo y clasista. Allí residió la fuerza dinámica del paro, y no en una burocracia que lo convocó como medida aislada y para ´descomprimir´, o sea, disipar una reacción obrera contra el ajuste. Si los cortes de ruta se hicieron valer y contribuyeron al paro, ello se debió a que fueron una expresión unitaria y muy representativa de los que luchaban por la huelga. Por eso, el coronel Berni no se animó a desalojar la Panamericana, donde confluyeron columnas de decenas de fábricas de la zona.
Después del paro
De los dislates que se escucharon entre los voceros del oficialismo, el más grueso de todos es el que atribuye a la convocatoria de Moyano y Barrionuevo una finalidad “política”. Es casi un elogio hacia una burocracia que, en verdad, carece de toda brújula. Los Macri, Massa y Scioli, aliados políticos de Moyano-Barrionuevo, no quieren ningún paro. Ninguno de los postulantes a la sucesión presidencial se pretende establecer una coalición entre la burguesía nacional y los sindicatos. En estas condiciones la burocracia opositora no tiene capacidad para ofrecer ninguna salida de fondo, y se sumida en el inmovilismo. También por eso tardó largos meses en convocar al paro, y buscará dilatar en todo lo posible la convocatoria a uno nuevo. Ello vale incluso para la CTA Micheli: aunque resolvió convocar a la movilización que sirvió de debut al paro, no fue un factor activo en las luchas que lo precedieron, ni tampoco en su propio desarrollo. El paro se abrió camino bajo la conmoción social abierta por el rodrigazo oficial, en primerísimo lugar, por el impacto de las suspensiones y despidos –una bandera que, sin embargo, la burocracia oficial ninguneó.
Esa enorme impasse política de la burocracia le da al clasismo y a la izquierda todo un campo de desarrollo, que habrá que transitar a partir de ahora. El agravamiento de la crisis económica hará que las luchas se tiendan a generalizar. La política de la burocracia sindical de ´soltar presión´ mediante paros aislados encontrará límites muy claros. La extensión de los despidos o suspensiones colocará con más fuerza que nunca la necesidad de respuestas de conjunto, que le den cabida a todas las fracciones de la clase obrera –ocupados, desocupados, precarizados. Otro tanto ocurrirá con el planteo de la reapertura de las paritarias, que se ha puesto a la orden del día para muchísimos sindicatos debido a que los acuerdos salariales firmados en el pasado han quedado por debajo de la inflación.
En este cuadro, la tarea del momento es debatir y pronunciarnos, en todos lados, por la continuidad del paro general, a través de un plan de lucha nacional por todas las reivindicaciones colocadas en la huelga: prohibición de suspensiones y despidos, reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario; ocupación de toda fábrica que cierre o despida; reapertura de las paritarias y aumento de emergencia para trabajadores y jubilados.
El campo de acción que se ha abierto plantea un desarrollo de la izquierda como alternativa política de conjunto.
Marcelo Ramal y Gabriel Solano
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