Ella, y Galtieri, fueron los responsables principales de la muerte violenta de más de un millar de jóvenes argentinos, en guerra y por las secuelas de esa guerra.
Tal para cual y dos fachos: una política neurótica y un milico alcohólico, que aparte de conducir a esos jóvenes a una aventura militar, manipulando una causa justa, ya era responsable de otras muchas otras muertes, como ex comandante del II Cuerpo de Ejército, cuando tuvo bajo su cargo una cuota de responsabilidad estratégica cuando el terrorismo de estado y la dictadura militar encabezada por Videla, asolaban Argentina.
A La Thatcher, a la futura baronesa, le vino como anillo al dedo que Leopoldo Fortunato se invada las Malvinas, ya como Comandante en Jefe y presidente de una usurpada República Argentina: con el contraataque, y por el “honor” del Imperio, tenía la pantalla ideal para cubrir sus abusos y sus represiones que estaban destrozando al proletariado inglés y reconvirtiendo la economía de esas otras islas que forman la Gran Bretaña al neoliberalismo más secante, de manera pionera en el mundo y con una eficiencia brillante, de cirugía quirúrgica, de cirugía mayor.
Tal vez en otra vida, en el infierno o en el cielo donde se encuentren (eso lo decide Dios, no nosotros), tal vez ellos dos, tales para cuales, puedan desenvolverse en esos ámbitos: ella de cirujana, y él de carnicero.
O viceversa, porque La Thatcher también carga -en algo que desconoció por completo y que se llama conciencia- la matanza de esos jóvenes argentinos y Galtieri y los que mandaban igual que él en el período más oscuro de la historia argentina, creían que, cuando andaban asesinando a lo mejor de una generación de luchadores populares, estaban extirpando un tumor o algo así del cuerpo social de nuestra patria.
Dos cirujanos, dos carniceros, dos asesinos: tal para cual, la Margarita y el Leopoldo, la baronesa plebeya y el beodo entorchado y amigo de los halcones del State Department que lo usaron para enfrentar al sandinismo en Nicaragua y luego lo traicionaron en el Atlántico Sur (Che, Galtieri: Do you remember Mr. Haig?).
Sigo caminando con los ex soldados combatientes –mis hermanos, mis amigos- que enfrentaron de manera real y efectiva al imperialismo con las armas en la mano y con esos pilotos argentinos –nobleza obliga- que le hundieron el Sheffield a la dama de hierro y que primero, seguro, la hicieron temblar –la señora Thatcher también era un ser humano- y luego vociferar, en inglés of course: ¿porqué mierda (shit en inglés) no se rinden estos salvajes, estos argentinos?
Ahora se lo puede estar preguntando a Galtieri, allí donde se encuentren: ¿por qué nos rendimos Galtieri, cuando nuestros soldados no querían rendirse? (eso te lo pregunto yo).
En el cielo o en el infierno, puede que Leopoldo y Margarita se vuelven a encontrar, eso –ya lo dije- no lo decidimos nosotros.
Esas son cosas de difuntos, que nosotros respetamos, no como los señores británicos que hasta hoy no siguen respetando el derecho de las madres argentinas de los ex soldados combatientes de Malvinas de encontrar el cuerpo de sus hijos que murieron en nuestra tierra, en nuestras Islas Malvinas.
Hasta hoy, con La Thatcher o sin La Thatcher, no lo respetan.
Mientras tanto se la pasan haciendo referéndums de morondanga para preguntarle a los ingleses que viven en nuestras islas si quieren o no seguir siendo ingleses. Hoy, la CNN, a propósito de la occisa y de tan obvias tautologías, recordó uno de los discursos de la Thatcher, cuando la guerra: “No podemos dejar a nuestros ciudadanos en manos de la dictadura argentina”.
Estas palabras de la Thatcher –reproducidas por la principal cadena de noticias y de desinformación del imperialismo- prueban dos cosas:
1. que ella y Galtieri jugaban la misma puta partida de ajedrez, del mismo lado, las piezas negras de los heraldos negros y
2. que la “autodeterminación del pueblo de las Falkland”, que esgrime el actual gobierno inglés, se la pueden meter bien adentro pero bien adentro por donde ya saben y que el referéndum que se han montado, es pura farsa.
Ya lo dijo la baronesa en 1982, no quien suscribe. Ya lo dijo para justificar una intervención militar hipócrita y marketinera, donde murieron miles de jóvenes argentinos.
Chau Margarita, no te voy a extrañar. Decile a Galtieri que tampoco lo extraño. A los dos, les digo que al que lo extraño, y lo extraño de verdad, es al Gaucho Rivero, que encabezó la resistencia nacional y popular cuando los piratas de entonces invadieron las Malvinas en 1833.
Lo vi renacer en nuestros soldados y sé que sigue vivo en cada uno de nuestros ex combatientes. Entonces, siento que el Gaucho Rivero sigue presente, con ellos y entre nosotros, así como cada uno de nuestros muertos en todas y cada una de las guerras que tuvimos que librar en defensa de la Argentina, en defensa de nuestra patria.
Pablo Cingolani
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