jueves, 26 de junio de 2014

El silencio de las sotanas



Acusado de haber cometido crímenes de lesa humanidad, el cura Aldo Vara recibió el beneficio divino de una muerte impune ocurrida hace poco en Paraguay. Mientras era buscado por la Justicia, el sacerdote vivió en La Plata y cobraba mensualmente su haber jubilatorio. Sin embargo, la Iglesia mantuvo vigente su plan sistemático de ocultamiento y negó conocer su paradero.

Mientras la Justicia esperaba una extradición que nunca llegó, días atrás murió en una parroquia de Asunción de Paraguay, Aldo Omar Vara, el capellán militar de Bahía Blanca durante la dictadura. El sacerdote apareció muerto a los 80 años en Paraguay adonde había huido cuando empezaba la causa penal por el Batallón de Comunicaciones 181, en la que estaba imputado por delitos de lesa humanidad. “Vara murió impune”, lamentó la agrupación HIJOS de Bahía Blanca y recordó que el sacerdote “fue apañado por la Iglesia Católica hasta el momento de su muerte”. Vara tenía pedido de captura desde agosto de 2013 por los delitos de privación ilegal de la libertad agravada por amenazas y violencia; homicidio agravado por alevosía en concurso de al menos tres personas y homicidio y desaparición forzada e imposición de tormentos.
El ex capellán se fugó del país el 15 de agosto de 2011, un mes y medio después del comienzo del primer juicio a los represores bahienses. A raíz de su captura a manos de Interpol que tuvo lugar el 28 de abril de este año, se comenzaron a revelar las complicidades del arzobispado de Bahía Blanca y de la diócesis de Ciudad del Este, donde, según expresó el obispo paraguayo Rogelio Livieres Plano, Vara participaba de oficios religiosos en la Parroquia Virgen del Rosario.
Pocas horas después de que Vara fuera detenido en Paraguay, a través de la denuncia que realizó el sociólogo Fortunato Mallimaci, se supo que continuaba recibiendo, por parte de la curia bahiense, un haber jubilatorio destinado a sacerdotes mayores de 68 años. Ante esa denuncia pública, el periodista Diego Kenis señaló que “los fiscales Miguel Palazzani y José Nebbia se acercaron hasta la sede del Arzobispado de Bahía Blanca y confirmaron por fuentes del propio arzobispado que Vara durante todo el tiempo en que permaneció prófugo de la justicia, cobró a través de un apoderado, que era el empresario inmobiliario Leopoldo Bochile, un haber jubilatorio” hecho que “el arzobispado jamás notificó ante la justicia”. A partir de allí “comenzó a desenredarse un ovillo que derivó en la imputación por encubrimiento del arzobispo de Bahía Blanca, Guillermo Garlatti y de su apoderado, el empresario Leopoldo Bochile”.

La Iglesia Católica al servicio de Vara

Desde 2011 la justicia intentó establecer el paradero de Vara por requerirse su declaración en el primer juicio por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca. La Justicia Federal, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la Agrupación HIJOS y la Red por la Identidad, solicitaron la información correspondiente al arzobispado de Bahía Blanca. Pero tanto a la Justicia Federal como a los organismos de derechos humanos, el Arzobispado respondió que no tenía ninguna información al respecto, omitiendo mencionar que, mientras estuvo prófugo, Aldo Vara continuó cobrando el Fondo de Solidaridad que la Conferencia Episcopal Argentina paga a curas mayores de 68 años.
Por su parte, ante el pedido de la justicia, la diócesis de Ciudad del Este, confirmó que Vara siguió encabezando los oficios religiosos y que fue recibido en esa diócesis ante un pedido de su obispo, sin especificar de quién se trataba. Para el periodista bahiense Diego Kenis, “hay algunos datos que permiten saber que Aldo Vara permanecía bajo la jerarquía de Guillermo Garlatti, pese a que éste lo negó en un comunicado en el que aseguró que se había ido de la arquidiócesis en el 2001”.
Los elementos que permiten saber que el cura ahora fallecido permanecía bajo la jerarquía de Guillermo Garlatti son, “en primer lugar la información que el propio Mallimaci brindó cuando denunció el pago del haber jubilatorio. Mallimaci explicó que Vara era un sacerdote incardinado, es decir que tenía una anclaje territorial permanente y que pertenecía a una sola arquidiócesis, en este caso, a la de Bahía Blanca”. Esta información se corroboró a partir de los documentos que la propia iglesia entregó para responder los pedidos que el juez federal Álvaro Coleffi le hizo mientras Vara permaneció prófugo.
La justicia federal cursó oficios a los arzobispados de Mendoza, San Rafael, La Plata y Bahía Blanca, a la Conferencia Episcopal Argentina y al Vaticano a través de la Nunciatura y todos expresaron desconocer el paradero de Aldo Vara. Desde el arzobispado bahiense respondieron que no tenían ningún dato de él y agregaron que el sacerdote no les había solicitado permiso para salir del país. En la respuesta del arzobispado bahiense, Diego Kenis percibe la confirmación de la jerarquía de Garlatti sobre Vara, porque el propio arzobispado responde que Vara no les solicitó permiso para salir del país. ¿Por qué –se pregunta Kenis-debería hacerlo si Guillermo Garlatti no era su superior jerárquico? Por su parte, la Conferencia Episcopal dijo no tener ninguna información sobre Vara y agregó que había consultado al Arzobispado de Bahía Blanca. “Otra vez, entonces, surge la pregunta: ¿Por qué consultar al arzobispado de Bahía Blanca y no a otro?”.
“Es llamativo cómo se ha protegido de modo institucional a un sacerdote que tiene una importancia sustantiva por ser parte del terrorismo de Estado, aunque no es de los más encumbrados miembros de la jerarquía eclesiástica”, reflexionó Kenis, lo que lo llevó a concluir en que la iglesia “sigue protegiendo a cualquiera de sus miembros”.

