sábado, 14 de junio de 2014

Gestamp y el “momento isabelista” de Cristina



El giro inédito que dio el conflicto de Gestamp, con la revocatoria que hizo el gobierno de Scioli de la conciliación obligatoria que él mismo había dictado dos días atrás, dejó al desnudo al régimen político.
Cuando el gobierno provincial dictaminó la medida; el gobierno nacional, con Cristina Fernández y Débora Giorgi a la cabeza, en coordinación con la empresa y la conducción del SMATA, salieron a bombardear sistemáticamente la resolución. Finalmente, el gobierno de Scioli, una vez que los trabajadores bajaron del puente grúa y violando de manera flagrante el compromiso y la palabra empeñada bajo la forma de un documento público, la revocó con una resolución administrativa que está reñida hasta con la lógica formal y el sentido común.
Frente a un conflicto que paralizó gran parte del complejo automotriz -que por la forma integrada de producción que se describe acá, una huelga de empresa tiene muchas posibilidades de enfrentar inmediatamente al conjunto-, tanto el gobierno nacional, como el provincial, actuaron transparentemente como empleados de las multinacionales y su principal agente: la burocracia del SMATA.
En un momento decisivo cayó el relato de lucha contra las "corporaciones", frente a un conflicto que ponía en cuestión el "derecho" de las empresas metalmecánicas al "libre abuso" de la fuerza de trabajo, para no disminuir sus ganancias en momentos en que disminuyeron las ventas; tanto Cristina, como Scioli (cumpliendo diferentes roles) pasaron a ser simples ejecutores de las presiones y reclamos de la corporación patronal y sus cómplices de la corporación burocrática.
El carácter totalitario del sindicato, basado en su relación íntima con el Estado, en la necesidad de controlar a un potencial movimiento obrero en una industria concentrada del capital imperialista; y en complicidad con la patronal, se hizo público y evidente, no solo en los hechos sino en el discurso fascista y patotero del mafioso de Pignanelli y su banda de lúmpenes a sueldo.
La mentira de la democracia burguesa, también quedó expuesta a la luz pública, con un parlamento vaciado por el oficialismo el mismo día (negándose al tratamiento, nada más y nada menos, que de la propuesta de discutir los despidos y las suspensiones), mientras el gobierno "coordinaba las operaciones", de manera bonapartista con la corporación empresaria y burocrática, siempre bajo la amenaza represiva.
Fue el "momento Isabelino" (de Isabel Perón) de Cristina Fernández, cuando cedió la "suma del poder público" a la patronal de las multinacionales automotrices y a la patota; y dio vía libre y amplia cobertura mediática (con "transfuguistas” como "Tuni" Kollman mintiendo deliberadamente) a la burocracia sindical y sus amenazas. Cuando Cristina se convirtió en una aprendiz de Isabel (la que se apoyaba en la burocracia sindical contra la izquierda), Débora Giorgi no se privó de adoptar el rostro de Ruckauf y Pignanelli un burdo Lorenzo Miguel. Y todo indica que este "momento" no será el último.
Las tendencias al bonapartismo y a la negación de la democracia, inscriptas en los países “atrasados” por el peso del capital imperialista, la fuerza de la clase obrera (y la debilidad de la “burguesía nacional”), se hizo evidente en la “foto” de unos días, pese a que el resto del tiempo jueguen el juego de una democracia tutelada por “triple B” (Burocracia, “Bonaerenses” y Barones), salen a escena como factores reales de poder, cuando las papas queman.
Cristina se jactó de que ya pasaron los tiempos de “la toma del Palacio de Invierno” porque, efectivamente, está a favor de la ocupación del “Palacio” y sus ministerios (nacional y provincial) por los gerentes de las multinacionales y sus secretarios del SMATA, contra un grupo de obreros que defendían su puesto de trabajo. Cuando empresarios y patota ocuparon el poder, sin necesidad de “toma” porque se lo entregaron con gusto.
Luego de efectivizada la maniobra de revocar la conciliación, todos unidos y organizados salieron a los medios a apropiarse del discurso de SMATA, con mentiras alevosas como que los despedidos “no están sindicalizados” (que por otra parte si fuera así, ¿y se dieron cuenta ahora?). El ministro de Industria de Scioli va un programa de TV “taquillero” (Intratables) y dice que SMATA está haciendo un gran aporte defendiendo “con responsabilidad” los puestos de trabajo y que “estuvo con los obreros de Gestamp que empezaron a trabajar y que le manifestaron que no habían visto ningún obrero entre los que estaban en el piquete”; para después despacharse contra los “grupos politizados”. No hay decreto para “eliminar a la subversión de las fábricas”, pero sí comienzo de campaña contra la izquierda en el movimiento obrero.
Cayó como un castillo de naipes el "derecho" de los supuestos iguales, la democracia y el estado en la Argentina mostraron crudamente su verdadero rostro. Frente a la amenaza de intereses vitales de las corporaciones (patronal-burocrática), los gobiernos de Scioli y Cristina, pasaron a ser una escribanía de las decisiones de los monopolios y su vocero Pignanelli. La dictadura de la patota a las órdenes de los empresarios más importantes del país. Débora Giorgi se convirtió en la vocera de las empresas, la agencia TELAM en la secretaría de prensa de Pignanelli y el boletín oficial (Página 12) en un justificador ideológico de esta santa alianza.
Con esa presión subordinaron a Scioli, que quiso evitar una salida represiva, por el solo hecho de ser candidato, tomando un compromiso demagógico que traicionó dos días después.
La actuación de los gobiernos y la patota de la burocracia, deberían tomarse como ejemplos en futuros cursos de formación que pretendan demostrar el carácter de clase del estado.
El lado “positivo” de esta experiencia -que deja a los obreros de Gestamp en una situación difícil-, mientras continúan la lucha, está en que quedó al desnudo los factores reales de poder, el verdadero rostro del estado y la "democracia" argentina. Lecciones necesarias e indispensables en el camino a la constitución de la clase obrera como sujeto político. La clarificación de hasta donde son capaces de llegar sus enemigos cuando están en juego intereses vitales.
Mientras tanto sigue la pelea inclaudicable por el triunfo de los obreros de Gestamp.

Fernando Rosso/Juan Dal Maso

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