Para hinchas de todos los días, capaces de cualquier sacrificio por su club, la “hiperfutbolización” (esta situación de fútbol hasta en la sopa) es casi “invasión”. Ya no es sólo en el trabajo o en el bar, cargadas, charlas, amistades y enemistades. Hoy todos opinan y no hay rincón donde no se hable de la pelota.
Poco y nada queda de aquella práctica de trabajadores ferroviarios o portuarios que fundaron hace más de cien años los primeros clubes (Talleres de Córdoba o de Remedios de Escalada, Rosario Central) o iniciativa de socialistas y anarquistas para el esparcimiento de quienes le ponían el cuerpo a los primeros sindicatos (como Argentinos Jrs -fundado como “Mártires de Chicago”- o Chacarita ). Hoy el fútbol es un mega-espectáculo protagonizado por estrellas que se cotizan en cifras millonarias. Y cada cuatro años sucede este evento que concentra la atención de propios y extraños.
Brasil 2014
Costó más que los dos mundiales anteriores juntos (Alemania y Sudáfrica). La FIFA impuso sus caprichos para los estadios, el transporte, los hoteles de lujo; hubo protestas populares para exigir que se destinen esas fortunas a vivienda educación, salud y transporte públicos .
En lo estrictamente deportivo por ahora hay buen juego y alto promedio de gol: 2,94 por partido. La “garra charrúa” de Uruguay, que mandó a su casa a las poderosas Inglaterra e Italia; la sorprendente Costa Rica que ganó su grupo con juego colectivo y tratando bien a la pelota; la desfachatez de Ghana que complicó a Cristiano Ronaldo; el bailecito de Colombia (jugando y festejando los goles); los potentes Holanda, Alemania y Francia que juegan pensando en el arco de enfrente; el penal inventado regalado a un Brasil que aún no gusta . Y la efectividad de Messi en una selección que recién contra Nigeria dio indicios de sus posibilidades . Condimentos que también explican el interés por el fútbol de más público que el habitual.
El o la hincha “de siempre” mira de reojo a “recién llegados” que descubren el talento de Pirlo en un mundial. Aunque no deja de resultarle simpática la situación. Después de todo, él o ella “saben de verdad”.
Pero hay otros “recién llegados” cuya presencia en el mundial es irritante. Empresas que hacen publicidades llenas de lugares comunes, que hablan de pasión, “todos juntos”, “vamos Argentina”: Coca Cola (multinacional norteamericana símbolo del imperialismo), Claro, YPF, Cablevisión o cadenas de electrodomésticos. Se apasionan por alentar…. el consumo.
En el entretiempo de los partidos satura la propaganda del Gobierno nacional. Como la de los pibes “que nunca ganaron un mundial” y son “hinchas fanáticos del país”, que alientan a la selección mientras hacen un contrapunto sobre “todo lo que hay para festejar en Argentina”: “trenes que parecen del futuro”, dice la chica miró poco cine futurista o no viaja en el Sarmiento). O la publicidad que anuncia la creación de 6 millones de empleos mientras dos obreros juegan con la pelota ( un chiste de mal gusto cuando el trabajador es la variable de ajuste con suspensiones y despidos y el 40 % está precarizado).
Augusto Clash
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