El rol de Vara durante el terrorismo de Estado

Entre 1971 y 1979 Aldo Vara se desempeñó como capellán auxiliar en el V Cuerpo de Ejército en Bahía Blanca. Sin embargo, en 1999, cuando declaró como testigo en el Juicio por la Verdad “dijo que no tenía rango militar en el Ejército” cuando en realidad “tenía rango militar de capitán”, advirtió Kenis. “Vara cumplía funciones como militar en el marco del reglamento de operaciones psicológicas, que establecía claramente la función del capellán”, afirmó el periodista y agregó que ese rol “consistía (como lo denunció el Tribunal que en La Plata condenó a Christian Von Wernich), en el juego del interrogador bueno y el interrogador malo. El malo era el que iba y torturaba y el bueno era el que ejercía otra forma de tortura”. Kenis describió que estos ministros de la Iglesia “vestidos de sotana se hacían presentes donde estaban los detenidos y donde habían sido torturados, buscando, mediante otros métodos, interrogarlos nuevamente, mientras los aconsejaban olvidar y no denunciar lo que habían padecido”. En esas conductas incurrió Aldo Vara “y están documentadas”.
En los fundamentos del fallo que condenó a siete represores del V Cuerpo de Ejército, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la ciudad de Bahía Blanca, ordenó abrir investigaciones judiciales para determinar la responsabilidad de Aldo Vara en delitos de lesa humanidad. Dijo expresamente que resulta comprometedora para la iglesia católica la intervención y presencia de uno de sus pastores en los centros clandestinos de detención y en los encuentros con los detenidos.
“El Tribunal dijo que esto resultaba comprometedor para la Iglesia Católica”, la cual “en lugar de aportar a la búsqueda de justicia, lo que ha hecho es mantener un silencio ante cualquier tipo de requisitoria incluso la de las víctimas”, expresó el periodista y escritor Diego Kenis.

El silencio del Vaticano

“Al menos en dos oportunidades, el Vaticano ha recibido pedidos de información sobre el destino de Aldo Vara” y siempre, a través de la Nunciatura, aseguró no contar con ningún dato sobre su paradero, informó Kenis. Incluso los organismos de derechos humanos llegaron a pedirle al propio Papa Francisco que intercediera para dar con Vara, caso en el cual asegura el periodista “la conducta del Vaticano fue todavía peor, porque directamente no respondieron”.
El periodista reveló que días antes de que los organismos cursaran esa comunicación, “el Sumo Pontífice había llamado por teléfono a la madre de un joven de Bahía Blanca que murió cuando explotó el laboratorio clandestino en la empresa para la que trabajaba”. Destacó que “el Papa tuvo el gesto de llamar a la madre de ese muchacho para decirle que la acompañaba, que rezaba por ella y entendía su deseo de justicia y dolor; pero no tuvo ese gesto noble para ofrecer también su acompañamiento a las víctimas del accionar de Aldo Vara”.

Aldo Vara en La Plata

Un dato curioso que se suma a las irregularidades y silencios de la cúpula eclesiástica es que, mientras el Arzobispado de La Plata contestó -en momentos de ser requerido-, que desconocía el paradero del imputado, sí admitió que éste vivió en la mismísima arquidiócesis entre 2006 y 2007, momentos en que ya pesaban sobre él serias denuncias y se sabía que había mentido en sus declaraciones en el marco de los Juicios por la Verdad.
La jerarquía católica platense adujo entonces que la permanencia de Vara en la ciudad obedecía a que éste tenía familiares acá y -en un intento por eludir responsabilidades-, resaltó que en 2009 se le negó su incorporación como miembro a la Arquidiócesis solicitado por el imputado.
Por otra parte, en la sección fúnebre del diario El Día de La Plata, los familiares de Aldo Vara publicaron un singular mensaje a propósito de su muerte. En él no consta su situación de prófugo de la justicia ni de imputado por crímenes de lesa humanidad. Prefirieron decir que su deceso se produjo “en el exilio” destacando que “él rogará por todos”.

Martín Luna

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