martes, 16 de abril de 2013

La violencia de los garantes de la rentabilidad empresaria



Cartel de la UOCRA y la Cámara Argentina de la Construcción

En una Argentina en la que el mercado inmobiliario creció obteniendo grandes ganancias sin prestar atención a las necesidades sociales, la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) fue un socio fundamental para la reducción de sus costos.

Informalidad, negocios, mafias y patotas son sólo algunos de los componentes oscuros que se evidencian en cada aparición pública de un gremio de la construcción que hoy se encuentra en el ojo de la tormenta.
El ataque de un grupo de identificado con la UOCRA seccional La Plata a miembros de La Cámpora expuso públicamente uno de los rasgos distintivos de la conducción del gremio: la violencia como método. La misma violencia con la que agredieron a los integrantes de La Cámpora es la que castiga a diario a los trabajadores que se organizan para conseguir mejoras y, también, la que se corporiza cada vez que se saldan internas en las conducciones por manejo de cajas y negocios en las distintas seccionales.
Para graficar el fenómeno basta repasar algunos números. En el último período de Gerardo Martínez al frente del gremio se produjeron, al menos, 35 enfrentamientos armados y 22 tomas de seccionales. Enfrentamientos, heridos y muertes son la regla. La violencia en el gremio no es una manera de relacionarse, sino que es la forma más visible en la que se presenta el entramado de negocios y cajas negras que maneja la UOCRA.
Según Víctor Grosi, Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción (SITRAIC), un gremio enfrentado con la UOCRA que denuncia con constancia sus manejos, “la raíz de la violencia se encuentra en el manejo de los recursos”. Grosi cuenta que cada seccional, por el modelo sindical, aporta su recaudación total a la Comisión Directiva Nacional y de parte de ésta recibe para su funcionamiento un monto inferior al que necesita para sostenerse. Para suplir esta disparidad entre lo recaudado, lo recibido y lo necesario, se pone en marcha una maquinaria de recaudación oscura. De este modo, la caja en las seccionales consta de coimas por permitir trabajo en negro, descuentos por recibos de sueldo para actividades que nunca se realizan y negocios complementarios vinculados a las obras (comedores en obras, transportes, viandas, desayunos, traslados, etc.). Lo recolectado, entonces, sostiene una maquinaria mafiosa que disciplina a todo aquel que alce la voz y enciende encarnizadas luchas por su control.
Los recursos que aportan empresarios y contratistas a cambio de sostener regímenes de trabajo en negro, son los que ponen a la UOCRA como uno de los responsables directos de las condiciones precarias de los trabajadores que representan. De esta manera, el gremio se convierte en socio de las patronales en el sostenimiento de la informalidad que permite la reducción de costos en un mercado inmobiliario que obtuvo abultadas ganancias en los últimos 10 años.
Para Víctor Grosi queda claro: “A partir de 2001 la UOCRA permitió la explotación, el trabajo indocumentado y en condiciones de esclavitud”. Esta permisividad tiene como moneda de cambio las coimas que mantienen la estructura de la seccional. El SITRAIC ha denunciado que “en innumerables obras las empresas o los contratistas, delante de los trabajadores aseguran entregar dinero a la UOCRA a cambio de no ser molestados”.
La vinculación entre gremio y patronales es tan clara que el propio Gerardo Martínez reconoce que su conducción tiene una “alianza estratégica” con la Cámara Argentina de la Construcción. Esta alianza estratégica ha beneficiado a los empresarios abaratando los costos del trabajo y de las condiciones de seguridad de las obras en base a ilegalidad y a las dirigencias de las seccionales con el engrosamiento de las cajas que manejan. Para los trabajadores las vaquitas han sido y son ajenas.

Trabajadores pobres para construcciones suntuosas

Un estudio presentado por el Centro de Estudios “Cemyt” muestra que en la construcción se inserta el 12% de los varones que trabajan. En este sector, donde el 97% de los empleados son hombres, se verifica que el salario promedio es de $2.492. El mismo estudio expresa que en la actividad la jornada promedio es de 43,8 horas semanales. Es decir, el salario por hora que perciben los trabajadores en la construcción es, en promedio, de $13,10.
La remuneración promedio por debajo del Salario Mínimo Vital y Móvil, se explica por la corrupción sindical y empresaria que cuenta con el visto bueno del Ministerio de Trabajo de la Nación que se niega a intervenir ante lo evidente. Víctor Grosi estima que el trabajo en negro en la actividad llega al 40%, lo que pauperiza no sólo salarios, sino las condiciones laborales y aumenta los riesgos de accidentes.
Lo que resulta paradójico es que esta realidad de trabajadores con magros salarios es parte de un boom inmobiliario en el que predomina la obra de carácter suntuosa. El rebote del mercado inmobiliario post crisis del 2001 fue significativo y el investigador del Conicet Luis Baer refleja lo sucedido, focalizado en el territorio porteño, de la siguiente manera: “La respuesta del sector inmobiliario luego de la crisis de 2001/02 fue contundente; tal es así que en 2006 se autorizó la mayor cantidad de superficie para construir de los últimos 27 años”. Sin embargo, este crecimiento no estuvo al servicio de las mayorías y en pos de reducir el déficit habitacional local, más bien lo contrario. Baer continua: “La categoría ‘suntuosa’ fue incrementando su participación desde la década pasada: entre 1991 y 2001 fue del 20%, mientras que en el período de activación del desarrollo inmobiliario de la década actual alcanzó un 43%”. Casas para ricos, hechas por pobres.
Los números no dejan lugar a dudas, el mercado inmobiliario, con la UOCRA como socio y garante y el Ministerio de Trabajo de la Nación haciendo presente su ausencia, consiguió aumentar la rentabilidad empresarial a costa de salarios por debajo del Mínimo Vital y Móvil y de la salubridad de los trabajadores del sector. La violencia, que muchas veces se muestra como un exceso dentro de una cultura de organización es, en profundidad, una expresión de los negocios oscuros que tienen como principales víctimas a los trabajadores de la construcción que padecen sus consecuencias. Por ahora el Gobierno Nacional negándose a intervenir ha jugado en favor del mercado y su enorme rentabilidad. Los trabajadores de la construcción siguen esperando.

Jorge Duarte
Periodista especializado en temas gremiales / http://escritosdeclase.blogspot.com.ar / @ludistas

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