viernes, 8 de agosto de 2014
Griesa aprieta pero, por ahora, no ahorca
Para ser ‘el malo de la película’, las últimas decisiones del Frankestein de Nueva York han dejado ver un lado ‘humano’. En efecto, luego de haber liberado el pago de los bonos bloqueados que fueron entregados a Repsol, el juez Thomas Griesa hizo lo mismo (por única vez) con los que están denominados en pesos, con los que se pagan en plazas europeas y con los que están en dólares bajo legislación argentina. ‘Tudobem’: solamente mantuvo bloqueado el pago de la deuda con jurisdicción norteamericana. Este proceder ‘generoso’ buscó evitar un derrumbe del precio de la deuda normalizada o reestructurada de Argentina. De modo que fue Griesa -y no la solvencia económica del ‘modelo’, como se jactan los K- lo que detuvo el alud.
Esta ‘estabilización’ le quitó impacto financiero a la declaración de defol oficial por parte del comité de bancos y fondos encargado de ese menester. Es así que quienes compraron bonos de seguros contra defol ‘al descubierto’-o sea sin poseer efectivamente los títulos de deuda que se entregan para cobrar el seguro- no pudieron salir a comprarlos (después de la declaración de defol) a precios de remate. Esas apuestas ‘al descubierto’ representan el 80% de los bonos de seguro contra defol. Los bonos en dólares, con vencimiento en 2033, “se estabilizaron”, constata The Wall Street Journal (4/8) en 85 centavos de dólar, contra una cotización pre-defol de 96 centavos.
Bancos extranjeros
La movida de Griesa está vinculada con la gestión de un conjunto de bancos extranjeros -J.P. Morgan, Citibank, HSBC, Deustche Bank- para comprar la deuda a los fondos buitre con un descuento (20%). Para no torpedear el negocio, el juez suspendió la ejecución de la sentencia. Los bancos esperan, además, que el arreglo eleve la cotización de la deuda de Argentina y que el gobierno los elija para la colocación de más deuda en el futuro, en especial para YPF. El arreglo beneficiaría también a pulpos como Chevron, que invierten en Vaca Muerta con crédito del exterior (mucho más barato que el uso de sus propios fondos). Si todo esto sale bien, los bancos pedirían a Griesa que suspenda su fallo hasta el 1° de enero, lo cual habilitaría el pago regular de la deuda externa normalizada. Los K ya han recurrido a este procedimiento en los litigios en el tribunal arbitral del Banco Mundial, donde los fondos amigos compraron, con una quita, parte de las acciones de las empresas que han reclamado contra la pesificación de tarifas.
Varios medios de información, tanto oficialistas como opositores, señalaron que Kicillof prefería esta salida a la fracasada de los bancos locales. Estos pretendían recibir dólares al tipo de cambio oficial y poder canjear los bonos de los buitres por dinero con el organismo que administra los depósitos de los bancos en Argentina (Sedesa). Con la banca extranjera podría obtener financiamiento para Vaca Muerta. Después de vociferar la intención de reconstruir la burguesía nacional, el nacionalismo criollo preferiría proceder a una entrega financiera y de recursos estratégicos enorme al capital extranjero. Parece claro que si todo esto no prospera, la ‘generosidad’ de Griesa terminaría en 60 días, cuando hay vencimientos por 5 mil millones de dólares (y el Wall Street Journal ya no podrá mencionar la “estabilización” del precio de los bonos).
Por medio de estos planes, los ‘nacionales y populares’ acabarían pagando la deuda buitre, con una quita menor, por unos 15.000 millones de dólares. Si en lugar de pagar en efectivo, lo hacen con bonos (nueva deuda) a una tasa similar a la arreglada con Repsol -un 9% anual, el doble de la internacional, ese nuevo endeudamiento equivaldría a 30.000 millones de dólares.
2001-2014
Es curioso, en este marco, que K y anti-K coincidan en que este defol no es como el de 2001. Alegan que la deuda dolarizada es, en la actualidad, apenas la mitad del PBI; que solamente el 20% de ella es con privados y que un 8% corresponde a extranjeros. Como se puede juzgar por estos porcentajes, la burguesía local es la acreedora privada principal del Estado argentino. En 2001, de todos modos, la deuda externa era más o menos la misma en términos porcentuales y la mitad estaba en manos de privados -la otra mitad era con organismos internacionales; hoy se encuentra, además, en la cartera de la Anses y el Banco Central. En 2001, la deuda estatal era de 140.000 millones de dólares, en la actualidad es de 250.000 millones de dólares, y se iría a casi 300.000 con el pago en bonos a los fondos buitre o a los bancos que los sustituyan. Las reservas internacionales disponibles son apenas de 15.000 millones de dólares, exactamente igual a los vencimientos hasta diciembre de 2015. O sea que Argentina está objetivamente en defol.
Otro argumento para distanciar la situación actual de 2001 es que las tenencias de deuda de la Anses y otras entidades públicas, serían de refinanciamiento indefinido -que no se pagarían nunca, ni los intereses (que se recapitalizarían). Esto sería como haber encontrado la llave de la felicidad. Esto es, obviamente, falso, porque esos organismos poseen los mismos títulos de deuda que el resto de los acreedores. También es falso que a los mismos acreedores solamente les interese cobrar los intereses y no recobrar el capital, porque esto depende de la evolución de la solvencia y capacidad de pago del país, y también de las condiciones financieras internacionales. No es cierto tampoco que haga una diferencia sustancial el que, en 2001, los bancos estuvieran dolarizados y ahora están pesificados: una salida de depósitos, hoy, que podría ser motivada por una devaluación, los dejaría en situación de quiebra. En un caso así no podrían recurrir al Banco Central, como sí hicieron en 2002, cuando se puso fin a la convertibilidad, porque ahora el BCRA tiene un déficit financiero de alrededor de 200.000 millones de pesos y activos incobrables (letras intransferibles al Tesoro) por varias decenas de miles de millones de ¡dólares! El pago de deuda con bonos, en lugar de hacerlo con efectivo, es una señal de incapacidad de pago. Otra manifestación de la situación de defol es el déficit del Tesoro, que será de más de 200.000 millones de pesos, sin otra financiación, a fondo perdido, que la del Banco Central quebrado.
El gobierno ha buscado salir del impasse, este año, mediante un re-endeudamiento internacional, alegando, él mismo, que Argentina sufría una “restricción externa” -o sea esa incapacidad de pago. Tomar deuda para pagar deuda es el sucedáneo de una refinanciación de la deuda. Esta política ha sido interrumpida por la crisis con los buitres. La luz verde de Griesa a una negociación con bancos extranjeros procura restablecerla.
La declaración oficial o no de un defol es circunstancial; la crisis capitalista es de conjunto. Una década más tarde, la misma estructura económica ha provocado el mismo derrumbe social.
Jorge Altamira
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