martes, 16 de abril de 2013

Cómo olvidarme de la cultura



Tom Cruise (centro) cuando fue nombrado "Huesped de honor" de la Ciudad de Buenos Aires por Mauricio Macri (derecha)

En una breve enumeración de las medidas tomadas por el Gobierno de la Ciudad a lo largo de seis años de gestión, un intento por comprender a qué tipo de cultura apunta el macrismo.

“Cómo olvidarme de Martha”, dice la baldosa que el año pasado el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri colocó en la esquina de Córdoba y Callao en homenaje a Ricardo Arjona. Y hace poco tiempo hizo lo propio con Tom Cruise, a quien reconoció declarándolo “Huésped de honor de la Ciudad de Buenos Aires”. Pero estos grandes homenajes a personajes extranjeros, no siempre se repiten para algunos porteños, a pesar de que promuevan y defiendan la cultura. Tal es el caso de los jóvenes que decidieron realizar la toma de la Sala Alberdi durante dos años y medio para evitar su privatización, hecho al que la jefatura porteña respondió con un brutal desalojo. Y a partir de esta serie de hechos uno intenta entender a qué tipo de cultura apunta el PRO. ¿A quiénes privilegia? ¿A quiénes ataca?
Para responder estas preguntas es necesario retomar algunas de las políticas desarrolladas por el macrismo desde el 2007 a esta parte.
Una de las características más notables del reelecto Jefe de Gobierno, es su facilidad para vetar leyes. En los últimos cinco años frenar proyectos y no reglamentar normas ha sido una de las herramientas más comunes a las que apeló para no avanzar con las medidas que, aparentemente, no son de su agrado.
Según un informe publicado en septiembre del año pasado por el bloque del Frente para la Victoria titulado “Inhabilitando al Poder Legislativo”, el gobierno porteño llevaba entonces 106 leyes vetadas. Entre ellas se encontraban la Ley 2626 que habilitaba la realización de “actividades artesanales y feriales en el área adyacente de la Plaza Julio Cortázar”, la Ley 2584 que determinaba el otorgamiento de $500 mil al Collegium Musicum de Buenos Aires “a ser aplicado a un programa de becas, conciertos y otras actividades”, la Ley 2587 que tenía por objeto “regular la contraprestación publicitaria de los Medios Vecinales de Comunicación Social con el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y establecer un sistema anual de estímulo a la calidad en la producción periodística” y la lista no termina.
El año pasado siguió recurriendo a los vetos y la norma que prorrogaba la protección a empresas recuperadas tras la crisis del 2001 junto con un proyecto para un centro cultural en Devoto y la creación de un régimen de subsidios a músicos, recibieron la negativa del empresario porteño.
Un caso para destacar es el proyecto de expropiación y puesta en valor del ex Cine Teatro Aconcagua del barrio Villa Pueyrredón que había sido presentado junto con 10 mil firmas de vecinos que luchaban por la recuperación de ese espacio. Esa ley, la 4019, que a fines de 2011 había sido aprobado por unanimidad en la Legislatura porteña, fue rápidamente vetada por Mauricio Macri y quedó en el olvido, a pesar de la voluntad popular y el apoyo legislativo.
Otras de las herramientas a las que recurre el ex presidente de Boca para achicar los espacios culturales populares es su desabastecimiento a nivel económico, cierre y privatización. Así como lo hizo con el Teatro Colón, el Programa Cultural en Barrios y con las clausuras de centros culturales independientes, hace solo unas semanas le tocó el turno a la Sala Alberdi, ubicada en el sexto piso del Centro Cultural San Martín, caso que adquirió relevancia a nivel nacional y puso la cuestión de la cultura dentro de la agenda de los medios de comunicación masivos.
“Lo de Sala Alberdi fue una decisión unilateral del Gobierno porteño que solo busca promover una cultura con fines de lucro”, afirmó a Marcha Alejandro Bodart, legislador porteño del MST en Movimiento Proyecto Sur, uno de los contados políticos que defendió públicamente a la toma y resistencia en el espacio cultural. “Los pibes lograron instalar el debate sobre la cultura, lograron trascender, romper el cerco. Y ese fue el problema, como no los pudieron derrotar, recurrieron a la represión”, declaró.
A lo largo de estos más de seis años de gestión, el PRO ha puesto un notable énfasis en promover la cultura que tiene precio de entrada o cuota mensual.
A pesar de todo, la Ciudad posee una rica agenda cultural que uno puede visitar en www.agendacultural.buenosaires.gob.ar. Exposiciones, visitas guiadas en museos, el BAFICI y recitales son algunas de las ofertas del Gobierno porteño. Sin embargo, el público al que apunta es selecto, tanto por las actividades como por los espacios en donde los lleva a cabo. En la búsqueda de eventos por zona, Paternal, Parque Patricios, Nueva Pompeya, San Cristóbal, Constitución, Villa Lugano no poseen ninguna actividad, mientras que Palermo, Puerto Madero, Caballito, Belgrano poseen la mayor oferta. Aunque la agenda haya ganado la distinción a la excelencia en marketing en 2011, hoy no se está ocupando de un incluir a un público popular.
En estos seis años el PRO, ni lento ni perezoso, ha clausurado y vaciado una innumerable cantidad de centros culturales en la Ciudad de Buenos Aires y ha amenazado con cerrar proyectos gratuitos como el programa de Orquestas Infantiles y Juveniles que funciona hace quince años en la villas. Pero a su vez estas medidas han generado una respuesta, un movimiento social por parte de los que quieren defender la cultura desde abajo y en cada punto de la ciudad.
No todos se olvidan de la cultura.

Marina Sette.
Marcha

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